Una performance en el Teatro Colón con maestras del arte invita a repensar la vejez
Belleza y perfección, palabras mayores alrededor de un grupo de mujeres intérpretes de una obra que comienza a cerrar una larga edición de la Bienal de Performance en el Salón Dorado
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Envejecer como virtud, como etapa de plenitud, donde descubrir talentos, cumplir deseos o regresar a las pasiones de toda la vida. Una performance en el Teatro Colón invita a repensar qué se entiende por vejez, de la mano de grandes maestras del arte.
La artista visual Ana Gallardo viene trabajando el tema desde hace diez años, como se puede ver en la muestra del Parque de la Memoria que recoge testimonios de todas las acciones de su Escuela para envejecer: encuentros que la artista generó con personas mayores para recuperar tanto sus deseos perdidos como sus hallazgos de la madurez. En la sala PAyS, al rededor de pizarrones se congregan memorias, oficios, narraciones, fiestas, bailes y cantos.
La Bienal de Performance cierra en estos días su edición BP.21 con tres performances: Contemplar la aparición, 22 horas de acción de Marina Sarmiento y Elisa Gagliano a bordo de un tren de larga distancia que parte de Córdoba el 10 de abril; Catarsis. Una tragicomedia errorista en tres actos, que el Grupo Etcétera llevará a la calle Corrientes el 16 de abril, y #EXISTIRLAVEJEZ, que lleva la escuela de Gallardo a otro nivel, más sublime, el 8 y 9 de abril, con entradas ya agotadas.
El Salón Dorado del teatro mayor refulge de lámparas y cortinados en todo su esplendor áureo y en el centro una mujer menuda, vestida de negro, pasa una pequeña franela a las teclas de un piano. Lo hace despacio, como son todos sus movimientos a los casi 96 años, con la belleza y la perfección de las cosas pequeñas a las que se les dedica todo el tiempo necesario. Cuando se sienta, sus manos nudosas hacen sonar algunas notas. Dibuja con sus dedos en alto toda la duración del sonido que reverbera hasta apagarse. “Acá estoy, atardeciendo con Schumann”, le dice Margarita Fernández a Gallardo, y cita a Oscar Wilde y a John Cage: “La música es la celebración de que no tenemos nada”. Y después, un torbellino de energía la atraviesa y sale toda la melodía de manera apasionada. Es, en palabras del escritor Edgardo Cozarinsky, una artista caleidoscópica: teórica y profesora de jóvenes músicos, erudita en Brahms, autora de un libro sobre Greta Garbo y cofundadora del Grupo de Acción Instrumental, que en los 70 experimentó con el cruce de arte, música y performance.
Esta pieza escénico-performativa, entonces, no es ninguna rareza para ella y disfruta la interpretación musical y actoral. Surge a partir del diálogo entre Escuela de Envejecer y el ensayo La Vejez de Simone de Beauvoir, de 1970, que en el tercer acto Gallardo leerá mientras se muestren videos de juventud prolongada: bailarines encorvados, pero felices o el jolgorio de un geriátrico de prostitutas trans. “Para la sociedad, la vejez parece una especie de secreto vergonzoso del cual es indecente hablar”, lee Gallardo. El foco está puesto en la vejez femenina, y el grupo de autoras, directoras e intérpretes incluye Julieta Ascar, Margarita Bali, Florencia Hana Ciliberti, Rina Gabe, Mariana Obersztern y Ana Padovani. “Esta pieza para mí es inédita. El trabajo colectivo estuvo buenísimo”, dice Gallardo.
Fernández dice que lo que hace es “exhumar a través de la memoria todo su repertorio” porque la vista ya no le permite leer. La pieza que ejecuta, Des abends, que la pianista explica como maneras de ser del atardecer, fue la obra que ejecutó en su primer concierto público en La Wagneriana en 1948. “Vuelvo tácitamente a ese momento”, dice. La ejecuta de forma progresiva: primero el acompañamiento, después la melodía desnuda y, al final, sale completa en la versión original. “La obra se va revelando a la escucha a través del juego. Me costó sacar un pasaje, no podía entrar en lo que había hecho Schumann, ni siquiera en fotos muy grandes. Lo logré gracias a un amigo que filmó la partitura y pude verla en televisión”, cuenta. “Existe también la memoria táctil. Cuando la mental, visual o auditiva no andan, lo mejor es dejar a los dedos, que tienen memoria motriz”, aconseja.
La siguiente escena muestra a una bailarina elástica de movimientos precisos, enérgicos, que con una libertad absoluta juega con su cuerpo en torno de una silla de oficina. La vitalidad, confirma, no es cronológica. Bali, 78 años y toda una vida como bailarina, coreógrafa, pionera videoartista de la danza, entabla un juego con las narradoras que dan nombres a sus pasos de ballet. Bali ensaya antiguas creaciones: “Evoco secuencias de un vuelo de pájaro de una obra de 1974, paso a Doble espacio, que es una obra de 1988, luego a Ella lo visitaba, un dúo que hizo Ana Itelman para mí y Mauricio Wainrot, y al final Hombres en juego, un ballet que monté para el San Martín”.
En público actuó por última vez hace cuatro años. “Cada vez que me subo al escenario pienso que es mi despedida. Me cuesta. Cuando me llamó Ana me puse a entrenar. Hago mis clases todos los días en mi estudio de danza. Me pongo en la barra sola, media hora. Yo esto antes lo podía hacer mejor, pero el disfrute de estar en la escena está intacto. Dibujás el espacio con tu cuerpo y es un placer difícil de explicar. No se va”, dice Bali. La pasión es un motor que no se apaga.
Al final, lee Gallardo a Beauvoir: “Sin rituales de pasaje, arribamos a ella improvistamente. La vejez es particularmente difícil de asumir porque siempre la habíamos considerado una especie de extranjero”. Y continúa: “No nos sigamos trampeando. En el futuro que nos aguarda está en juego el sentido de nuestra vida. No sabemos quiénes somos si ignoramos lo que seremos. Reconozcámonos en ese viejo, en esa vieja. Así tiene que ser si queremos asumir en nuestra totalidad nuestra condición humana”.
A propósito de los artistas y los años, este fin de semana se puede visitar una feria de arte que pone a los artistas mayores en primer plano. En un mar de convocatorias y concursos exclusivos para menos de 30, en Rosario, In Venta sólo acepta expositores mayores de 65. Muestra creaciones sólidas, personales –que no han logrado o querido insertarse en el circuito de galerías–, en uno de los galpones del Paseo de las Artes. Su catálogo con precios y datos de contacto quedará online, y sus obras a la venta, en cuotas. Talentos que son palabras mayores.
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