Vidas y obras de Mario Levrero
La narrativa del escritor uruguayo, tras la publicación póstuma de La novela luminosa, es insistentemente señalada como una de las más originales y misteriosas del continente; Elvio Gandolfo releva las diversas etapas de esa producción, en este adelanto de la clase magistral que brindará hoy en el Centro Cultural San Martín
El escritor uruguayo Mario Levrero (1940-2004) mezcló de manera inextricable la imaginación, la experimentación, un uso creativo de géneros como la ciencia ficción y el policial, y su propia vida en su obra. De ella destacan a primera vista su famosa "trilogía involuntaria", y una etapa final de tono distinto, ejemplificada por El discurso vacío, y su extenso libro póstumo La novela luminosa. Además fue historietista, creador de acertijos y se interesó en la parapsicología, sobre la que escribió un manual. En su producción hay varios títulos más dignos de destacar, en particular cuentos, y algunos aún inéditos, a punto de aparecer, como sus recuerdos de Burdeos.
Cuando se me ocurrió el título Vidas y obras de Mario Levrero, que aquí utilizo, usé algunos de los talentos promocionales desarrollados como periodista o crítico, o director de alguna revista cultural o colección de libros de género. Desde luego no se trataba de que Mario Levrero (o Jorge Varlotta, su verdadero nombre) hubiera tenido vidas distintas. A pesar de lo que afirmaran verbalmente algunos de sus críticos y enemigos, no estaba loco y no tenía personalidades distintas. Tuvo una sola vida, como todo el mundo. Claro que la creatividad le permitió tener no sólo varias vidas, sino también expresadas a través de muy distintos campos creativos: la literatura ante todo, la historieta, el humor profesional con fecha de entrega, el cine, la plástica. El término "vidas" tenía que ver con los sucesivos periodos geográficos y biográficos, y su relación con los pasos sucesivos que dio esa obra tan compleja. En mi carácter de amigo, y de participante en muchas de las empresas editoriales o amistosas que lo acompañaron, tuve un conocimiento un poco más cercano de los distintos planos y personas que se fueron mezclando. La necesidad de releer su obra para, por ejemplo, compilar una reciente selección de cuentos editada por el diario El País y la editorial Banda Oriental me hizo más clara esa división. También el modo en que el conocimiento tanto de su persona como de su obra se fue haciendo más abundante a partir de la difusión que se produjo después de su muerte en 2004.
Al preparar una compilación de entrevistas a Levrero, uno de los entrevistadores me comentó, por ejemplo, que lo que había grabado era mucho más extenso, pero que el propio Levrero le había pedido que no difundiera lo que habían hablado sobre su primera etapa, de niñez, adolescencia y juventud. Al parecer le provocaba resquemores varios. Así que pensé en ésa como la primera vida y la titulé: "Semisecreta: entre 1940 y 1965". Tenía algunos datos: el padre trabajaba en las grandes tiendas London-Paris, la madre era al parecer sobreprotectora y había hecho que dejara de ir a la escuela por un soplo al corazón. De todos modos los datos provenían del propio Levrero, y también otros más inmediatos y palpables (como un elefante de plata y un bochón de vidrio) estaban dispersos en obras como Todo el tiempo o Desplazamientos. El hermoso barrio de Peñarol había jugado un papel particular. También, hacia el final, el balneario de Piriápolis, adonde él y los padres iban de vacaciones.
A la segunda vida de Levrero la denominé "Explosión", extendiéndola de 1965 a 1985. Fue la época de gran producción, sobre todo a partir del aliento que le dio el Tola Invernizzi, un personaje de perfil casi mítico enraizado en Piriápolis, que operó como una especie de padre creativo. La vinculación con la revista Los Huevos del Plata de Clemente Padín primero, y con Marcial Souto como editor después, le dio canales de difusión firmes de sus primeros relatos y de la más tarde célebre "trilogía involuntaria", compuesta por La ciudad, El lugar y París.
A su vez se produjeron los primeros desplazamientos fuera de la matriz uruguaya: a Rosario por unos meses en 1969 y después a Burdeos, Francia, por unos meses más en 1972 junto con Marie-France, que trabajaba en la Alianza Francesa de Montevideo (cuya revista Maldoror fue un refugio para sus textos), y con la que se fue cuando ella volvió a su país. Por último, el conocimiento necesario para afirmarse dentro de una obra que incluía la exploración y búsqueda de sí mismo como un eje central le fue dado por un grupo creciente de amigos, que iban y venían desde y hacia su departamento de la calle Soriano 936.
Algunos de ellos, en especial Souto y Jaime Poniachik, se trasladaron a Buenos Aires, lo que posibilitó sucesivas ediciones de textos cortos o de libros, incluido Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo, de un perfil tan original que cuesta imaginarlo editado con rapidez en otra época o entorno. En la propia Montevideo conoció la experiencia de escribir periódicamente para la revista de humor Misiadura, suplemento de un diario de izquierda, donde integraba un grupo muy particular con sus amigos Carlos Casacuberta y Rubén Gindel, autores los tres de un humor surreal, inteligente y a veces salvaje. En 1982 aparece El lugar en la revista El Péndulo, que Souto había logrado convertir en una especie de súper revista literaria, a partir de la vinculación con una ciencia ficción sobre todo anglosajona. Un género también sometido en ese entonces a tensiones abundantes con la literatura a secas, a partir de revistas como Galaxy o The Magazine of Fantasy and Science Fiction en Estados Unidos (con sus reflejos locales: Más Allá y Minotauro) y New Worlds en Inglaterra. Tanto Philip K. Dick como J. G. Ballard fueron leídos en el Río de la Plata como grandes autores a secas, sin distinción de género, tanto por el entorno de Levrero como por él mismo. A su vez el sello El Cid Editor, en una colección dirigida por Jorge Sánchez, difunde en 1980 París, una novela fundamental de Levrero, aceptada con mayor lentitud por su invención potente y relacionada con la literatura fantástica. A esa altura era conocido y entrevistado en ambas orillas, y el sello uruguayo clásico Banda Oriental publicaba Todo el tiempo, con tres relatos vinculados de modo fuerte con su biografía. Todo ello no fue obstáculo, ayudado por el entorno dictatorial en ambos países, para que Levrero se viera cada vez más acorralado por la penuria económica. Complicada a su vez por una operación de vesícula que para él fue una experiencia larga y agónica, aliviada por la compañía de su joven mujer de entonces, Lil. En 1985 su amigo Jaime Poniachik lo invita a trabajar en las exitosas revistas de acertijos que editaba junto con Daniel Samoilovich en Buenos Aires.
Eso da origen a la tercera vida de Levrero, que denominé "Trabajo y gran ciudad. 1985-1988", y que fue tan corta como inspiradora en su último tramo. Levrero descubre que puede ser un trabajador eficaz, a tal punto que pronto termina por dirigir una de esas revistas de acertijos. Mejora notoriamente su posición económica, puede adquirir ropa, libros, alquilar departamentos antes inalcanzables para él. Le gusta el olor de los subtes, se hace de amigos fieles (un talento de toda la vida, al menos la posterior a la "semisecreta") y hasta vive el reconocimiento de dos escritores locales para él desconocidos en el restaurante Pippo, después de la publicación de un reportaje con foto en la revista El Péndulo. El precio que debe pagar es alto: deja de escribir literatura casi por completo. Pero la salida del bloqueo fue fulgurante: "El diario de un canalla", escrito entre 1986 y 1987, y terminado en 1991. Es el comienzo de una etapa estilística final (mezclada con las otras que fue desarrollando a lo largo de su vida, que seguían), basada en el registro de la realidad más inmediata, aunque potenciando en vez de limitar su capacidad de abarcar diversos planos. Se continuaría en el magistral El discurso vacío, y culminaría con la monumental La novela luminosa, de aparición póstuma e impulsora de su difusión multinacional reciente. Hacia el final del período la amistad de siempre con Alicia Hoppe se convirtió en vínculo sentimental, y al fin regresó con ella y su hijo Juan Ignacio a Colonia, Uruguay, donde Alicia ejercía como psiquiatra.
Aparece así la cuarta vida: "Ciudad pequeña y vida familiar", que va de 1989 a 1992. Una vez más Levrero se inserta con energía y vínculos amistosos crecientes en la vida más inquieta y creativa de la sociedad local: termina por dar sus primeros talleres de literatura (inspirado por su amiga Helena Corbellini), participa en las actividades de un cineclub del lugar. Vive primero en una casa grande ubicada en una depresión del terreno, a cierta distancia del centro, y después en un amplio caserón de dos pisos de la calle 18 de Julio, cerca del puerto, convertido hoy en el "hotel boutique" Le Vrero. Mientras Alicia Hoppe va y viene de Montevideo, establece una relación paterna importante con Juan Ignacio, queda deslumbrado por la aparición del video y lo usa para sesiones cinéfilas con él. Lo visitan a menudo amigos o conocidos de todo el mundo, en especial de la Argentina (entre otros, Eduardo Abel Giménez, amistad firme establecida en su trabajo en Buenos Aires) y comienza a colaborar con regularidad en El País Cultural de Montevideo, donde escribe incluso una nota sobre escritores argentinos recientes: César Aira, Daniel Guebel, entre otros. Aun así, llamó en algún reportaje a ese período "mi temporada en el infierno". No es de sorprenderse que al fin se mudara y regresara a la ciudad de Montevideo, clave de gran parte de su obra.
Esa quinta y última etapa en que dividí su vida única la titulé "Otra vez Montevideo y computadora", y se extendió desde 1993 hasta 2004, el año de su muerte. Primero vivieron los tres en un amplio departamento de la avenida Brasil, junto a una gran estación de Texaco, cuyo logo rojo brillaba en la noche. Después en otro aun mayor en 18 de Julio, "la tradicional avenida" céntrica, en su zona del Cordón. A esa altura había establecido desde hacía tiempo una relación no sólo amistosa sino también creativa con Leo Maslíah, con quien produjo algunas canciones y otras colaboraciones, en la revista Posdata, que fue esencial para Levrero, y donde aparecieron sus abundantes "Irrupciones". El sello Trilce se convirtió en su editor, con tapas de Pablo Casacuberta, también múltiple creador (escritor, cineasta, plástico).
En medio de ese período Levrero estrechó los vínculos con una competidora femenina de peso de las mujeres reales: la computadora. El proceso de absorción es uno de los grandes ejes de La novela luminosa e incidió en todo: el deslumbramiento lo llevó a filtrar gran parte de su vida a través de ella, su producción de programas para tareas específicas le comía mucho tiempo, y hasta sus talleres pasaron en gran parte a ser virtuales, digitales. Sobre todo cuando se separó de Alicia y estableció una relación con la joven escultora denominada "Chica lista" en su último libro, ya mudado al departamento final de la calle Bartolomé Mitre, en la Ciudad Vieja. La obtención de la Beca Guggenheim le resolvió buena parte de sus problemas económicos, e impulsó la escritura de La novela luminosa, que aparecería póstumamente. En agosto de 2004 fallece, después de dejar la mayoría de sus asuntos en orden. El velorio fue multitudinario, recorrido en especial por gente joven amiga o de los talleres. Poco después comenzaría una especie de explosión que haría resonar su nombre en toda América Latina y España, impulsado por las ediciones de Mondadori, que a su vez provocarían múltiples ediciones de sellos rioplatenses.
Lo que quiero hacer en esta oportunidad es ir recorriendo esas vidas y obras haciendo mención a todo un "circo Levrero" (me suena mejor que la culta denominación "círculo Levrero"; además él amaba el formato "circo", según se ve en "Ese líquido verde" o en "Alice Springs"), donde aparezcan los editores, amigos, tapistas, damas, bufones, intermediarios, anunciadores y demás personajes de todo un período, hasta donde la memoria me lo permita.
EL LUGAR
- Mario Levrero
Debolsillo
Esta novela de la "trilogía involuntaria", apareció en 1982 en la legendaria revista El Péndulo. En esa suerte de fusión o indefinición de géneros que proponen algunos de los libros del autor, un hombre despierta vestido en una habitación que no reconoce. Más tarde decidirá investigar cómo llegó hasta allí, volviéndose una especie de detective que oscila entre los sueños absurdos y la ciencia ficción.
Un silencio menos
- Elvio Gandolfo (Compilador)
Mansalva
Se supone que a Levrero no le gustaban las entrevistas, algo que desmiente esta preciosa antología de diálogos que muestra al escritor como un conversador claro y de salidas originales. Al chileno Álvaro Matus, que lo visita en 2002, le asegura que no es escéptico, sino tal vez, por la edad, más bien cínico "hacia las cosas humanas". Sin embargo, acota: "Me definiría como un hombre religioso, aunque no practique una religión".
- Más datos. El texto es un adelanto de la clase magistral que el autor brindará en el ciclo del Área de Letras del Centro Cultural General San Martín hoy a las 19. La entrada es libre y gratuita, pero requiere inscripción.
Informes: http://www.centroculturalsanmartin.com/programacion-artistica/18-letras .