Vida y muerte en el Colón: cómo es la tenebrosa experiencia creada por Nicola Costantino
La artista rosarina debutará hoy en el Centro de Experimentación del teatro con una obra multidisciplinaria que recrea sus obras anteriores para abordar el tema de la regeneración
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“Recuerda que morirás”, responde la pitonisa cuando se le pide consejo. La cabeza parlante que surge de un jarrón para referirse al memento mori, la frase latina que tanto sirvió de inspiración en la historia del arte, es la de Nicola Costantino. La rosarina que representó a la Argentina en la Bienal de Venecia y que ahora lleva su intensidad habitual a un nivel aún más alto en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), con una producción que combinará desde hoy diversas disciplinas.
“Es lo más cercano que hice a una obra de arte total, en la que se suman talentos: nunca había trabajado con músicos, performers e iluminadores profesionales”, dijo a LA NACION la creadora de Artista Ex Machina, experiencia interactiva que ella vincula con el concepto atribuido al compositor de ópera Richard Wagner. En este caso, a sus fotografías, videos, instalaciones y esculturas se suma por primera vez música original compuesta por Esteban Insinger, y la dirección escénica de Martín Antuña y Victoria Roland.
Esta última interpreta además a don Julio Gadea, el personaje que recibe al público con un reloj que cuelga de su mano en forma pendular. Y lo acompaña durante un tenebroso recorrido de una hora, durante el cual dirá frases como la siguiente: “Cuidado con los gusanos; acá no se sabe qué está vivo y qué está muerto”.
Está muerta, es evidente, la novia que camina por una de las primeras salas. “La mató su marido en la noche de bodas. Es Pia de Tolomei, un personaje de la Divina Comedia que aparece en una de mis fotos. Ella rescata a la novia de Gadea, retratada por Martín Chambi en 1930 e interpretada por una chica trans en otra de mis obras, y se escapan juntas”.
Ambas experimentarán junto al público diversas situaciones: escucharán el canto de una mujer de cuya cabeza surgen tentáculos verdes, como una suerte de medusa, observarán moverse a unos robots nonatos que evocan a Frankenstein y serán testigos de momentos íntimos de Eva Perón, en los que lee cartas o se asoma a la ventana para ver al pueblo manifestándose en la plaza. Estas videoinstalaciones fueron parte de Rapsodia inconclusa, su envío a la Bienal de Venecia de 2013, obra concebida originalmente para el CETC que se vio obligada a buscar otro destino.
“La pensé para este lugar, en 2012. Pero en ese momento había muchos problemas sindicales y el director de entonces, Miguel Galperín, me dijo que era un riesgo muy grande. Tardó años, pero por fin llegó”, señala Nicola al referirse al rescate de esta megaproducción estrenada en la Argentina en Colección Amalita, en 2015.
El circuito continúa con otra obra que cobra vida: la Muchacha leyendo una carta retratada por Johannes Vermeer a mediados del siglo XVII, y citada por Nicola en otra de sus fotografías. “No nos bañamos dos veces en el mismo río”, se escucha decir a una vos, como si el propio Heráclito hubiera escrito esa frase en una misiva dirigida a Gadea. Hay también citas de Platón, Hegel, los futuristas y una de la propia Constantino: “Los artistas son como gusanos que transforman la podredumbre en belleza”.
Eso es lo que intenta demostrar en la sala contigua con una contundente escena, no apta para personas impresionables. Allí descansan los trozos de una doble de la artista, que interpretó a la niñera de su hijo en una de sus obras antes de que ella misma la arrojó en plena noche por una escalera. Impresiona sobre todo el fragmento de su propio rostro, para cuya creación tuvo que dejar los ojos abiertos mientras le arrojaban el material usado por los odontólogos para crear moldes de dentaduras. También los capullos de seda que ella vio crecer junto a su hijo durante los últimos tres años sobre esa silueta mutilada en el living de su casa, mientras alimentaba a los gusanos varias veces por día con hojas frescas de morera.
“Mi idea es rescatar materiales que tienen miles de años y no se pueden reemplazar con nada artificial, como la porcelana y la seda, y que son despreciados por ser tradicionales en el arte contemporáneo”, señala Costantino, cuya muestra actual en Fundación Santander se basa en flores recreadas con la milenaria técnica nerikomi.
Un jardín similar espera en el centro del CETC, donde la artista finalmente se hace presente para interpretar a la pitonisa de la llamada “Flor Azteca”. “Era un artefacto que se usaba a fines de 1800 en las ferias y en los circos para engañar a la gente, en la que una mujer simulaba adivinar el futuro por plata”, explica la artista que, tras interpretar a esa “timadora”, se eleva en el aire con un arnés para recitar su discurso final.
“Dios costurero que corta, perfora, hilvana, y muestra en las costuras su envés de animal subterráneo o su brevedad alada”, dice el texto escrito por Gabriela Stoppelman, que según Costantino evoca las labores textiles de su madre. Pero seguramente también las de su padre cirujano, a quien solía veía coser los cuerpos anestesiados mientras hablaba de política.
Debajo suyo danzan a un ritmo minimalista varios performers, de cuyas bocas salen cogotes artificiales de gallinas muertas. “Es como estar dentro de una película de Peter Greenaway”, observó fascinado el crítico Julio Sánchez durante el ensayo general. Más tarde, Costantino confirmaría que las obras multidisciplinarias del director de cine británico “eran lo máximo” para ella y sus compañeros de facultad.
“El límite entre lo vivo y lo muerto se desdibuja, para acerca la idea de la muerte a la conciencia de los vivos como algo que permite la regeneración. Si no muere algo, no puede surgir algo nuevo”, agrega la artista que cierra el espectáculo con una advertencia: “¡Solo el micelio nos salvará!”
Para agendar:
Artista Ex Machina de Nicola Costantino en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (Viamonte 1168), desde hoy hasta el domingo y desde el 1 hasta el 5 de noviembre. Entradas: $4000, a la venta en www.teatrocolon.org.ar o en la boletería del Teatro Colón.