Valientes galeristas “pandemials”: espacios de arte nacidos en cuarentena
El 2020 ha sido uno de los años más duros para el mercado de arte local, pero los galeristas no se achicaron. En estos meses de inactividad, hubo espacios de primera línea como Ruth Benzacar y Pasto que apostaron a más y abrieron nuevas salas, una galería –Sendrós– reabrió después de seis años cerrada, y varias pequeñas salas se sumaron al circuito bajo el mando de artistas y a pura autogestión. Después de meses ya listos para estrenarse pero cerrados, por fin es posible visitarlos.
Ruth Benzacar, que tiene un gran espacio estilo galpón en Villa Crespo, anexó dos salas. “El 28 de septiembre inauguramos Al Lado: dos nuevos espacios en el edificio contiguo a la galería que abren la posibilidad de que nuestros artistas muestren otro tipo de proyectos, con una duración más breve y otro dinamismo. Viene siendo una muy buena experiencia, con mucho interés por parte del público”, cuenta Orly Benzacar. En este momento se pueden ver trabajos de Flavia Da Rin y Mariana Tellería y visitar la feria de navidad, “Todo por menos de U$S 999”, con trabajos de Ernesto Ballesteros, Eduardo Basualdo, Chiachio & Giannone y Sebastián Gordín, entre otros.
Pasto acababa de anexar otra sede cuando comenzó el confinamiento. “En marzo tenía los dos espacios cerrados, y me costaba moverme de uno al otro. Decidí quedarme con el espacio nuevo, que queda a cinco cuadras de mi casa, y empezar a acondicionarlo. Tenía contratados pintores y técnicos, pero se canceló todo. Empecé a hacerlo yo mismo. Con un amigo albañil, hicimos el piso, paredes, luces, cortinas... Cuando pudimos abrir, trabajamos contrareloj y montamos la primera muestra con obras de Federico Cantini”, cuenta César Abelenda. De la pequeña sede de Recoleta de 45 metros cuadrados donde sólo podía haber dos personas por vez, pasó a dos grandes salas, una trastienda y capacidad de aforo de veinte visitantes simultáneos en la nueva casa de Paseo Colón 1490, que tiene 300 metros cuadrados. Un gran paso.
No parecían los días más auspiciosos, pero el galerista Alberto Sendrós, después de una década con una sala en Retiro (que cerró en 2014), volvió a salir a la escena con un espacio especialmente construido con el fin de ser galería, en Wenceslao Villafañe 584, en La Boca, una gran sala de 150 metros cuadrados. “Íbamos a abrir para arteBA con una muestra de Cucurto. Al no poder abrir, el artista recreó la muestra y la enriqueció enormemente –cuenta Sendrós–. Quería abrir este año, aunque fuera complejo”.
Una galería de arte no siempre es un negocio comercial. A veces es un quimera, una ilusión o una obra de arte viva. Así ha sido siempre para Fernanda Laguna, fundadora con Cecilia Pavón del mítico Belleza y Felicidad y luego de su sede en Villa Fiorito. Hace un mes, en su propia casa abrió el espacio Para vos...Norma mía!, junto con Andrés Politano, en Darwin 891, una sala despejada, casi formal. “Vendemos ropa hecha por nosotros, de Emi Bianchic, de Maruki, de BYF Fiorito, libros de editoriales independientes y cerámicas de Lola Goldstein y Susana Laguna”, detalla. En exposición están Ana López, Daniela de Sarasqueta, Juan Ojeda, Roberta Di Paolo y Bart Network. También hay recitales de poesía, se estrenan piezas sonoras y los visitan sellos como Iván Rosado. “Uno abre un espacio para compartir lo que le gusta. Un lugar para recibir, que no es tu casa, sino en la casa del arte”, dice Laguna. Queda al lado de Universo, su cuarto propio donde montó una regalería con souvenires, fuentes, cajitas de música y otros objetos creados o encontramos. “Son dos espacios muy diferentes –señala–. Me gusta que sea replicable, que otros puedan inspirarse para tener sus propios espacios”.
Así, muchos artistas siguen sus pasos y hacen lugar para montar muestras. En taller de artistas Maturín, que queda en Maturín 2256, abrieron el Anexo Mariposa, que son 16 metros cuadrados gestionados por los dueños de casa, Ramiro Oller, Fernando Sucari, Adrián Unger, Valeria Vilar, Facundo Pires y Lucía Reissig. “Está en la zona del patio, muy propicia para estos momentos, con sala de espera en el exterior. Queríamos armar una sala de proyectos en donde circule la energía, unirnos en algo que nos divierte y nos potencia. Me encanta eso que esten abriéndose lugares para que los artistas podamos seguir apostando a lo que nos gusta y sabemos hacer. Me interesa abrir caminos, ser puente y poder dar lugar”, cuenta Vilar, artista que en cuarentena organizó muestras colectivas en la vereda de su casa.
El horizonte de salida puede estar dentro de la propia casa. En esos mismos días de encierro y barbijos, los artistas Carolina Martinez Pedemonte y Torcuato González Agote montaron una sala de exposiciones en su garage, en Santos Dumont 3703. “Percibimos una necesidad tanto propia como de otres artistas de contar con espacios independientes donde el desempeño comercial no condicionara la situación artística”, cuentan. Entonces, en el mismo lugar donde funciona un taller de marcos y sus talleres, pintaron las paredes y abrieron la puerta a otros artistas. “La idea era inaugurar en abril. Cuando se decretó la cuarentena, decidimos poner la galería en suspenso. En junio, como veíamos que la cosa no iba para ningún lado y la escena del arte estaba parada, decidimos hacer la primera muestra (física pero virtual) de la galería. Montamos diez dibujos de Agustina Leal e inauguramos con un vivo de Instagram. La recepción que tuvimos fue muy buena en medio del apagón cultural”. Tras cuatro exposiciones, cerraron para reaccondicionarse para un 2021 con calendario completo: ya tienen programadas nueve muestras y en febrero la primera será una colectiva de 46 artistas, curada por Patricia Rizzo.
El 5 de marzo, Laura Guindlin abrió las puertas de la nueva casa de Media Galería, para cerrarlas a los pocos días. El proyecto ya había funcionado en 2019 en La Paternal, dentro de un local de 9 metros cuadrados que le dio nombre. Pero creció en muestras y público y comenzó a quedarle chico. “En enero nos instalamos en un nuevo local que había sido una fábrica de ventiladores en Carlos Calvo 2093, San Cristóbal. Después de dedicar todo el verano a refaccionar este espacio junto a amigos, con un local recién pintado y una exhibición colectiva que sólo había abierto una vez, cerramos las puertas. En mayo lanzamos una convocatoria pública llamada Galería Vacía, para intervenir la vidriera del local mientras permanecía cerrado”, cuenta Guindlin. Las vidrieras se renovaban cada dos semanas, hasta agosto. Hubo performance, pinturas, fotografía y video. “Desde las vidrieras pudimos interactuar con vecinos que quizás nunca hubieran entrado a ver las muestras. Al pensar en estos nuevos públicos, surgió la idea de abrir una tienda con obras accesibles: obras gráficas, prints numerados y obras originales desde 500 pesos. La idea, además de intentar reactivar los ingresos para los artistas, es generar nuevos coleccionismos, más amplios”, explica. Finalmente, en septiembre reabrieron las puertas al público y ahora se pueden ver obras de Renata Molinari, Santiago Rey, Matías Romano Alemán y Julián Matta.
Otro cambio de sede fue el de la galería Moria, de Lucía Evangelista y Santiago Paredes. “Durante la cuarentena nos dimos cuenta que había dos caminos: achicar la estructura o crecer. Decidimos apostar a ampliar el proyecto mudándonos a un espacio en donde la distancia social fuera más fácil”, cuentan. Empezaron a funcionar como galería en 2016 en una habitación a la calle en San Telmo, luego se expandieron a una casa de tres ambientes en Villa Crespo y hoy Moria funciona en la esquina de Thames 608, en un seis ambientes con balcones y mucha luz, donde hay dos salas de exposición, trastienda y los talleres de los artistas de Celina Eceiza y Juan Reos. “Los tiempos son otros, los ritmos también. La modalidad de cita previa genera una interacción mucho más personal e intensa con el público, diferente de las inauguraciones multitudinarias, donde a veces pesa más lo social que lo discursivo. Frente a este nuevo escenario, creemos en reforzar la calidad de la visita y de la experiencia en sí. Lo digital es una herramienta de difusión y visibilidad clave, pero se pierde la escala, la materialidad, la textura, la transparencia, el movimiento, el volumen, el olor”, analizan. Ahora tienen en exposición Turismo Mental, pinturas expandidas de Aurora Castillo, Celina Eceiza, Cotelito, Denise Groesman, Juliana Iriart, Laura Ojeda Bär y otros.
En febrero, cuando todo era esperanza, había artistas trabajando en un gran espacio en Venezuela 720, San Telmo, bautizado Pólvora 720. “Entramos al lugar en febrero, comenzamos a ponerlo en condiciones entre escombros, polvo y cosas rotas, con Sasha Shin, Ivan Enquin y Alfio Demestre –cuenta la artista Nadia Martynovich–, con la idea de hacer talleres de artistas, muestras, estudios abiertos, dar clases, presentar libros, armar ciclos de cine y cualquier capricho que tuviéramos. La inauguración de Pólvora iba a ser el 21 de marzo, y fue suspendida por el confinamiento. El taller se mantuvo cerrado dos meses y paulatinamente volvimos a trabajar con nuestra obra y con la muestra pendiente. La muestra inaugural fue, finalmente, el 20 de septiembre. Era necesario activar el lugar”. Van por su segunda muestra colectiva, Solsticio, con obras de Luciana Rondolini, Miguel Harte, Lihuel González, Kenny Lemes, Leo Ocello y otros. Comparten un sentimiento generalizado entre estos nuevos jugadores del mercado del arte: “Planeamos el día a día con entusiasmo para enfrentar y resistir el clima socioeconómico y sanitario que se vive”.
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