La Fundación Arte x Arte presenta una muestra con un centenar de fotografías que registraron una aventura creativa y grupal a comienzos de la década de 1940 en la región, y las películas realizadas a partir de esa experiencia
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Ensilla su caballo, comienza a cabalgar y hace girar con energía en lo alto sus boleadoras, mientras persigue a un avestruz por la pampa. Tras lanzarlas sobre el animal y celebrar su captura, grita de dolor al caer sentado sobre sus espuelas. Eso muestra una de las escenas de El Gaucho Goofy, un segmento de la película Saludos amigos, que tuvo su estreno mundial en Río de Janeiro hace poco más de ocho décadas. Ahora vuelve a proyectarse en una sala de la Fundación Arte x Arte, en Villa Crespo, como parte de una exposición dedicada al viaje mágico que la inspiró: el de Walt Disney y su equipo creativo por América Latina, a principios de la década de 1940.
En el marco del centenario de la legendaria empresa de entretenimiento fundada por el animador, guionista, actor y productor estadounidense, desde mañana se podrá ver con entrada gratis en Buenos Aires el registro de su recorrido por nueve países de la región, incluida la Argentina. Desde sus archivos en Burbank, California, llegó un centenar de fotografías que lo muestran en el campo vestido de gaucho; con su cámara en mano en la terraza del Hotel Alvear junto a Dante Quinterno, creador de Patoruzú e Isidoro Cañones, o revisando pinturas sentado en el piso con Florencio Molina Campos, autor de las ilustraciones de los célebres almanaques de Alpargatas.
Tan conocedor del tema era este último, que renunció a su asesoramiento para Disney cuando le mostraron las películas que recreaban la vida cotidiana de los gauchos. “Sintió lo que veía como una burla y se rompió la relación laboral, pero no la amistad entre ambos como se suele decir”, aclara a LA NACION Mariano Jorge, coordinador educativo de Arte x Arte. Descarta también como “un mito” las leyendas urbanas de que se inspiró en la República de los Niños para crear Disneyland o en el bosque se arrayanes de Villa La Angostura para crear la película Bambi.
Sí es cierto que trabajó en ese film en Buenos Aires el grupo de quince artistas, escritores y músicos con el que emprendió esta aventura etnográfica, impulsada en 1941 por el gobierno de Estados Unidos para promover un “buen vínculo” con los países latinoamericanos. Así lo recuerda en los textos de sala una cita el animador Frank Thomas, encargado de arreglar una moviola que se había roto en el viaje desde Estados Unidos. Tras reconstruirla la enchufó a la corriente de 220 voltios, el doble que se usa en Estados Unidos, y la máquina de montaje cinematográfico “despegó como un robot saltarín”.
“La razón obvia por la que estábamos allí era porque tenían una industria cinematográfica floreciente en Buenos Aires y había algunos dibujos animados muy buenos por ahí. Así que necesitábamos un lugar para mostrar cómo trabajábamos nosotros y cómo trabajaban ellos”, recuerda Thomas sobre aquel estudio improvisado en la terraza del Alvear, en una época muy lejana a las reuniones de trabajo virtuales, donde Walt Disney aprendió a bailar el gato y la zamba. Un vecino porteño les prestó un piano de cola para tocar música esa sala de techos altos con grandes ventanales, con puertas hacia un jardín donde se hacían demostraciones de danza y recepciones, dibujaban, escribían y recibían a periodistas, artistas, escritores, estudiantes y cineastas.
“Fue nuestra primera expedición de ese tipo, una especie de búsqueda de nuevas canciones, bailes, tramas y personalidades para nuestras caricaturas. Estuvimos allí varios meses, simplemente viendo países pintorescos, conociendo gente colorida”, dice una cita reproducida en una de las salas del propio Disney, que aceptó actuar como un “embajador de buena voluntad” de su país acompañado por el equipo y su esposa Lilly.
Tras las largas estancias iniciales en Río de Janeiro y Buenos Aires, el grupo se dividió en grupos más pequeños para recorrer en avión, ómnibus, tren y barco el norte y el centro de la Argentina, las montañas de Bolivia y Perú, los mercados de artesanías en Ecuador y Guatemala, y las islas frente a la costa de Panamá. Además de las grandes ciudades, visitaron pequeños pueblos, ranchos y estancias, y exploraron antiguas ruinas. Observaron las costumbres de la vida cotidiana, conocieron a artesanos locales y coleccionaron cerámica y artes textiles contemporáneos. Prestaron especial atención a la flora y fauna de los distintos países, para sumarlos a la colección animada de Disney.
Experto jugador de polo, Walt se entusiasmó al montar a caballo y se llevó de recuerdo a Estados Unidos una silla de montar. “En esta exhibición, que hace su debut mundial en Buenos Aires, podrán descubrir a Walt como pocas veces lo hemos visto: relajado, informal y aventurero, disfrutando de la emocionante oportunidad de experimentar, aprender y disfrutar nuevas culturas de primera mano”, dice Becky Cline, directora de Archivos de Walt Disney, en otra cita que recibe al público en la entrada.
Además de las fotografías, la muestra incluye otras sorpresas. Por ejemplo, el escritorio de madera que Disney usó para dibujar en el Alvear. Al apretar un botón cobran vida allí varios de sus dibujos, mientras una antigua radio emite las canciones de varias películas grabadas en la memoria colectiva global. Por las ventanillas de un avión recreado en una de las salas pueden verse tramos del documental Al sur de la frontera con Disney, realizado en base a filmaciones realizadas por el grupo, que también se puede ver entero traducido con lenguaje de señas para personas con discapacidad auditiva.
Con audioguias, señalización en braille y dispositivos para que pueda ser recorrida también por no videntes, la exposición incluye además un espacio dedicado a más de treinta bocetos originales, donde algunos personajes de Disney se pueden calcar para proyectar luego esos dibujos sobre la pared.
Lo más emocionante, sin embargo, es entrar a la sala de cine para sentarse a oscuras para ver Saludos amigos (1942) y Los tres caballeros (1944). La primera rompió todos los récords en los países sudamericanos donde se estrenó, y ambas (disponibles también en Disney+) cosecharon varias nominaciones al Oscar. Guiados por la versión gauchesca de Goofy, el Pato Donald, un papagayo inspirado en Brasil y otro animal parecido a una gallina, podemos volver a la infancia en un viaje mágico por América Latina.
Para agendar:
Walt Disney y El Grupo: un viaje por Latinoamérica, desde mañana hasta el 30 de abril en Arte x Arte (Lavalleja 1062, CABA), con entrada libre y gratuita. De martes a domingos de 14 a 20. Visitas guiadas los viernes, sábados y domingos a las 17.
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