Vislumbrar el futuro para comprender el presente
Fue el poeta francés Paul Valéry quien a comienzos del siglo XX, al observar los cambios vertiginosos que se sucedían en todos los campos, acuñó una frase que guarda vigencia para cualquier época: el futuro ya no es lo que era. Resumía así las incertezas intelectuales de su tiempo, en el que las percepciones que se habían tenido se veían dramáticamente trastornadas.
El ejercicio de intentar anticipar el futuro es siempre tan riesgoso como necesario. El resultado nunca será preciso respecto del porvenir, pero echará, al menos, buena luz sobre el presente. Basta recordar el afiche de Metrópolis (1927), con sus rascacielos encimados y el primer plano de un robot de aspecto humano, para vislumbrar las fantasías y los temores que el futuro despertaba en Fritz Lang y en los expresionistas de una generación diezmada pocos años antes por el poder sin precedente de la guerra moderna. ¿Cómo podía la generación de Verdún imaginar el futuro con optimismo?
¿Acaso, algunas décadas antes, cuando la tormenta de la guerra no asomaba aún su ominosa sombra sobre Occidente, a Julio Verne las maravillas de la era industrial no lo habían convencido de un futuro colmado de prodigiosos adelantos técnicos?
Intentar asomarse al año 2069, cuando medio siglo nos separará del presente –el mismo plazo que hoy nos distancia de la fundación de esta revista, en julio de 1969–, permite descubrir nuestras actuales esperanzas y nuestros oscuros temores. Aunque las preguntas que hoy nos hacemos sobre el futuro en diez años quizá ya no sean las mismas, en la búsqueda de esas respuestas encontramos claves sobre el tiempo que habitamos.
Si en el número anterior de LA NACION revista retrocedíamos a 1969, hoy nos asomamos al futuro con el vértigo de quien se asoma a un abismo. ¿Se encontrará una cura para enfermedades frente a las que hoy somos impotentes? ¿Qué comerán nuestros hijos? ¿Cómo se librarán las guerras? ¿Existirá el dinero? Joaquín Sánchez Mariño investigó lo que actualmente conocemos sobre estos temas para acercarse a una respuesta posible a los grandes interrogantes de la humanidad.
En tanto, Ricardo Sametband investigó lo que en el pasado supusimos que sería el futuro. Desde ya, los autos voladores están incluidos. Y Delfina Krüsemann entrevistó a Brad Smith, el presidente de Microsoft, uno de esos gigantes que no solo imaginan el futuro, sino que lo construyen, para indagar en la Inteligencia Artificial, esa posibilidad tecnológica que nos enfrenta a aquel robot de Metrópolis.
Escapemos por un rato del presente para soñar con el futuro. Intentémoslo antes de que vuelva a cambiar.