Washington Cucurto se recibe de pintor: la reinvención de un escritor que fue de las letras a los pinceles
La muestra “Todo es ficción” reúne unas veinte obras de gran formato del autor de “Zelarayán” creadas en los últimos dos años; cómo se reinventó como artista
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“Todo lo que pinto está relacionado con lo que leo, no con lo que escribo. La poesía, la música, la literatura, la pintura: todo está mezclado en las obras. Nunca pensé que iba a exponerlas cuando las pinté. Empecé con materiales que tenía en casa: papeles de diario o revistas, envoltorios de comida, la Plasticola que usaban mis hijos para trabajos de la escuela, témperas, tizas. Todavía estoy en una etapa de aprendizaje aprendiendo formas y procedimientos”. Devenido artista visual, el escritor Washington Cucurto pasó los últimos dos años pintando cuadros de gran formato inspirado en autores como el cubano Reinaldo Arenas y observaciones de la cultura callejera, que ya estaban presentes en sus ficciones: los vendedores de Once, las dominicanas de Constitución y las representaciones de Eva Perón son algunas de las temáticas de sus obras de estilo grotesco que se exhiben en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en la muestra “Todo es ficción”.
Curada por Victoria Noorthoorn, directora del Moderno, en colaboración con Álvaro Rufiner, asesor de comunicación y proyectos especiales del museo, reúne una selección de obras pertenecientes a distintas series y se despliega en varios espacios del edificio de avenida San Juan 350. Colgadas sobre paredes pintadas de rojo fuerte, las primeras obras, de la serie “Los grandes vendedores de Once”, sorprenden a los visitantes en el hall de ingreso de la planta baja: colores fuertes, escenas de violencia. Luego, el recorrido continúa frente a la sala donde se exhibe la obra de Alberto Greco con tres retratos de personajes: uno es Paul Mc Cartney.
Finalmente, hay que subir por escalera o ascensor hasta el segundo piso: allí está la serie “Nueva York también es el Caribe”, con una secuencia dedicada a las hermanas Mirabal, asesinadas en 1961 en República Dominicana por la dictadura de Rafael Trujillo. El caso inspiró la novela La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa.
Por allí está también “Las damas de Boulogne sur Mer”, una recreación de la obra de Pablo Picasso con unas dominicanas de pieles oscuras y curvas contundentes. Y “Tu mortaja es mi bandera”, sobre el asesinato de la travesti Lola Puñales en 1974 en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Un cuadro que llama la atención (y que generó polémica en las redes) es el retrato de Eva Perón en versión mulata, “Cabecita black”: “Es Eva pensando en el asesinato de su hermano Juan, del que siempre se sospechó que algo tuvo que ver Perón”, dijo Cucurto a LA NACION, en una visita en la que hizo de guía por su propia muestra.
Cucurto (que se llama Santiago Vega y nació en Quilmes en 1972) explicó cómo empezó su pasión por la pintura: “Tengo casi 50 años y nunca me había interesado el dibujo. Con el trabajo en la editorial Eloísa Cartonera, conocí muchos artistas, pero a mí no me interesaba el arte; solo pensaba en leer y en escribir, que es lo que hago hace casi 30 años”.
Desde su primer libro de poesía, Zelarayán, de 1998, el escritor y editor publicó alrededor de veinte títulos; entre ellos, La máquina de hacer paraguayitos (1999) y Cosa de negros (2000). En 2001, en plena crisis socioeconómica, fundó Eloísa Cartonera, con la que editó poesía y ficciones de autores nóveles y consagrados en volúmenes encuadernados de manera artesanal con cartones recuperados de la calle y pintados por artistas.
“La editorial sigue desde 2001, con altibajos, sobreviviendo como el país. Ahora se venden menos libros y, además, con la pandemia no pudimos trabajar. Fue un año muy duro. Estamos retomando de a poco”, dijo después de la recorrida, en el café del museo. “Durante el macrismo me quedé sin trabajo. Fueron unos años terribles. Con mi mujer y mis tres hijos (que ahora tienen 18, 15 y 11) nos fuimos a vivir un tiempo a un campo en Varela, en el medio de la nada. Pero apenas pudimos volvimos a la ciudad, aunque sea alquilando. De alguna manera me pude reinventar y empecé a pintar. Con la literatura estaba un poco complicado. La pintura me dio un respaldo: es como un juego”, agregó muy serio.
Pero ¿cómo fue ese camino de reinvención? ¿Empezó de repente o la idea fue cobrando fuerza de a poco? A Cucurto le cuesta explicar el proceso porque, asegura, fue natural. Empezó a pegar papeles y recortes en cuadernos y, un día, se le ocurrió hacer un collage grande en una pared de su casa. “Siempre escribí en cuadernos. Cuando escribo trato de hacerlo en un tiempo limitado. No tengo tiempo libre para escribir ni para pintar. La escritura es un acto privado que hago en mi casa, pero lo hago con otras cosas a la vez: mientras cocino o estoy con los chicos y por eso siempre escribí a mano”.
En uno de esos cuadernos que llevaba siempre encima, un día creó un poema visual con papeles pegoteados. “Eso me empezó a gustar y me llevó a pintar en formato más grande. Hice una base de papeles sobre una pared para no arruinarla porque, sino, mi mujer me mata; era una etapa dura en lo económico así que usé lo que tenía a mano: diarios viejos, recortes de revistas y hasta de envases de alimentos y de las cajas de hamburguesas de McDonald’s”, recuerda.
Lo inspira, dice, lo mismo que cuando escribe: “Siempre estoy leyendo y escuchando música; eso me pone en clima de escritura y con la pintura es igual. Es, básicamente, el mismo procedimiento el que hago para escribir, pintar, dibujar o hacer collage: hay una parte de la escritura que surge de una idea, pero después cuando empiezo a escribir aparecen la espontaneidad y temas inesperados. Si pinto un personaje o un árbol, trato de hacerlo como se me ocurre, no como es. Igual que en mi literatura, no soy realista. No hago nunca un retrato tal cual es”.
Así como para la mayoría de los artistas emergentes llegar con sus obras a un museo importante como el Moderno es un objetivo crucial, para Cucurto es algo que nunca había imaginado. “Como pintor estoy empezando. Estoy contento, me gustó conocer a Victoria, que fue muy entusiasta. Pero la verdad es que nunca estuve cerca de los museos ni del mundo del arte. Así que no tengo idea qué puede pasar de ahora en más”. Eso sí, aclara: “Estoy fascinado como un chico de jardín con un juguete nuevo. Me resulta fácil, la paso bien, hago todo con las manos. La pintura me dio juego, una cosa lúdica muy fuerte, tal como me había dado la literatura cuando empecé a escribir a los 20 años”.
Para agendar
“Todo es ficción” se puede visitar los lunes, miércoles, jueves y viernes, de 11 a 19, y sábados, domingos y feriados, de 11 a 20. Entrada general: $50. Reservas en la web.
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