Víctor Chab lleva su obra al Palais
Unos 130 cuadros del polémico pintor argentino conforman una retrospectiva, hasta fines de agosto
Un pintor con estilo propio que suscita en el público reacciones radicales.
Esta parece ser la definición que mejor le cuadra al pintor argentino Víctor Chab, de 72 años, cuya retrospectiva se puede ver hasta fines de agosto, en el Palais de Glace.
Unos 130 cuadros de este autodidacto -moldeó su vocación asistiendo a talleres como el de la Mutual de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes, pero no realizó un estudio sistemático- cuelgan de las paredes de las salas nacionales de exposición, ubicadas en Posadas 1725.
Chab es un artista que suscita controversia. Las reacciones a su trabajo casi nunca son tibias. Es más apreciado por críticos clásicos y menos por los más modernos. Su período de los años cincuenta despierta más interés y no así su última etapa que algunos consideran poco creativa.
"Me forjé sólo. Quise investigar mi propio camino", confiesa Chab recorriendo su historia.
Con un marcado estilo surrealista y abstracto, la muestra, que se puede ver de martes a domingo, de 14 a 20 -con entrada gratuita-, recorre los diversos períodos que marcaron la vida de este hijo de inmigrantes judíos que comenzó a pintar a los 13 años sin el respaldo de su familia.
Las obras que se exponen las pintó entre 1947 y nuestros días. Al entrar en la sala de exposiciones, pueden verse una serie de dibujos de figuras humanas sentadas y paradas y óleos de rostros masculinos. Se trata de su breve incursión por el realismo en su juventud.
De esos años, Chab se enorgullece especialmente de la obra: "Manzana sobre mesa", un óleo en el cual combina los ocres, amarillos y rojos. "No sabría decir por qué, pero me identifico fuertemente con esta pintura", comenta Chab mientras recorre el Palais de Glace.
El pintor dice no tener razones fundadas para expresar lo que vuelca en tela y papel. "Mi pintura es automática, trabajo sin una idea preconcebida. La obra se va creando a sí misma a medida que la voy elaborando. Me siento atraído por esta libertad para crear mis propias formas", explica con tono bajo y lento.
Automatismo
A medida que busca la imagen, dice que va probando materiales y técnicas. Cambia. "Un trabajo nunca está concluido. Una obra te lleva a la siguiente y me dejo llevar", dice. Subraya su decisión de no ceder a las sugerencias del mercado y por eso afirma que su retrospectiva es variada. "Si no me repetiría. Por eso, cuando necesito cambiar, lo hago", comenta.
Para él, esta muestra es un broche a su trayectoria. Sin embargo, confiesa que seguirá pintando "muchos años más". "Como decía Rodin, la inspiración nace trabajando", explica.
Durante los años 50, Chab comenzó a trabajar con figuras geométricas, óleos con colores vistosos (naranjas, rosas, amarillos) que parecen inspirados en las pinturas de Picasso.
Justamente, Picasso es el gran inspirador de Chab. "Lo considero el artista más grande de todos los tiempos. Creó un mundo de formas", aclara.
Después de este período geométrico, drásticamente la retrospectiva cambia y comienza la etapa más informalista y abstracta: una serie de cuadros donde predominan las manchas negras y azules. "Los años 60 estuvieron marcados por la convulsión y quise reflejarlo", dice.
La muestra sigue y comienzan a asomar los monstruos, que junto con las mujeres ("mis obsesiones de la última etapa", según el autor) son los protagonistas de buena parte de la retrospectiva. Pajarracos, ciervos, animales desfigurados nacen en collages, óleos en tela pintados con colores oscuros que llevan títulos sugerentes: "Personaje sombrío", "Bestia no navegable", "Devorador nocturno". Son obras que despiertan temor, horror, ideas de muerte.
Lo inconsciente
En las obras protagonizadas por animales y monstruos se aprecia la expresividad del pintor. Rosa María Ravera, presidenta de la Academia Nacional de Bellas Artes, hace referencia a esta capacidad expresiva al evaluar su trabajo.
"Chab evolucionó desde una pintura medida y trabajada a una expresividad dinámica y con volumen. Es un hombre creativo, que no se vincula con esquemas estructurales o conceptuales, sino que sigue instantáneamente su impulso en el desarrollo de formas que son transformaciones", sostiene Ravera.
El crítico de arte Jorge López Anaya destaca particularmente la obra de Chab de los años 50 y 60, cuando se integró al Grupo de los Siete, junto con Marta Peluffo, Clorinda Testa y Josefina Robirosa, entre otros. "Las pinturas de esta etapa son poéticas, originales y sutiles", expresa López Anaya.
Aldo Galli, otro crítico con vasta trayectoria, señala en él su trabajo riguroso. "Sus obras son bastante duras, no tan fáciles de aceptar. Los monstruos, reflejan un estado interno al que Chab deja actuar sin regulación", dice Galli.
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