Vueltas y ritmos de un poeta
El retorno de Hugo Gola a su Santa Fe natal, tras las décadas pasadas en México, se corona con Resonancias renuentes, última prueba de una obra lírica concentrada y etérea
Resonancias renuentes
B orges, que soñaba con que el infinito se concentrara en un solo punto - acaso inspirado por aquella frase del Hamlet , de Shakespeare, que cierta vez citó: "Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme el rey del espacio infinito"-, imaginó el Aleph, o la moneda Zahir, o el libro de arena, o la incesante memoria de Funes, pero también la poesía de los "urnos", que constaba de una única palabra que podía representar el Todo. ¿Podríamos imaginar los lectores, como un ansioso juego inútil, las palabras clave, los nombres que concentraran las obras de algunos poetas? Octavio Paz es poeta de la "otredad" y Neruda de la "materia" -terrestre, oceánica, pétrea, elemental-; Vallejo inventó "Trilce", Huidobro "Altazor" y Girondo la "masmédula"; el Individuo, el " myself " de Whitman se pluraliza en el "heterónimo" de Pessoa; el spleen es baudelaireano; la "Idea" de Mallarmé se torna "cosa" u "objeto" en Ponge. Nada cuesta imaginar que en la poesía de Hugo Gola (Santa Fe, 1927) reverbere la palabra "vuelta".
El dinamismo de la vuelta es a la vez espacial y temporal: hay una vuelta porque hubo una ida, hay un regreso porque hubo un comienzo, hay una resonancia porque hubo un sonido inicial. Esa lógica poética domina la concepción del poema de Gola y en el vocablo Retomas , título de su libro anterior (publicado en 2008), prevalece la idea del retorno, que era evidente, por ejemplo, en un poema de aquel libro, "Rotación". Se trataba de recuperar, de "retomar"algo que se redescubre en el pasado y que se prolonga en el presente, algo imperceptible salvo para el poema, hallado en la vuelta: a la vez rotación y retorno, en el "más allá de la apariencia".
Cada vuelta es a la vez repetición y metamorfosis. Allí se produce la gran paradoja que la poética de Gola revela y que Resonancias renuentes explora con extremada sutileza: todo comienzo, que puede vivirse como una epifanía, una irrupción, un incremento de lo real, se revela como tal bajo alguna forma de su retorno -ya sea en un recuerdo, en el efectivo regreso, o en un poema que nombre la evocación-: "en cada vuelta/ todo florece de nuevo/ en cada nueva vuelta/ del sol/ todo se construye otra vez".
Pero esta vuelta, este retorno, ya transforma el comienzo y, a menudo, algo de él, o acaso todo, fuga o se pierde; algo, irremediablemente, se resiste a entregarse, a revelar su singular núcleo de sentido para restaurar la permanencia y, finalmente, vencer al tiempo en el ciclo de la vida y de la muerte: "imágenes del retorno/ de la pérdida total/ y del retorno/ del fin y del comienzo/ vida y muerte/ son acaso sólo rostros de una misma realidad?/ fases sucesivas de una permanencia?". Por eso aquello que nombra el poema es la repetición de un hecho que ya ha sido y sin embargo nombra otra vez, como de vuelta a la vida. Resonancia: "apenas un eco/ de un sonido/ anterior/ sin el cual no existiría".
El poema, en efecto, es así resonancia , pero renuente , es decir, dificultosa, trabajosa para ser alcanzada, elusiva y fugaz. De ese comienzo, donde lo real esplende, la palabra elegida para nombrarlo nunca es un acto virginal y genesíaco, sino un trabajo poético, un hacer (la póeisis ), que obra por incesantes rodeos para capturar aquellas filtraciones del sentido, su decantado residuo: "no quisiera/ que arraigue/ una ocurrencia que suele/ repetirse/ la de la belleza/ nacida del milagro/ detrás de la palabra/ elegida/ hay montañas océanos/ de dudas/ la incertidumbre es la constante/ idas y vueltas / desolación sin fondo/ cada término/ que llega hasta el final/ cada sonido aéreo/ que se agrega/ no vienen del milagro/ llegan después/ de infinitas filtraciones". Filtraciones es el título de un volumen de 1996 que Gola repitió para su obra reunida, publicada en 2004. Así sus tres últimos libros acentúan en sus títulos esas nociones centrales de su poética: filtraciones, retomas, resonancias.
Resonancias renuentes consta de dieciocho poemas que no superan las dos páginas cada uno, con esa modalidad característica del último Gola: versos breves, sin puntuación, en los cuales las palabras parecen oscilar entre los blancos, y se dibujan como la figura de un zigzagueo fluyente, o acaso mediante un avance y retroceso en su disposición en la página. Ese ritmo espacial -ya que no hay rimas ni juegos fónicos en la poesía de Gola, y su dicción es austera y como asordinada- conviene a ese tono reflexivo e interrogativo, que a veces cuestiona de inmediato su propia afirmación o la invierte, como si todo aserto literalmente tuviera un contrapunto, un ida y vuelta: "la muerte/ el origen de la vida/ la vida/ el umbral de la muerte?/ ?en el principio/ está su fin/ en su fin está/ su principio'?"
La vuelta a una escena originaria en el poema no es sólo un aspecto conceptual en este libro, sino también conforma un imaginario. Gola evoca "los primeros pobladores de la zona" en la llanura abierta de Santa Fe, la expansión en los espacios vacíos, la ciudad alzada frente al río, los caballos salvajes, los mojones: "no es posible olvidar ese comienzo/ está enredado en las vueltas/ y revueltas de la sangre". Pero esa evocación no tiene el aliento épico y promisorio de los colonos de José Pedroni en Monsieur Jaquín, ni el gesto nostálgico de Jorge Isaías en Crónica gringa -ambos santafesinos-. El espacio de Gola es una relación de fuerzas, un desafío, un llamamiento, y tiene la potencia imaginaria y a la vez abstracta del paisaje de Juan L. Ortiz, una "orilla que se abisma"; o la dimensión fenomenológica de la "zona" o el "lugar" de Juan José Saer. De inmediato ese espacio se vuelve palabra, relato, poema: ese principio, ese comienzo es la ocasión de un regreso material -otra resonancia, aunque no menos conjetural ni renuente-. Su materialidad ("la movediza materia del entorno") se extiende a los poemas donde la naturaleza es la investidura de lo real: el verano ardiente, los vértigos imprevistos de los pájaros, el hilo resistente de la araña, los pedregales atónitos junto a los riachos, los abandonos de la tierra, los cielos desgarrados. "La realidad -repite Gola- la realidad/ una manera de mirar". Esa mirada es invención, imagen cargada de materia y sutilizada en ritmo, forma, poema: la vuelta al origen hace que en la poesía "las mismas cosas pueden ser otras" y el mundo resuene, renacido una y otra vez y, al fin, se vuelva una "imagen quieta/ desbordada de sí", que "perfora el tiempo/ y lo aprisiona".
Este volumen se enriquece con una sección llamada "Voces", precedida por una pintura a color de Hugo Padeletti (que también ilustra la tapa). Incluye una carta sobre el libro del poeta y crítico uruguayo Eduardo Milán, un texto del propio Gola sobre su primer poema y un brillante reportaje de Osvaldo Aguirre al poeta, donde revela claves de su arte. Milán finaliza su texto así: "Si defendiera la obra te diría que es una obra maestra. Pero como no creo ya en eso te digo que es un trobar total". Ese entusiasta circunloquio autoriza a repetir: Resonancias renuentes es la nueva obra maestra de uno de los grandes poetas argentinos.
Donde no reina la voluntad
Hace poco más de un año el poeta Hugo Gola estaba aún radicado en México, pero ya manifestaba su deseo de regresar a su provincia natal, Santa Fe. "Me gustaría volver porque siento que en el país hay una especie de cobijo: la patria para mí es ese cobijo. Fuera de eso, estoy a la intemperie", dijo. Y ahora Hugo Gola está de vuelta en Santa Fe, desde febrero de 2011. En aquella ocasión así nos hablaba sobre la escritura poética: "Escribir genera una situación placentera, no angustiosa. Más bien hay angustia cuando no escribo, porque uno nunca sabe si volverá a escribir. Incluso he pasado muchos meses en los cuales no podía escribir absolutamente nada y, de pronto, todo comenzaba de nuevo. Creo que eso se debe a una característica personal, pero también al hecho de que considero la poesía como algo donde nada puede hacerse con la voluntad. Es un fenómeno que se produce de una manera espontánea, natural, y que a veces es provocada por las cosas más inesperadas: una palabra, un gesto, un rostro..."