Villoro: "Los libros eligen a sus lectores"
Susana Reinoso LA NACION
Ningún género le es ajeno al escritor mexicano Juan Villoro. Y él se atreve con todos, por eso tanto puede ser un artista de la crónica periodística, como del cuento, la novela o el guión. Y aún le quedó tiempo en su vida para ser diplomático. A los 51 años, Juan Villoro ya tiene su estrella en el paseo de la fama de los intelectuales más reconocidos de América latina.
Llegó a Buenos Aires para participar del Festival Internacional de Literatura (Filba), donde se presentará el sábado próximo, para hablar en un panel sobre la crónica periodística. Y el domingo, a las 18, será parte de un homenaje a Roberto Bolaño.
En diálogo con LA NACION, el autor de El testigo analizó la grave situación política en México, donde vive. Habló sobre la influencia de Borges, Cortázar y Arlt en su escritura. Dijo que los talleres literarios son una variante de psicoanálisis exprés y anticipó detalles de los libros que presentará en la Feria Internacional de Guadalajara, a fin de mes.
Son dos obras conectadas con el placer de la lectura. Un ensayo que recorre algunos de sus libros predilectos y el otro para niños, titulado El libro salvaje, plantea la historia de un libro que no se deja leer hasta que un niño lo conquista. "Yo creo que los libros escogen a sus lectores", comenta Villoro, siempre con una dosis de humor brillante que lo define.
¿Para qué le sirve un festival a un autor?, preguntó LA NACION. Villoro dijo que, "como todas las cosas en la vida, puede estimular mucho o puede acabar aniquilándote. Es una extraordinaria oportunidad para dejar de escribir, porque si te portas bien, te invitan a otros. Ese sería un efecto negativo para los escritores que quieren escribir. Pero hay otros que quieren promoverse".
Para el autor de Los culpables, "los festivales en pequeñas dosis suelen ser estimulantes, porque te sacan de ti mismo. Vivo en un país donde la seguridad se ha vuelto un asunto acuciante y muy complejo. Eso te invade tanto, que te impide pensar en otra cosa".
De inmediato la charla derivó a los talleres literarios. ¿Acaso proliferan porque fracasó el psicoanálisis? Dice Villoro que "estamos en una era de cierto descaro del yo. Basta ver los reality shows, para darse cuenta hasta donde se puede llegar en la exposición de la individualidad. Parecería que una persona que no se expone, no se realiza como tal. En parte, los talleres literarios pertenecen a esta terapia. En ocasiones necesitamos que nos agiten para cambiar de ideas. Solemos tener demasiadas ideas preconcebidas, producto de la excesiva atención a nuestra circunstancia".
Villoro ha impartido estos talleres y conoce sus secretos: "Sé que tienen algo de terapia de grupo, porque el primer impulso para escribir puede ser el desahogo. Pienso que cuando uno escribe se produce el proceso opuesto al de la confesión religiosa. En un confesionario, alguien se descarga de culpa y lo dice todo para obtener una expiación. En cambio, el que escribe literariamente se responsabiliza y deja un testimonio. Hay por un lado una catarsis individual, psicoanálisis exprés. Pero a su vez queda una constancia que responsabiliza al alumno y eso no siempre es positivo".
Con el correr de los años, dice el escritor, "alguien se pasa tiempo tratando de borrar las huellas que dejó en un taller literario. En un texto satírico yo propuse crear una academia de la inhibición. Después de tantas invitaciones a que nos expresemos de la manera más desaforada posible y a que tengamos nuestro yo en una vitrina, vale la pena acostumbrarnos a guardar silencio sin sentirnos acomplejados ni fracasados".
-¿Qué rasgos comunes o distintivos registra la literatura latinoamericana contemporánea?
-Hay muchas diferencias y algunos caminos más o menos comunes, con una tentativa metaliteraria, como la literatura de Magris o Vila Matas. Por otro lado, hay una línea de escritura que le da mucho peso a la narración, como la de Roberto Bolaño. Yo me siento en esa línea. No se trata sólo de contar una trama sino de agregarle un misterio a esa trama. Luego advierto una tendencia fuerte a hacer una literatura muy relacionada con el mundo de la información, la cultura de masas. Y otra que transgredí los géneros. En ese variado panorama, creo que hay afinidades entre distintos escritores.
-Dice Fernando Vallejo que es usted uno de los grandes cronistas de América latina. ¿Por qué los editores dicen que la crónica no vende ?
-La crónica pertenece a los grandes misterios latinoamericanos y sus contradicciones la hacen un género muy latinoamericano. Por principio, la realidad de nuestros países se presta para la crónica porque la ésta pide ser investigada, en contra de los discursos oficiales que dan una idea maniquea y propagandística de la realidad. Al mismo tiempo, desde punto de vista cultural, la crónica tiene prestigio, porque ningún jefe de redacción o ministro de cultura se atrevería a decir que la crónica no tiene sentido porque sería como decir que su realidad no tiene sentido. Yo he conocido a mucha gente en el periodismo latinoamericano que encomia la crónica periodística, pero elige dedicarse a las noticias de coyuntura, puras y duras. La crónica goza del ambiguo prestigio de que es respetada pero tiene poco espacio donde ejercerse. Veo el tema con preocupación. Hay un temor creciente en la prensa escrita en competencia con Internet y la información en línea. La paradoja es que la mayoría de los periódicos siguen viviendo de la publicidad en formato papel. Sin embargo tienen cada vez más lectores en red. Hay una tendencia a pensar que el futuro de los lectores estará en la Red. Y por lo tanto, los periódicos se parecen cada vez más a un sitio web. Es un periodismo cada vez más resumido, con imágenes y links, asemejándose desde el papel a esa cultura del porvenir que es la informacion en red. Esto es absolutamente esquizofrénico. Porque es como si la pintura, con la aparición de la imagen, quisiera parecerse a la fotografía. Justamente, cuando la fotografía desató otras posibilidades de la pintura, como el cubismo o la abstracción. Yo creo que la muy eficaz información en Red debería enfatizar los recursos propios del periodismo impreso y profundizarlo. Con ese soporte magnífico, los periódicos podrían liberarse de ir minuto a minuto y concentrarse en un periodismo más profundo. En ese sentido, la crónica ofrece otras ventajas. Puede confirmar la información con la subjetividad emocional, los sucesos colectivos con destinos individuales, como no pueden hacerlo ni la información dura ni la estadística. Sin embargo, por el momento, parece que el periodismo está desconfiando de su propia fuerza y yendo en sentido contrario.
-Borges, Cortázar y Arlt. ¿Ha influido esa tradición argentina en su literatura?
-Una de las cosas más interesantes de la tradición es que está abierta. No veo que haya una noción de clausura. Muchas veces pensamos que los autores del pasado tienen un sitio inmanente del que ya no se van a mover. Una de las cosas más interesantes de la reflexión literaria es que desde el presente afectamos lo que pasó antes. Pro eso hay autores que no valoramos antes y que ganan protagonismo ante nuevas interpretaciones. Arlt es un autor imprescindible para entender la modernidad de la ciudad, es una mirada pop antes del pop que recuerda los dilemas morales dostoievskianos, su lenguaje popular. Luego me encanta su idea de reunir, de manera improbable, grandes inventos para cambiar la humanidad y situarlos en un garaje de barrio de buenos Aires. Esta vinculación entre el barrio y los grandes problemas del Universo me parece extraordinaria. Curiosamente, Borges tiene un contacto con esto. Si pensamos en El Aleph, Borges lo sitúa en un desván de un barrio porteño y mezcla todos los puntos del tiempo en un solo sitio. Pro supuesto que la impronta de Borges es inescapable. Sólo unos pocos escritores asocian su nombre a la suerte de una lengua. Más aún, la realidad se ha vuelto borgeana. La realidad se le parece mucho. En cambio, Cortázar es el autor de mi juventud. Apareció como ese escritor que me situó entre la realidad y lo fantástico. De alguna manera era un escritor que permitía llegar a un universo cautivante por sus valores culturales. Era como un gran almacén de la nueva cultura. Cualquier aprendiz de bohemio de mi edad se enamoraba de Cortázar.
-¿Están tan mal las cosas en México con el control de la vida pública por el crimen organizado?
-Estamos viviendo un momento muy delicado. Durante 71 años tuvimos el PRI en el poder que ejerció un orden en la impunidad. Había una manera de controlar la seguridad que no pasaba por la transparencia. Una vez que hubo alternancia democrática en 200 se desmontaron ciertos mecanismos de impunidad pero no fueron sustituidos pro una fiscalización ciudadana. Muchos mandos policiales se reconvirtieron en jefes de carteles y el narcotráfico ha crecido. El gobierno de Felipe Calderón llegó al poder, debilitado y no ha podido establecer acuerdos con otros sectores. Hay una guerrilla fuerte, el del Ejército Popular Revolucionario, que hizo un atentado. Y Calderón para reafirmar su fuerza mandó el Ejército a patrullar el país, señalando que estaba dispuesto a combatir el narcotráfico. Anunció una política de fuerza sin tener la fuerza. Están muriendo entre 3000 y 4000 ejecutados por año. Esto involucra en todo el país. Ha habido casos de narcoterrorismo. Y no ha habido una capacidad de respuesta social grande. Las marchas muestran la indignación. México es el país más peligroso para ejercer el periodismo superando a Irak. Es una situación muy grave. Y en las últimas semanas, por primera vez, hubo golpes contundentes contra el narcotráfico.
-¿Celebran el cumpleaños 80 de Carlos Fuentes a lo grande no?
-Así es México, el drama es el apocalipsis y la alegría, el carnaval. Como nuestra realidad es tan desgajada, cuando se juntan el apocalipsis y el carnaval, todo tiende al caos y al despropósito. En un autor totalmente desaforado, el festejo no podía ser de otra forma. De los tamales, como decimos nosotros, va a haber de chile, de dulce y de manteca.