Vidas en los límites
En siete relatos de calidad despareja, Bernhard Schlink explora las obsesiones de individuos siempre en tránsito, ansiosos por eludir las amenazas del mundo
La efectividad de un texto se relaciona con variados elementos: algunos inasibles y otros más concretos. Entre estos últimos se encuentra el principio de economía. Si no se tiene en cuenta este factor, mediante el que se decide la materia que formará parte del relato y la que quedará afuera, se corre el riesgo de que la narración se manifieste "como automatismo que tiende a nivelar la expresión en sus formas más genéricas, anónimas, abstractas, a diluir los significados, a limar las puntas expresivas, a apagar cualquier chispa que brote del encuentro de las palabras con nuevas circunstancias", de acuerdo a las opiniones de Italo Calvino en su conferencia sobre la "exactitud". Precisamente, en los cuentos que integran Mentiras de verano de Bernhard Schlink (Bielefeld, 1944) se advierte un desequilibrio en este aspecto que termina por debilitar la tensión narrativa.
El libro está constituido por siete relatos, seis de los cuales están escritos en tercera persona y uno, el mejor del libro, "Un extraño en la noche", en primera. Los protagonistas de estos textos son personajes obsesivos, nada propensos a la sociabilidad, que consiguieron edificar un cosmos personal de fronteras inquebrantables que, por una parte, los ampara de un exterior atemorizante y, por otra, conforma un espacio de seguridad tan perfecto que termina por convertirse en un calabozo. En este sentido, hay dos cuentos que sirven como ejemplo: "Temporada baja", en el que Richard, un flautista que reside en Nueva York, va a pasar sus vacaciones a un balneario estadounidense y allí conoce a Susan, una mujer acaudalada, con la que inicia una relación sentimental. Antes de regresar cada uno a sus obligaciones, toman decisiones que involucran el futuro de ambos. En ese momento, a Richard se le presenta claro el blindaje que le ofrece su rutina de vida. El otro cuento cuyo argumento gira alrededor de este tema se llama "La casa en el bosque". En este texto, un escritor se muda con Kate, su mujer, también escritora, y su pequeña hija a una casa en un bosque cerca de la frontera del estado de Vermont. Salen de Nueva York decididos a vivir en un lugar alejado del tráfago de las grandes urbes. Una vez instalados en la nueva casa, Kate gana el National Book Award. Su marido ve en el premio, y en todo lo que conlleva, una amenaza para el mundo idílico que acaba de construir. La reacción es inmediata: no duda en emplear medios extremos para preservar a su familia de la distracción externa.
Los protagonistas confrontan con hallazgos que los llevan a replantear sus modos de ver la vida. Los encuentros con otras personas y la evolución de los vínculos ya establecidos en el transcurso de la ruta suelen funcionar como desencadenantes de las tramas.
Schlink, autor de la celebrada novela El lector (1995) y de cuatro novelas policiales de tramas efectivas, no da con el tono justo en los relatos que conforman Mentiras de verano . Las razones tienen que ver con el punto de vista exhaustivo de sus narradores y con ciertas cuestiones técnicas del discurso -entre ellas, el uso constante del estilo indirecto libre- que terminan por dilatar demasiado la acción, lo que conspira contra el ritmo narrativo.
Mentiras