Víctimas femeninas
La inglesa Kate Atkinson escribió un policial de extrema densidad, en el que nada es lo que parece y que, repartido en dos temporalidades, recrea la figura de Jack el Destripador
Los hechos que narra Me desperté temprano y saqué al perro se desarrollan durante 1974, 1975 y la actualidad, en Leeds y zonas cercanas, al norte de Inglaterra. Allí, hasta ser apresado, estuvo matando mujeres un asesino serial apodado "el Destripador" por su forma de masacrarlas, similar a como lo había hecho Jack a fines del siglo XIX, en el barrio londinense de Whitechapel.
El 9 de abril de 1975, los jóvenes agentes de policía Ken Arkwright y Tracy Waterhouse son enviados a un edificio cuando un vecino denuncia que de uno de los departamentos sale un olor pestilente. Nadie atiende los golpes de Arkwright a la puerta, por lo que intenta ver en el interior levantando la tapa del buzón. Lo que alcanza a divisar le hace lanzar un grito. Su impresión es grande, pero no puede calcular que el mayor efecto de "aquello" se desencadenará muchos años después.
En 2009, Tracy, jubilada casi sesentona y solitaria, ex integrante de aquel cuerpo policial exitoso, acaba de retirar de un banco cinco mil libras para pagar los arreglos que están haciendo en su casa. Al salir de un supermercado ve a Kelly Cross, conocida prostituta y ladrona, que lleva de la mano a una pequeña niña llamada Courtney. Se acerca, mantiene una conversación con la mujer, saca una importante parte del dinero, se la entrega a Cross y se va con la niña. Acaba de comprarla. Sabe que ha hecho algo incorrecto. Empezará a vivir sus consecuencias poco después.
Esos episodios, el de antaño y el más reciente, sintetizan características del estilo de Kate Atkinson (York, 1951), con desarrollos que enlazan el pasado y el presente en tramas en las que nada es lo que parece; lo que es y lo que parece son mucho más densos de lo que cualquiera imagina, y subyace en forma persistente cierta sombría deducción de la autora acerca de una creciente y generalizada descomposición social. Postura reflexiva que no impide, sin embargo, las cuotas de humor que suele incorporar. Un contundente ejemplo resulta la frase introductoria, parte de la declaración que hace Peter Sutcliffe, el Destripador, para justificar sus matanzas: "Sólo estuve haciendo un poco de limpieza por ahí".
Aunque Atwood es una de esas escritoras de policial negro que prefieren ir remontando posibilidades sin un plan preconcebido (a diferencia de P. D. James o Patricia Highsmith, con las que ha sido comparada), resulta certera la inclusión de un asesino de mujeres, porque éstas van a ser las víctimas exclusivas de su novela, cuyo título es el de un poema de Emily Dickinson.
El libro es el cuarto de una serie de cinco en la que el protagonista es Jackson Brodie, retirado como detective policial y ahora investigador privado, siempre acompañado por su perro terrier, del que se ha adueñado en un incidente con un matón, su anterior amo, cuando en un parque trataba al animal con mucha crueldad. Éste agradece su rescate de la mejor manera, salvándole la vida a él. Pero el tema de las mujeres-víctimas no está relacionado con la prostitución, inspiración de Sutcliffe y Jack, sino con la apropiación indebida de niños vía compra clandestina, al estilo de Tracy, o por adopción ilegal, facilitada y apadrinada por importantes funcionarios policiales.
En la investigación de uno de los casos interviene Brodie, contratado por una neozelandesa que desea saber su verdadera identidad. Acepta el trabajo con la idea de que es un asunto menor, de índole casi doméstica, pero pronto se ve enfrentado a un conjunto de peligros y situaciones enigmáticas, incluida la actuación paralela de otro detective cuyo nombre es casi igual al suyo, lo cual no sólo lo confunde a él sino también a muchos de los involucrados. Que no son pocos. La promiscuidad de personajes en este extenso relato (casi 500 páginas), sumada a los constantes cambios cronológicos, obliga a una lectura atenta y a volver atrás para revisar párrafos y "rearmar" lo que por momentos se vuelve un desafiante puzle que pulveriza las linealidades tradicionales del género.
Me desperté temprano y saqué al perro
Kate atkinson
Lumen
Trad.: Patricia Antón
495 páginas
$ 149