Walt Whitman, un precursor inesperado de la dieta paleo
En una serie de artículos recién descubierta, el poeta norteamericano insiste en una alimentación a base de carne
En 1858, cuando Walt Whitman se sentó a escribir un manifiesto sobre la vida sana, dejó plasmados muchos consejos que parecen salidos de los infomerciales de la actualidad. "Que el grueso de la dieta sea la carne, y que excluya todo lo demás", escribió, muy a tono con los actuales seguidores de la dieta paleolítica. En cuanto a los pies, el poeta recomendaba "generalizar el uso" del calzado cómodo, "como el que usan los jugadores de béisbol", o sea, las zapatillas, y advertía sobre los riesgos de la inactividad física resultante del uso de los escritorios de pie tan comunes en el siglo XIX. "Para usted, oficinista, hombre de letras, persona sedentaria, hombre de fortuna, haragán, vaya el mismo consejo: ¡Arriba!", sentenciaba Whitman.
Esas palabras de Whitman, junto a las otras casi 47.000 palabras de una serie de artículos periodísticos llamada Manly Health and Training (Salud y entrenamiento masculinos), estuvieron perdidas por más de 150 años, sepultadas en un ignoto periódico que sobrevivió en unas pocas bibliotecas. La serie periodística fue descubierta el año pasado por un estudiante de posgrado que se topó por azar con una breve referencia en una base de datos digitalizada de ese diario y luego rastreó los textos completos en microfilm.
Ahora, esa mezcla de guía de autoayuda con manifiesto democrático de Whitman será publicada integralmente online en una revista especializada y algunos expertos ya lo consideran el mayor hallazgo sobre Whitman en varias décadas.
"Es realmente una obra nueva y completa de Whitman", dice David S. Reynolds, autor de Walt Whitman's America (Estados Unidos según Walt Whitman) y profesor de lengua inglesa en el posgrado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, quien no participó del hallazgo.
La serie, con sus disquisiciones sobre los fluidos corporales y "el gran mal norteamericano: la indigestión", corrobora lo imbuido que estaba Whitman de la ciencia, o pseudociencia, de la salud de aquella época. "Una de las convicciones nodales de Whitman era que el cuerpo es la base de la democracia", dice Ed Folsom, editor de The Walt Whitman Quarterly Review, la revista online que publicará los textos, y profesor de lengua inglesa de la Universidad de Iowa. "Esta serie es, al mismo tiempo, un himno al cuerpo masculino y una guía de cuidados de este, que para Whitman era la unidad más vital de la experiencia democrática."
La serie fue descubierta a mediados del año pasado por Zachary Turpin, estudiante de posgrado de lengua inglesa de la Universidad de Houston, mientras hurgaba en una base de datos digitalizada de periódicos del siglo XIX, donde iba ingresando los diversos seudónimos que Walt Whitman había usado en su prolífica carrera periodística.
Durante una de esas búsquedas, en la edición del 11 de septiembre de 1858 del diario The New-York Daily Tribune saltó una breve referencia a una serie de artículos sobre salud masculina escritos por un tal "Mose Velsor", uno de los seudónimos favoritos de Whitman, que comenzarían a salir próximamente en otro periódico, el The New York Atlas. Y si bien se sabe desde hace tiempo que sus cuadernos contienen el borrador manuscrito de un aviso publicitario de una serie sobre "salud masculina", los expertos no tenían idea de que efectivamente la hubiera escrito, ya que la mayor parte de la voluminosa obra periodística de Whitman se perdió. Cuando Turpin solicitó los microfilms de los ejemplares relevantes de The New York Atlas, que sólo sobreviven en unas pocas bibliotecas y no están digitalizados, se quedó atónito al descubrir una serie de 13 entregas. "Tardé como 24 horas en caer en lo que me había pasado", dice Turpin.
La lucha por la salud
La primera entrega de Whitman arranca con una nota oracular, exclamatoria: "¡Salud masculina! ¿No tienen esas palabras una suerte de encanto, de magia fascinante?", escribe el poeta, antes de abocarse a señalar el camino hacia "un cuerpo perfecto, una sangre perfecta".
La catarata de consejos que se subsiguen versan sobre el sexo, la guerra, el clima, los baños tonificantes, la gimnasia, el béisbol, el calzado, la depresión, el alcohol, el afeitado y los peligros de un "exceso de actividad cerebral y de preocupaciones", en una prosa por momentos divagante que abreva libremente, como señala Turpin en un ensayo introductorio, en las publicaciones pseudocientíficas que leía Whitman, como el Water-Cure Journal (Revista de Cura de Aguas) y The American Phrenological Journal (Revista Frenológica Norteamericana).
Como observa Turpin en su ensayo, si bien la mayoría de las exhortaciones son optimistas, algunas de las entregas tienen un trasfondo inquietante. En una de ellas, Whitman -que luego aborrecería la ordalía de sangre de la Guerra Civil- exalta las virtudes del boxeo a puño limpio (por entonces ilegal) con el argumento de que ayudaría a Estados Unidos a convertirse en una nación "dura, fuerte y combativa", imbuida de "amor por la lucha".
Pero lo más sorprendente, señala Reynolds, es el énfasis puesto en la moderación, y una visión holística de las relaciones entre la salud mental y la salud física, que contrasta con la abstinencia radical pregonada por los partidarios de las curas de aguas y los reformadores dietarios que florecieron por todo Estados Unidos a mediados del siglo XIX.
Whitman, que vivió hasta los maduros 72 años, abogaba en realidad por una vida de "levantarse temprano, salir a caminar, aprovechar los beneficios del aire libre, y hacer mucho ejercicio de moderada intensidad", señala Reynolds. "Son consejos que no le vienen mal a nadie."
Traducción de Jaime Arrambide
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