Una nueva esfera brillante de Julio Le Parc se convierte en emblema de la Argentina de cara al mundo
El “Sol” que el reconocido artista argentino realizó en homenaje a la bandera despide a partir de hoy a quienes se van del país en la terminal del Aeropuerto Internacional de Ezeiza
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Esta mañana amaneció con otro color el hall central de la terminal de Partidas del Aeropuerto Internacional de Ezeiza. El móvil más grande que haya hecho en su trayectoria el artista argentino Julio Le Parc brilla alto para despedir a los pasajeros que dejan la Argentina. Titulada Sol, la obra fue concebida como homenaje visual a la bandera: la luz de la esfera dorada se mezcló con el blanco del cielo nublado que hoy entraba por los ventanales. Algunos ya auguran que será un nuevo emblema del país, de cara al mundo.
De más de dos toneladas de peso, diez metros de diámetro y diecinueve de alto, la magnífica pieza entrelaza 2913 cuadritos de acero inoxidable espejado, cada una de 33x33 centímetros. Así, la esfera luminosa que refleja los pasos de las personas que se mueven por el mundo, se terminó de enarbolar ayer en un operativo milimétrico que demoró poco más de una hora.
Si bien por recomendación médica Le Parc, de 95 años, no pudo viajar desde París a Buenos Aires para acompañar el montaje y la inauguración de la nueva obra, “su presencia y esencia están acá con nosotros y para siempre”, dijo a LA NACIÓN Yamil Le Parc, quien lleva años al frente del atelier de su padre en Francia.
“Como director artístico y promotor de la obra de mi padre, me acerqué y presenté un proyecto a Aeropuertos Argentina. La negociación empezó hace tres años, pero la idea fue incluso anterior —recuerda sobre el proceso de compraventa que finalmente se concreta, a un precio que no trascendió—. Es una pieza hermosa, de un artista importantísimo y está en territorio nacional. Será sin duda una obra icónica de arte en Argentina, al igual que el obelisco”, estima con entusiasmo.
“Va a permanecer en la terminal como una decisión de la compañía de ofrecer a todos aquellos que utilizan el aeropuerto, pasajeros, la ciudadanía, la sociedad, un trabajo de la magnitud de Le Parc. Queremos que el paso por el aeropuerto sea placentero y entendemos que el arte forma parte de ese objetivo; es una apuesta a la cultura”, precisó Jorge Rosales, director de Asuntos Corporativos de Aeropuertos Argentina.
“Esto es la culminación de muchas historias —retoma Yamil—. Fue mucho trabajo aquí en Argentina con la obra de mi padre. Cuando empecé, hace catorce años, mi papá estaba en la mente de la gente del mundo cultural. Ahora ha tomado una fama más amplia, un reconocimiento merecido”, evalúa el hijo, con el objetivo en la mira de mostrar y acercar a la gente la obra de Julio. “Estamos planeando una experiencia inmersiva, con música”, adelanta, sobre proyectos futuros que seguirán encendiendo y moviendo las luces de este referente del op-art y el arte cinético.
Un artista nacional como Piazzolla o Borges
A su edad, el maestro sigue creando “con la mente viva, lúcida y una memoria impecable”, cuenta su hijo. “Llegar a ser un artista nacional, al que se identifica con un país, con una cultura propia, como Piazzolla o Borges, lleva toda una vida. Hay un aeropuerto, Astor Piazzolla, en Mar del Plata en donde se evoca el nombre, pero no se escucha su música. No hay un concierto cuando uno pasa: sería genial —opina Yamil—. Piazzolla era amigo de mi papá; él trabajó muchos años escuchando su música, se inspiró en él y creo que en algunas obras se siente la influencia. No hay un aeropuerto Julio Le Parc, pero aquí está su obra”, celebra.
Desde ahora, las setenta mil personas que circulan diariamente por este espacio de Ezeiza podrán encontrarse con esta escenografía distinta. Por día embarcan 35.000 pasajeros, que en promedio vienen con un acompañante, y aproximadamente 25.000 personas que trabajan en el aeropuerto, “una pequeña ciudad”, como especifica Sebastián Villar Guarino, gerente general de la unidad de negocios del aeropuerto Ezeiza.
“Julio es uno de los artistas contemporáneos más destacados del mundo. Poder contar con este móvil dorado es extraordinario. Contrasta con el cielo formando la bandera imaginaria que te recibe y la bandera que te despide. Va a ser un ícono de este lugar y de la Argentina”, suma Rosales.
“Es como una lámpara gigante. Me da sensación de tranquilidad”, decía esta mañana Alejandra, de 55 años, que vino a acompañar a su hija y a su mamá que viajaban a Barcelona. “Parece el mundo”, opina Eliana, de 31, antes de salir con destino a Roma. “Me recuerda a una bola de Navidad brillando”, aporta Keith, antes de abordar su vuelo a Inglaterra. “Es algo distinto en el aeropuerto, que no tiene nada que ver con el consumo”, observa Fernando (43). Muchos otros hacen juegos de palabras con el sol y prácticamente todos se sacan una foto con el monumental móvil.
“Sol”: el hermano mayor de los móviles
Las primeras experiencias de Le Parc con elementos móviles se remontan a 1960. “Me di cuenta, casi de inmediato, que con ellas podía experimentar, de forma independiente, los mismos problemas que me preocupaban en aquel momento, es decir, la múltiple variedad de situaciones en una misma experiencia. Las nociones de movimiento, de inestabilidad y de probabilidad se me aparecían de forma muy clara”, escribió el artista en un texto de 1971 que puede leerse en su sitio web. En él se refiere a la serie de obras que incorporan elementos del exterior, como la luz, el aire, el espacio y la mirada del otro en su materialidad, abriéndose a la posibilidad de ser completada y transformada una y otra vez, en cada experiencia estética.
Varias obras de la serie Continuos móviles de Le Parc pasaron y se instalaron en el país. Además del Sol, hay otras esferas que pueden visitarse actualmente y son emblemáticas.
Desde 2012, está la Esfera roja expuesta en el Espacio Cultural Julio Le Parc, en Mendoza. La obra fue donada por el artista; mide seis metros de diámetro, pesa una tonelada y media y está hecha de tres mil piezas de acrílico rojo translúcido.
En 2015, la Esfera azul, también compuesta de placas de acrílico, se colgó en el hall de la planta baja del histórico edificio del Correo Argentino, el Centro Cultural Kirchner. Esta obra fue dada en préstamo primero, y luego, en 2016, donada al Estado argentino.
Desde 2018, la Sphère Aciere, una esfera de acero espejado conformada por piezas de metal distribuidas en un espacio de más de cuatro metros cuadrados, está colocada en el lobby del edificio corporativo del Banco Galicia, en el Microcentro.
Pero la primera obra de toda la serie que llegó al país fue Móvil transparente, una estructura romboide que se exhibió de manera temporaria en 2010 en el Centro Cultural Borges.
En 2014, la Esfera amarilla participó de la muestra Le Parc Lumière en el MALBA. El móvil colgaba entonces en el hall del museo.
En 2019, en el contexto del homenaje nacional al artista que reunió casi 500.000 personas, cuando se conjugaron varias muestras y acciones artísticas en Buenos Aires, el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) expuso en la muestra Julio Le Parc Transición Buenos Aires-París (1955-1960) la obra Rombo Naranja. Simultáneamente, se presentaba Rombo Colón, una estructura de cuatro metros y medio de ancho de forma romboide creada para brillar en la oscuridad del Teatro Colón.
Otra escultura de Le Parc viste el espacio público en Buenos Aires: Hacia la luz (2016), tiene unos cuatros metros y se ubica sobre un pedestal en la plazoleta contigua al Museo Nacional de Bellas Artes. En el MALBA también puede apreciar una obra de su serie Cintas en contorsión (1967).
Los viajes de Le Parc
Durante más de siete décadas de vida creativa, Julio Le Parc también transitó sus propios viajes visuales y geográficos. Nacido en Mendoza el 23 de septiembre de 1928, vivió doce años en Buenos Aires antes de irse a París en noviembre de 1958 con una beca del Servicio Cultural Francés. “No partió en avión, partió en barco; fue un exilio voluntario”, señala Yamil. Pero fue en la capital argentina donde “consolidó las bases que rigieron toda su trayectoria”, opina María Marchesi en un texto del catálogo del MNBA en 2019. Tomó clases de dibujo, asistió a la Escuela Preparatoria Manuel Belgrano, participó de un taller de Lucio Fontana, estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes y participó de los movimientos estudiantiles de su tiempo. Posteriormente y tras su llegada a París, Le Parc comprendería que en el arte “era necesaria una transformación radical: redefinir el rol del espectador desplazando del foco de creación al artista”, completa Marchesi en el texto mencionado.
Como buen referente del cinetismo, Le Parc le exige al espectador un rol activo. Ya se pueden ver, son decenas, cientos y serán miles de personas girando con él como en una danza, mientras suben las escaleras mecánicas de Ezeiza. “Esta obra en el espacio público reafirma el pensamiento que desarrolló en los años 60 de hacer un arte accesible a todos”, remata su hijo Yamil.