Voluntad de ruptura
Neón
Por Liliana Heer
Paradiso
$28
"¿Cómo disponer la trama propensa a lo concreto en una superficie sin límite?" Violar los límites del relato, tender una escritura continua que agote las posibilidades; tal parece ser el programa de Neón, último libro de Liliana Heer, que ensaya una lid entre novela y poesía.
La trama existe, aunque solo sea para que la violencia del lenguaje poético caiga sobre la ley de los géneros. Neón esboza, en sus núcleos narrativos, una novela de aprendizaje atroz. En una prisión, un triángulo de dominación se establece entre un "colono" indultado, la Celadora y el Alcaide de la prisión, quien la había tomado a su cargo desde que fuera arrancada del vientre de su madre muerta, y a quien la ha sometido a abusos sexuales asumidos con naturalidad. La violación de esa anécdota narrada con frialdad se torna metáfora mayor de la "vejación" formal del texto, que se vuelve sobre sí y retoma las escenas narrativas "puras" como materia poética, o reflexiona sobre el acto de su escritura: "El ámbito del relato es una membrana bilabiada/ [...] como el iris de un felino o el himen más barroco".
El trabajo del texto hace, de la violación de géneros, equilibrio formal. Si de un lado la acción avanza suturando las escenas para reconstruir el relato como un órgano virgen ("ella/ cose/ el himen/ de la novia/ de los presos"), del otro, la versificación y la estructura rítmica desetabiliza el sentido y opaca la anécdota para "seguir la secuencia, el vibratum de la voz". Un tercer nivel, la autoreflexión del texto, enseña a leer el juego de estabilidad y derrumbe: "Esa es la clave para entender algo:/ adquirido un montículo ruedan los soportes arenosos".
El efecto del trabajo verbal sorprende. Por momentos la poesía condensa conceptualmente los hechos ("Vigilancia/ extorsión-punición-purgación/ delito genérico") o los reduce a la palabra (sorber, tragar, toser); en otros logra una efectividad narrativa notable, como cuando se relata un motín: "Desborde./ [...] Heridas de primer y segundo grado./ Fuego./ En un instante, las mesas, los bancos, las ollas, los cuencos./ Revertido el dominio, la coerción, la fuerza."
Esta literatura hiperconciente arriesga su voluntad de ruptura. Después de las vanguardias, después de Joyce, la "metaliteratura" es ya un género con sus lugares comunes. Pero el texto de Heer no se deja atrapar y sospecha con ironía de su propio Narrador, que asume el regodeo en la oferta incumplida: "Sin duda el Narrador tiene un alma de Don Juan, le gusta prometer pero ¿hasta cuándo?". Una operación que conoce su juego: "¿Acaso el Narrador no tiene todos los derechos, es decir, ninguno?"
La escritura minuciosa de Heer, con humor exasperante, consigue extender la violencia del experimento y "estar siempre en otro sitio", con la sospecha de que una literatura exangüe se revitaliza cuando se la violenta con habilidad y perseverancia: "Un agujero por vez/ Siempre hay una página siguiente/ ya habrá tiempo de recomponer/ la última agonía."