Una rica biografía intelectual
GINO GERMANI. DEL ANTIFASCISMO A LA SOCIOLOGIA Por Ana Alejandra Germani-(Taurus)-411 páginas-($ 27)
"Gino Germani. Veinte años. Hijo único del sastre Remigio Germani. Domiciliado en Corso Umberto 1020, bajito y rechoncho, con ojos estrábicos, una inteligencia anormal, obsesionado por las conspiraciones [...]". Con esta descripción, tomada de los archivos de la policía política del régimen fascista en Roma, Ana Alejandra Germani inicia el libro dedicado a las tres décadas que su padre vivió en la Argentina. Autora de varios libros y socióloga del Centro de Estudios de la Provincia de Roma, Ana Germani se propuso escribir una biografía intelectual del sociólogo italiano, centrada en la reivindicación de su papel seminal en la construcción académica de las ciencias sociales en la Argentina.
La primera parte del libro se dedica al período 1930-1955. Germani llegó a la Argentina en 1934. Poco tiempo después comenzó una intensa colaboración con grupos antifascistas en Buenos Aires. También inició sus estudios de filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Los intentos de abordar el fenómeno totalitario ya están presentes en sus primeros artículos publicados en Italia del Popolo y La Nuova Patria. El fascismo significó un proceso de disgregación moral, afirmaba entonces Germani: "Ni siquiera los jerarcas creían en el fascismo, se sirvieron de éste para enriquecerse".
A comienzos de los años 40, incorporado al Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) dirigido por Ricardo Levene, Germani comenzó sus análisis sobre los procesos de movilidad social y geográfica vinculados a su visión sobre los orígenes del peronismo. La autora aclara que Germani fue uno de los primeros miembros de la izquierda democrática del país en señalar que el peronismo no era una forma de fascismo. Este análisis, sin embargo, no le impide reconocer que su padre, en la intimidad, "consideraba que todos los peronistas eran fascistas, ésa era su reacción de piel". Con el peronismo en el poder, Germani quedó fuera de la Universidad. Su participación en el Colegio Libre de Estudios Superiores, lugar donde se expresó una cultura no oficial, le permitió llevar adelante algunas líneas de estudio.
La segunda parte del libro cubre desde el año 1955 hasta la partida definitiva de Germani en 1966. Durante estos años, se tornó vertiginosa su participación en la renovación y la consolidación institucional de las ciencias sociales en el país. Las teorías desarrollistas de la CEPAL y el paradigma de la modernización favorecieron los proyectos de actualización científica y renovación de la universidad y la idea del docente-investigador. Germani opuso la "sociología científica" al ensayo ontológico o intuicionista representado por escritores como Eduardo Mallea o Ezequiel Martínez Estrada. Cuando el nuevo rector, José Luis Romero, nombró a Germani director del Instituto de Sociología, cuenta la autora, el ministro de Educación y Justicia de Lonardi le preguntó por qué había nombrado a un comunista.
El epílogo es amargo. A comienzos de la década del 60 muchos se quejaban del estilo autoritario de Germani, de su enfoque estructural funcionalista y de la organización académica afín a modelos anglosajones. La imaginación sociológica de Wright Mills "se convirtió en una especie de biblia anti Germani". Ana Germani destaca el miedo que despertaba en su padre el clima universitario cada vez más polarizado y cómo se lo identificó a Germani con el cientificista puro, como un sociólogo indiferente al destino del país. Con la caída de Frondizi las cosas se complicaron. Desde la derecha se sospechaba de las conexiones entre sociología y socialismo. En una ocasión el consulado norteamericano llegó a negarle la visa. Desde la izquierda también se lo impugnaba por aceptar subsidios de las fundaciones Ford y Rockefeller.
Durante sus últimos años en la Argentina, la obra de Germani, como la de otros sociólogos latinoamericanos del período, giró en torno al problema del cambio social. "Nuestra época es esencialmente una época de transición", sostenía. Lo típico de estos momentos es la coexistencia de formas sociales que pertenecen a diferentes épocas. En este marco estudia la "paradoja argentina", como el producto de una asincronía entre modernización y desarrollo.
A medida que la izquierda se radicalizaba, fueron aumentando las amenazas de los sectores de derecha sobre la universidad. A fines de 1962, Germani presentó su renuncia al Departamento de Sociología e intentó encontrar un lugar fuera de la universidad. Durante sus dos últimos años en la Argentina se desempeñó como director del nuevo Centro de Sociología Comparada del Instituto Di Tella. Si bien hubiera querido regresar a Italia, cuenta la autora, el ofrecimiento llegó de la Universidad de Harvard. Germani partió poco antes del golpe de Onganía.
En Gino Germani. Del antifascismo a la sociología Ana Germani se presenta como portavoz de Gino Germani. Como si la cercanía sanguínea compensara de alguna forma la distancia interpretativa. Así, el sociólogo es presentado al estilo de los héroes positivos de Balzac, víctima de la incomprensión del medio, tenaz cultivador de terreno infértil. Sin embargo, si se dejan a un lado estas pretensiones comprensibles y se relativiza el cuadro un poco simplificado y bipolar del panorama político y académico, persiste un libro de construcción laboriosa, rico en documentación inédita y exhaustivo en su empleo, que arroja un poco de luz nueva a un período de la historia de la universidad argentina y de sus ciencias sociales poblado de libros testimoniales, pero escaso de estudios históricos relevantes.