Victor Hugo, el gigante de las letras francesas al que hoy muy pocos leen
A 220 años de su nacimiento, la obra del autor de “Los miserables”, que inspiró óperas, películas, comedias musicales e incluso cómics, es difícil de hallar en los catálogos de sellos locales; defensor de causas populares y la libertad, fue censurado en su país y estuvo exiliado varios años
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Poeta, dramaturgo, novelista, intelectual comprometido con las causas (tan apreciadas por los franceses) de la libertad y la igualdad, cronista y académico, polemista y también una suerte de profeta de la política (al soñar con “los Estados Unidos de Europa”), Victor Hugo nació hace 220 años en Besançon. Por su obra -calificada de excesiva, renovadora, sublime y con dejos de megalomanía- se lo considera uno de los grandes de la literatura francesa. Creó a personajes novelescos únicos, como Jean Valjean (y su perseguidor, el inspector Javert) de Los miserables; el atormentado Quasimodo, de Nuestra Señora de París (que la Iglesia católica sumó al Índice de Libros Prohibidos en 1834) y Claude Gueux, el heróe de El último día de un condenado a muerte, donde el autor plantea su oposición a la pena de muerte. En su adolescencia, cuando había decidido dedicarse a la letras, escribió: “Quiero ser Chautebriand o nada”. Fue Victor Hugo.
Héroe del romanticismo francés junto con Alphonse de Lamartine, Alfred de Musset, Charles Nodier y Alfred de Vigny, rompió con la tradición clasicista en la poesía y la dramaturgia. “Por trabajoso que nos sea el presente, será hermoso el porvenir -postuló en el prefacio de Hernani, obra maestra de 1830 con la que triunfó en la Comédie Française-. El romanticismo, que se ha definido mal muchas veces, mirándolo solo bajo su aspecto militante, solo significa la libertad en la literatura. La mayoría de los hombres pensadores lo van comprendiendo de este modo, y dentro de breve tiempo la libertad literaria será tan popular como la libertad política. La libertad, tanto en el arte como en la sociedad, debe ser el doble objetivo a que aspiren los espíritus consecuentes y lógicos”. Tanto esta como la mayoría de sus obras teatrales se ambienta en los siglos XVI y XVII y en ellas se enfrentan poderosos con subalternos. También recreó obras de personajes históricos, como María Tudor y Oliver Cromwell.
Muchas óperas se han basado en la obra teatral de Victor Hugo, entre ellas, Marion Delorme, Lucrezia Borgia, Il Giuramento, Ernani y Rigoletto, de Giuseppe Verdi, inspirada en El rey se divierte. Además de convertirse en una exitosa comedia musical, Los miserables fue llevada al cine, entre otros directores, por Raymond Bernard, Richard Boleslawski, Glenn Jordan, Tom Hooper y, más recientemente, en una singular versión, por Ladj Ly. El jorobado de Notre Dame, clásico de Disney de 1996, está inspirado en Nuestra Señora de París. Victor Hugo es parte de la cultura universal.
A pesar de la grandeza de su obra, sus libros hoy casi no se leen. En las librerías argentinas no se encuentran nuevas ediciones de sus obras (pese a que es un autor libre de derechos o “semilibre” por el dominio público pagante) ni biografías. Para leer a Hugo, o acerca de su apasionada y melodramática vida, hay que acudir a bibliotecas públicas y a librerías de usados. “Victor Hugo es un autor que vivió mucho para su época, escribió una obra muy extensa y es necesario reflexionar sobre su vida y su obra poética, su ideología político-social y su influencia tanto en Europa como en Hispanoamérica y también por qué hoy se lo recuerda aunque no sea tan leído por el lector común”, dice a LA NACION la profesora e investigadora Silvia Calí, que fue docente titular de la cátedra de Literatura Francesa de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo.
En diálogo con Madeleine Chapsal para el semanario francés L’Express, Jorge Luis Borges (que recomendaba la lectura del William Shakespeare de Hugo) declaró en 1963: “¿Victor Hugo? ¿Por qué no Victor Hugo? Se cree que Victor Hugo es grandilocuente, no obstante mire su vocabulario, es bastante simple: negro, vasto, luz, tierra, océano…”. Otro gran escritor (y lector) argentino del siglo XX que admiró su obra fue Julio Cortázar (se dice que el precoz “Cocó” había leído novelas y poemas de Hugo antes de los diez años). “Ya los griegos hablaban de la ananké, palabra que los románticos franceses y sobre todo Victor Hugo recogieron y utilizaron mucho -se lee en Clases de literatura. Berkeley, 1980-. Esa noción de que hay ciertos destinos humanos que están dados y que, a pesar de todos los esfuerzos que haga un hombre creyéndose libre, se van a cumplir es muy fuerte en los griegos a través de ese concepto”.
“Victor Hugo, o simplemente Hugo, como lo llamaban los franceses en el siglo XIX, es una voz que siempre está presente cuando se recorren las calles de París -dice la escritora y traductora Vivian Lofiego-. No solo por Nuestra Señora, Los miserables o por sus personajes que, de un modo u otro, surgen en las veredas de madrugada, abriendo la escena a una estirpe pobre, ya retratada por el gran insurgente. Dramaturgo y novelista, Hugo es antes que nada un poeta político, un defensor del pueblo, un hombre que vivió el exilio, que fue censurado y aclamado. Un poeta a cuyo entierro asistieron dos millones de personas y, según se dice, fue una fiesta popular”. Para Lofiego, Hugo es un “monstruo sagrado” que a través de su escritura logró dar la palabra a quienes no podían expresarse. “Suena actual -agrega-. Esotérico, influido por la época y por la muerte de su amada hija Leopoldina, tuvo en su juventud como modelo al jefe de fila del romanticismo francés: Chateaubriand. Difiere del autor de Memorias de ultratumba en lo político, ya que Hugo defiende a capa y espada las causas sociales y a los que no tienen. Se opone a Napoleón III, a quien bautizó como ‘Napoleón el pequeño’, hasta terminar siendo prohibido y censurado. Y fue uno de los primeros en participar en la lucha feminista: en las exequias de George Sand manifestó su posición junto a las mujeres”.
“Sus poemas se leen en Francia: en el siglo XXI están tan vivos como las gárgolas de Nuestra Señora de París -dice Lofiego-. Entre arbotantes y pináculos, las formas fantásticas se acoplan al estado de ánimo con el que las miremos. En Las contemplaciones, de 1856, obra maestra si las hay, escrita en la soledad de la isla británica de Jersey, el poema ‘Melancolía’ denuncia el maltrato a la infancia, el trabajo de los explotados, de quienes a la deriva van y son usados por los poderosos. Hugo, por siempre presente en su proclama por la verdad más humana: la libertad”. Los males sociales registrados hace más de un siglo por el escritor y político no han variado tanto con el correr del tiempo.
Su obra incluye además discursos políticos en la Cámara de los Pares, la Asamblea Constituyente y la Asamblea Legislativa (sobre temas como la pena de muerte, la educación laica y gratuita, los derechos de las mujeres, el autoritarismo y el porvenir de Europa), crónicas de viajes y su correspondencia. Sus restos descansan en el Panteón de París.
Un poema de Victor Hugo
Los nidos
Cuando el soplo de abril abre las flores,
buscan las golondrinas
de la vieja torre las agrestes ruinas;
los pardos ruiseñores
buscando van, bien mío,
el bosque más sombrío,
para esconder a todos su morada
en los frondosos ramos.
y nosotros también, en el tumulto
de la inmensa ciudad, hogar oculto
anhelantes buscamos,
donde jamás oblicua una mirada
llegue como un insulto;
y preferimos las desiertas calles
donde la turba inquieta
en tropel no se agrupa; y en los valles
las sendas del pastor y del poeta;
y en la selva el rincón desconocido
donde no llegan del mundo los rumores.
Como esconden los pájaros su nido,
vamos allí a ocultar nuestros amores.
Traducción de Salvador Díaz Mirón
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