Una vindicación de la lírica
Los breves ensayos de Diana Bellessi reunidos en La pequeña voz del mundo iluminan el fundamento reflexivo de su propia poética
Sólo con una diferencia de grado respecto del poema, a veces los poetas escriben ensayos extraordinarios, a medias entre el saber y el manifiesto, que no sólo iluminan, como un relámpago teórico, la noción de lo que la poesía es o debería ser, sino también su propia poética, su fundamento reflexivo. Eso es La pequeña voz del mundo , de Diana Bellessi, que continúa aquel otro volumen de ensayos sobre poesía, Lo propio y lo ajeno (1996 y 2006). En este nuevo libro, el lector reencuentra la profunda autoconciencia de la estética de Bellessi, la prueba manifiesta de aquel rasgo inusual en su obra: ser un sistema poético, una trama que parece organizar todo el conjunto y cada uno de sus textos en un orden expansivo.
Estos escritos son como el espejo donde sus poemas piensan, la precisa y a la vez ardiente meditación sobre aquella utopía del habla que los recorre. Allí la poeta exploró los vínculos de lo individual y lo social, y transformó la radical subjetividad de la voz lírica y su habla íntima en una dimensión plural donde resuenan las voces de los otros, los ecos reverberantes de la vida colectiva y de la historia en el seno de la lengua como un don arcaico, una lucha y una resistencia, una pasión y una epifanía. Esa definición feliz, la poesía como la "pequeña voz del mundo" -y su encarnación en la voz "del poema, la voz que el poeta cree su voz"- se indaga en el breve y luminoso tratado en doce partes que integra la primera sección. Vindicación de la lírica, nunca como solipsismo, sino como lugar donde la lengua se excede nombrando la experiencia, la materialidad, lo sagrado, pero sobre todo la vigilia desgarrada de la historia, los desechos que el mercado expulsa, las utopías de la fe que aún alientan y sobre todo el habla de los expoliados, los desplazados o los sumergidos del orden social, su presencia inaudita en un instante de peligro. Razón política de la poesía, ética del presente y a la vez nostalgia, canto arcaico o herida de un sentido primordial. Pero Bellessi nunca es complaciente sino autocrítica de su posición social, siempre atenta a la vibración de lo inmediato, traspasada por su lectura de los poetas nuevos de los años 90 que "no la dejan en paz" o el daimon de Luzbelito en la voz de la gracia ronca del Indio Solari en los Redonditos que reza: "Estás frito, angelito". Su estilo tiene una rabia que fulgura en la belleza, esa piedad extrema de la revuelta que ama en Simone Weil.
Los seis ensayos de la segunda sección no son menos deslumbrantes y complementan el primero. Bellessi examina la intimidad del habla en el poema y los ritmos dialógicos de la frase; las paradojas de lo pasado en lo porvenir que abre el tiempo puntual de la poesía en la sucesión de la historia; la operación "violenta y maravillosa" de hacer hablar al otro en la traducción; la lectura crítica de poetas argentinos como Joaquín Giannuzzi, Beatriz Vignoli, Osvaldo Bossi, Sonia Scarabelli, Alejandro Crotto, entre otros; la idea de la poesía como "nuestro derecho", una "experiencia regeneradora del lenguaje y de cada ser humano".
La pequeña voz del mundo tiene tal concentración de sentidos que lo torna inagotable, nada común: imprescindible.
LA PEQUEÑA VOZ DEL MUNDO