“Una vida de folletín”: a los 103 años murió la escritora y artista Natalia Kohen
Su deceso ocurrió semanas atrás, pero la noticia trascendió el domingo; en 2005, había protagonizado una querella clínico-judicial en la que estuvieron involucradas sus hijas y el actual diputado Facundo Manes
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Este fin de semana se conoció la muerte de la escritora, artista y mecenas Natalia Cohan de Kohen. “A la avanzada edad de 103 años falleció la escritora Natalia Kohen -anunció el domingo en su página de Facebook la Fundación Argentina para la Poesía-. Su espíritu inquieto y generoso se fue apagando poco a poco, rodeada por los libros y la extraordinaria colección de cuadros, un verdadero museo, de su acogedor departamento de la calle Libertad [...]. Viuda de un importante empresario, fue la mecenas de diversos emprendimientos culturales y acudió, siempre silenciosamente, en ayuda de algún poeta o artista necesitado. Admirada y querida por todos los que la trataron, su muerte, que pasó prácticamente inadvertida, enluta la cultura de nuestro país”. La escritora Natalia Zito, autora de la novela basada en hechos reales Veintisiete noches, confirmó que Kohen murió el 8 de este mes. Su familia no hizo ningún anuncio público.
Kohen había nacido en Mendoza en 1919, fue profesora de Letras y a lo largo de su vida publicó varios libros de relatos y poemas como Cortes transversales, Historia de patios, Todas las máscaras y la novela El collar. Uno de sus cuentos inspiró el ballet El hombre de la corbata roja, que interpretó Julio Bocca. Fue pareja de Mauricio Kohen, que con los años se convirtió en dueño de la empresa farmacéutica Argentia. Durante años, Natalia Kohen dirigió la Fundación Argentia de Ciencia y Cultura; por esa tarea obtuvo el premio Mecenas en 1986. Estudió pintura con Aída Carballo en la ciudad de Buenos Aires y también en la Sir John Cass School of Art, en Londres. También se formó en el Gabinete de Dibujo y Grabado del British Museum. Realizó varias exposiciones de pintura, de dibujo y de grabado en Argentina y en el exterior, y ganó premios municipales y nacionales. Acrecentó una valiosa colección de arte latinoamericano.
A los 87 años, Kohen ya había enviudado cuando, en 2005, sus dos hijas -Nora y Claudia Kohen- consideraron que estaba demente y la internaron en un neuropsiquiátrico. Kohen quería aportar dinero a un proyecto dirigido por Clorindo Testa destinado a crear un centro cultural en el Paseo de la Infanta. El neurólogo Facundo Manes, actual diputado de Juntos por el Cambio, y la neuróloga cognitiva Griselda Russo determinaron que Kohen padecía demencia frontotemporal, una patología que afecta la personalidad, la conducta y el lenguaje de las personas. “Facundo Manes me endilgó una enfermedad que se llama enfermedad de Pick, pero yo estaba sana -dijo Kohen en 2006-. Fue algo muy brutal”.
No obstante, por iniciativa de artistas, escritores y amigos de Kohen (de Edgardo Giménez a China Zorrilla y de Juan José Sebreli a Natu Poblet), que probaron que no padecía ninguna enfermedad, pudo retornar a su vida habitual y, tiempo después, reconciliarse con sus hijas. La Justicia desestimó en dos instancias las acusaciones de Kohen contra Manes y Russo, que fueron sobreseídos. En 2006, Cohan de Kohen fue declarada “inhábil” y la Justicia nombró a un curador definitivo; sin embargo, podía disponer libremente de sus bienes.
“Su vida fue un folletín -dice Sebreli a LA NACION-. Ella escribió una autobiografía algo edulcorada, un poco falsa [El color de la nostalgia: casi una autobiografía]. Sin embargo, decía que había tenido una infancia dura. Le pregunté por qué y me confesó que el padre se había suicidado en el baño de un café de la calle Corrientes. En realidad, se sospechaba que vio entrar a alguien que lo iba a buscar y se mató. Un pariente de Natalia me dijo que tal vez el padre había quedado desprestigiado porque lo vinculaban con la Zwi Migdal, la red de trata. Algo muy tremendo para la hija fue limpiar la camisa del padre muerto para que no se enteraran de que se había suicidado. Era de una familia de clase media baja; su marido era visitador médico y, de un día para el otro, se hizo rico. Luego de la muerte del marido, ella heredó una inmensa fortuna y se cuidaba mucho de tener amistades con hombres por temor a los viudos negros”.
Durante varios años, una vez por mes, Natalia Kohen organizaba reuniones con amigos como Hugo Beccacece, Eduardo Paz Leston, Guillermo Jaim Etcheverry y Sebreli, en el restaurante del Hotel Plaza. “Me alojé en su casa en Punta del Este, cuando daba cursos de sociología del cine y cultura, y le presenté a Mirtha Legrand -agrega Sebreli-. En un momento, Natalia se metió con un tipo de fama dudosa que decía que era bisexual y le propuso hacer un salón de exposiciones; las hijas se pusieron muy mal, tuvieron miedo de que le sacara toda la fortuna y es entonces cuando van a buscar a Manes, que les extiende un certificado para encerrarla en un frenopático privado, alegando que estaba loca. Al enterarse, Edgardo Giménez quiso organizar una manifestación enfrente de la clínica para pedir por su liberación. Al final, Natalia se amigó con las hijas, y Natu Poblet y yo acompañamos a una de ellas a buscarla al loquero. En los últimos años, no tuve contacto con ella ni retomamos la amistad”.
Sobre esta historia la directora Guillermina Pico presentó en 2009 el documental Yo, Natalia (que se estrenó y ganó en el Bafici de ese año el premio al mejor cortometraje y el premio del público) y la escritora y psicoanalista Natalia Zito publicó en 2021 la novela Veintisiete noches (Galerna), donde la protagonista, que se llama Sarah Katz, padece situaciones similares a las de la artista y mecenas. “Natalia Kohen forma parte de mi vida como escritora, será imposible olvidarla, supongo que quedarse así, de una manera tan radical en otros, sin proponérselo, es una forma de ser inmortal”, señala Zito a LA NACION.
“En nombre de quienes hemos sido sus amigas, y la hemos acompañado en tiempos difíciles, despido a Natalia con amor, ya que fue una amiga generosa y presente -dice la escritora Josefina Delgado-. Nos reunía el espacio de Clásica y Moderna, así como las reuniones de artistas y amigos en su casa. No solamente nos atraía su colección de arte, sino también su interés por las letras, una vez que decidió asumir la escritura. Porque era humilde y no exhibía sus logros, porque ayudaba a quienes lo necesitaban, por su simpatía, inteligencia y buen humor, la despedimos con nostalgia”.
En 2009, Kohen fue reconocida como Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura porteña y agasajada por sus amigos artistas.
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