Una rata en el museo
Home Sweet Home" reza la frase, escrita con pintura blanca, que cubre un clásico paisaje de campiña inglesa con marco dorado en el Museo de Bristol. Afuera, visitantes de todas las edades hacen fila durante 45 minutos para ver ésta y otras huellas dejadas por Banksy, el enigmático artista urbano que volvió a salirse con la suya. Pero esta vez fue mucho más lejos. Por primera vez el hombre sin rostro, que convirtió su apodo en marca registrada a nivel mundial (ver adncultura del 21 de junio de 2008), exhibe un centenar de obras que incluyen esténciles, esculturas e instalaciones (disponibles en banksyforum.proboards.com ). Y no en cualquier lugar sino en el museo de la ciudad donde creció, financiado por las autoridades que solían poner precio a su cabeza.
También en Bristol nació Damien Hirst, otro enfant terrible británico mimado por el mercado: es el artista vivo más cotizado del planeta. Al igual que otras estrellas, como Brad Pitt, Hirst tiene obras de Banksy, que a su vez cita las suyas. Los característicos puntos de colores del multimillonario son sepultados con un rodillo por la clásica rata de Banksy en Improved Spot Painting (Pintura de puntos mejorada) y también condenados a desaparecer en Keep it Spotless (Mantenlo impecable), rematada en Sotheby´s por 1.800.000 dólares. ¿No será Banksy la mejor creación del propio Hirst, un experto en marketing que quebró todas las reglas al saltearse a los marchands para facturar en una subasta? Después de todo, ambos tienen un máster en ironía y nada es imposible en la tierra de los negocios, donde el más rápido es rey. Basta decir que en www.imbanksy.com están casi agotadas las remeras que se ofrecen con la leyenda "Yo soy Banksy".
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