Varados hasta 2025
Hace un mes, conté en esta columna la precaria situación de los astronautas Barry Wilmore y Sunita Williams, que llegaron a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) en una nave de Boeing, la Starliner, para una estadía de ocho días. Pero el viaje de ida –que fue electrizante, porque la Starliner había experimentado numerosas demoras desde diciembre de 2019, cuando realizó su primero vuelo no tripulado, que fue calificado de fracaso parcial– puso en evidencia fugas de helio; el helio se usa para inyectar el combustible en los motores. Además, varios propulsores no funcionaron correctamente.
La semana pasada Boeing decidió que no traerá a los dos astronautas en la Starliner. Tendrán que esperar hasta febrero para que los vaya a buscar una nave de SpaceX, que ya hizo nueve vuelos para la NASA, a pesar de haber recibido mucho menos financiamiento que Boeing (2400 millones versus 4200 millones de dólares). Es un punto para la empresa de Elon Musk. Pero es sobre todo un golpe catastrófico para Boeing, una empresa que fue orgullo de la ingeniería estadounidense y que tras la fusión con McDonnell-Douglas, en 1997, cuando las decisiones dejaron de basarse en la excelencia técnica, literalmente se desmoronó.
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