“Una venganza”: Ana Gallardo cumple en España el sueño frustrado de su madre
Con su hija y otras mujeres, la artista argentina radicada en México colgó en el CA2M pinturas que Carmen Gómez Raba, fallecida hace casi seis décadas, deseaba exhibir en Madrid
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“Me gusta hablar de venganza”, dice Ana Gallardo al contar la historia de su madre. Esa pintora frustrada que emigró a los treinta años desde España a la Argentina y que murió de tristeza poco después, sin haber cumplido su deseo de exponer en Madrid. Un sueño que acaba de hacerse realidad gracias al trabajo colaborativo de varias mujeres, entre las cuales se contaron su nieta y su hija. “Nos han dicho que la venganza es violenta, pero hay miles de formas. Yo siento que nos vengamos, pero de una manera amorosísima –agrega esta última, en diálogo con LA NACION-. Muy reparadora, muy sanadora. Para mí, sobre todo”.
Fue esta artista quien, a los 66 años y casi seis décadas después de la muerte de Carmen Gómez Raba, colgó sus primeras pinturas en el CA2M -una de las instituciones de arte contemporáneo más importantes de España- junto a dibujos propios inspirados en aquellos bodegones y cerámicas realizadas por su hija, Rocío. Tembló acá un delirio se titula la muestra curada por Alfredo Aracil y Violeta Janeiro que reúne hasta el 7 de julio varias de las obras más destacadas de la extensa carrera de Gallardo.
Entre ellas, esta reciente coproducción familiar y la instalación sonora CV Laboral, en la cual enumera cada uno de los diversos trabajos realizados para sobrevivir y cuya última versión disponible acaba de ser comprada en ARCO por el Museo Reina Sofía. En agosto la exposición viajará al Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), de México, donde sumará la obra Escuela de envejecer.
“La muestra está anclada en un tema –dice la artista-: es cómo yo, en ciertas obras y de manera biográfica, he atravesado la violencia en esta discusión sobre los feminismos. En este momento, de gran reconocimiento a artistas mujeres que fueron invisibilizadas, me propongo utilizar la invisibilidad de mi madre para cuestionar el mismo sistema contemporáneo en el que habito. Que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue teniendo las mismas limitaciones”.
Este último proyecto comenzó cuando llegaron a sus manos las cartas de amor escritas por su joven madre a su padre, escritor. “Ellos tuvieron un romance epistolar, no la dejaban ni pintar ni tener un amorío con un hombre que no fuera de su clase. Además, poeta -explica Gallardo-. En esas cartas comprendí el furioso deseo de mi madre por hacer arte y sentí la tremenda frustración que la anidaba”. “No puedo estar sin ti y sin la poesía, y todo lo demás no tiene importancia. Sueño con el día en el que definitivamente sea siempre tuya”, escribió en una de ellas, cuando el futuro parecía prometedor.
Como símbolo de este talento que quedó eclipsado menciona un hallazgo: en el reverso de la tela de una de las naturalezas muertas pintadas por su madre, que ella se propuso restaurar, hay un esbozo de desnudo femenino. “Es algo sin terminar –explica Gallardo-. Algo que quiso ser, pero no pudo. Y entiendo que fue un intento fallido, que tal vez no tuvo valor. O qué sé yo, que es. El frente, la pieza importante y original, es un bodegón. Me pregunto a qué le doy valor, como hago para comprender qué tengo que restaurar y, en este caso, cómo decido contar esta historia”.
Lo que sí sabía era que su difunta madre “pedía revancha”. Lo supo cuando su legado artístico comenzó a aparecer “mágicamente”. Un día, por ejemplo, le llegó un mensaje por Facebook. “Mi primo quería contactarme para darme una pintura de mi mamá, que tenía guardada desde siempre –recuerda-. Entonces sentí una voz que, desde el más allá, me daba la razón en lo que quería hacer”.
Así, después de haber realizado Estudio para la restauración de un perfil I (2020), videoinstalación en la cual leía las cartas de su madre mientras la cámara recorría una casa prehispánica restaurada, Gallardo se abocó a continuar el proyecto: entre 2021 y 2024 limpió con su propia saliva las siete pinturas que logró recuperar. “Es un proceso de restauración –explicó a LA NACION-. Es una pieza que reflexiona sobre ese poder: si reparo, reparo el daño profundo que nos ha atravesado”.
En el CA2M, esas pinturas y una decena de fotos de obras de su madre integran una instalación creada a múltiples manos: las imágenes inspiran sus gigantescos dibujos en carbonilla, las cerámicas creadas por su hija, bordados realizados por un colectivo de bordadoras y un gobelino tejido por una mexicana. “Lo que hicimos fue expandir esa información”, dice Gallardo.
Ese efecto se potenció aún más el 8 de marzo último. Horas antes de que varias calles madrileñas volvieran a cortarse por las marchas del Día de la Mujer, convocó a una mujer de origen quiché para realizar una performance en la sala donde presenta la obra Bitácora guatemalteca, proyecto con el cual ganó el premio Julius Baer el año pasado.
“Encuentro un río, pienso que estás ahí, te volviste agua, te volviste nube, te volviste lloviznita y mojas las plantas para que tengan vida”, recitó María Us ante decenas de personas de distintos países. “En junio de 1982 el ejército guatemalteco secuestró y asesinó a su padre –explica Gallardo en una publicación que acompaña la obra-. Desaparecieron dos de sus hermanos y más tarde asesinaron a su marido”.
El poder de restaurar también se hace sentir en un video que muestra las manos de la artista acariciando las de otra mujer. Son las de Estela, una mujer paralizada por varias embolias, a la cual debió cuidar mientras aguardaba el permiso para realizar un proyecto en un geriátrico con prostitutas que habían vivido en la calle. La frustración de no haber podido concretarlo está plasmada en un texto tallado sobre la pared, tal como lo hizo en su muestra de 2015 en el museo Moderno.
“Nunca pude hacer mi proyecto –recuerda Gallardo-. No me permitían trabajarlo hasta que no terminara mis horas de servicio social, horas que no llegaron a su fin, por la muerte de Estela. Igualmente perdió sentido mi propuesta inicial. Solo hice un video clandestino, con mi cámara de fotos colgada en mi cuello, de un paseo con Estela, por la plaza que estaba enfrente de la casa”. Aquí se ve una vez más a dos mujeres, unidas por un delirio y un temblor, que piden revancha.
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