Convención de monstruos y fieras literarias en el Mediterráneo
Las Conversaciones del Premio Formentor reúnen a Ida Vitale, Alberto Manguel y la última ganadora, Annie Ernaux; el feminismo y la política, en primer plano
MALLORCA.– Una pequeña y remota península en el noroeste de la isla Mallorca reúne este fin de semana una notoria convención de monstruos y fieras literarias y editoriales. Y la historia, en la tierra del sabio medieval Ramón Llull poblada de seres mitológicos, viene de lejos, aunque no tanto. Desde que el millonario argentino de origen alemán Adan Diehl, mecenas y amigo de artistas, fundara en 1929 el lujoso Hotel Formentor, por el que pasarían figuras como Charles Chaplin, Winston Churchill, Grace Kelly, y tantas otras. A finales de los 50, el Nobel español Camilo J. Cela aprovecharía la leyenda de ese entorno paradisíaco para instaurar un ciclo de conversaciones poéticas y literarias, sobre el que se añadiría en 1961 un grupo de editores europeos como Gallimard, Einaudi, Rowolht, capitaneados por Carlos Barral, para lanzar el célebre Premio Formentor, una suerte de Nobel paralelo, independiente, compartido en su primera edición por Borges y Beckett.
La suspicacia del franquismo, que creyó ver disidencia en aquella glamorosa cita cultural, acabó con la aventura en 1967. Pero en 2011 la Fundación Santillana y el mecenas propietario del hotel, Simón Pedro Barceló, resucitaron el encuentro y el galardón, que amplió el palmarés con Carlos Fuentes, Goytisolo, Vila-Matas, Piglia y Manguel, entre otros.
La particularidad de las Conversaciones Literarias de Formentor es esquivar las polémicas, en un "juego de lectura e interpretación", explica el director del encuentro, Basilio Baltasar, en el que grandes autores propician la lectura de obras de la literatura universal bajo una consigna. "Monstruos, bestias y alienígenas" es la de este año, y el premio, que recibió en la gala del pasado viernes, recae en la escritora francesa Annie Ernaux (Normandía, 1949). De allí la profusión de bestias y fieras de las letras en el cabo mallorquín, y muchos de esos monstruos al acecho no son fruto de la imaginación, sino reales.
"Un escritor vive rodeado de monstruos a los que tiene que derrotar, y claro que los hay en mi obra. Son todas esas cosas que giran en torno a lo sexual", confiesa Ernaux. Heredera del nouveau roman y amiga de la palabra justa de Flaubert, la obra de Ernaux aborda sin paliativos las zonas más espinosas de la condición de mujer, desde el aborto clandestino (El acontecimiento) o la opresión del matrimonio (La mujer helada) hasta la reivindicación de la lujuria (Pura pasión) o las violencias de género (Memoria de chica), todo un antecedente del #MeToo en Francia. Y por eso mismo Ernaux fue ninguneada por la crítica y la academia masculina. "A los escritores no les preguntan por el #MeToo y les concierne tanto como a mí. En el inconsciente está muy arraigada la idea de que la literatura es una cosa de hombres".
Mucho más discreta con sus monstruos –"porque quedaron en la infancia", dice– se muestra la otra gran fiera literaria que recibe un homenaje en Formentor, por el Premio Cervantes y el de la FIL de Guadalajara que trae en su alforjas: Ida Vitale. "Reconozco que existe el machismo, pero yo no lo viví, porque siempre les hice más caso a las señoras que a los señores", bromea la poeta uruguaya con su sabiduría indestructible. "Es difícil tomar una posición agresiva frente a un problema que una ve a distancia", añade, aunque recuerda la "vida descocada" que le reprochaban a Delmira Agustini. "El término poetisa no me gusta porque la primera vez lo escribí con Z y me señalaron el error", bromea, "pero ya no se usa". comenta, mientras rememora anécdotas junto a Juan Ramón Jiménez u Octavio Paz en México, los años del exilio de los que habla en su último libro de memorias, Shakespeare Palace. Con semejante vida a cuestas, tal vez el verdadero monstruo que acecha a Vitale es "la nostalgia". "Sentir más pena por lo que uno deja atrás que alegría por las cosas nuevas que encuentra está en mi psicología", confiesa la escritora, que está acabando un texto en prosa que no quiere llamar novela, sino "cosa". "El exilio es una experiencia que lo tiñe todo y cambia a la gente, en general para bien, porque uno aprende a agradecer", dice la poeta retornada hace un par de años a su país.
En todo caso, el gran experto en la materia, que acaba de publicar en Inglaterra Fabulous Monsters, es el ganador del Premio Formentor 2017 Alberto Manguel. El exdirector de la Biblioteca Nacional llega a las orillas del Mediterráneo para hablar de Frankenstein, de Mary Shelley. "Representa el conflicto emblemático de la época moderna, entre lo masculino y lo femenino", dice. "Shelley ve muy bien la angustia del hombre ante la imposibilidad de crear vida y surge la búsqueda científica de ello y el odio hacia la mujer", explica. Y no es un conflicto menor, dice, porque la pregunta sobre el aborto está ahí en germen, "si la mujer tiene derecho al uso de su propio cuerpo, o simplemente es un horno para los bollos que el hombre quiera poner allí adentro", remarca.
Lo cierto es que los monstruos son para Manguel buenos amigos "porque nos explican quiénes somos", no así los reales, dice mentando a Trump, Bolsonaro o Boris Johnson. "Nuestros políticos quieres ser monstruosos y son simples fantoches", señala, que no pueden competir con Tirano Banderas o Yo el supremo, mucho más complejos. Y ya mirando hacia su país tampoco se ahorra el juicio lapidario sobre la monstruosa política argentina, equiparable a "las promesas del Mago de Oz, que no se mete la plata de Oz en el bolsillo". "Tengo esperanza en los jóvenes honestos, inteligentes y trabajadores que conocí en la Biblioteca Nacional, pero no hay redención en la Argentina, porque tanto de la izquierda como de la derecha aceptan la corrupción, la mentira y el crimen como males necesarios, y no se puede construir una sociedad sobre esa base".
Y el gran monstruo editorial del encuentro, a pesar de que Antoine Gallimard, el nieto del fundador, también está aquí arropando a Annie Ernaux, no es otro que Jorge Herralde, a punto de celebrar el próximo 26 de septiembre el 50° aniversario de Anagrama. Y el último mohicano de la edición acepta a regañadientes el mote, "como metáfora de un editor que pretende una adicción de sus lectores", aclara. Porque los verdaderos monstruos son a los que se ha enfrentado en su medio siglo de carrera: "La censura franquista y el capitalismo, es la lucha contra el duopolio de dos grandes grupos, porque la concentración de España no se da en ningún otro país". La Televisión Española ultima un documental sobre Herralde, que se estrenará en diciembre. Lo produce y lo dirige Pau Subirós, quien ya hizo lo mismo con otra figura monstruosamente legendaria: Carmen Balcells.
La alteración de las jerarquías, la guerra de una mujer francesa
Defensora de los "chalecos amarillos" y muy crítica con la nula gestión cultural de Macron "de golpes de efecto sin profundidad", Annie Ernaux llevaba décadas de ninguneo y silencios condescendientes por parte de los sectores más conservadores y machistas del sistema literario francés, hasta recibir en 2008 el Premio de la Lengua Francesa. Sin embargo, jamás se dio por vencida.
"Soy de esa clase de escritores que seguirían escribiendo aunque no tuvieran ningún lector", admite. Para Ernaux, "la vieja oposición entre autobiografía y novela ya está superada", y va más allá.
Aunque niega que la ficción tenga cabida en sus libros, sobre todo a partir de El lugar (1984), obra en la que desmenuzaba la muerte de su padre y la compleja relación que lo unía a él, "tampoco soy la protagonista de mis libros", advierte.
"Podemos tener la impresión de que la primera persona es la misma que escribe, pero también podemos aceptar el juego de una primera persona que se usa de una forma más impersonal, es un yo femenino más general, que permite tomar distancia y observarse como si se tratara de otra", explica.
De origen humilde, Ernaux llegó incluso a sufrir el ataque de críticos que la tildaban de "tránsfuga de clase".
Y la escritora no deja pasar el discurso de recepción del Premio Formentor para dejar claras las coordenadas de su lucha: "Convertir el sentimiento de una indignidad original en fuerza de desenmascaramiento y de subversión de las jerarquías, sociales, masculinas, culturales, es lo que creo haber buscado a tientas"