Una novela de película
Las relaciones entre cine y literatura siempre tuvieron un costado conflictivo, más allá de la disputa sobre adaptaciones de obras narrativas preexistentes. A Anthony Burgess, por ejemplo, le quedó un regusto ambiguo cuando Stanley Kubrick filmó La naranja mecánica, vieja novela suya por la que no sentía mayor predilección. Había vendido los derechos por nada y los cimbronazos de la película sólo le redituaron prestigio. Por eso, cuenta en sus memorias, cuando lo contrataron para escribir el guión de Jesús de Nazaret, miniserie que filmaría Franco Zeffirelli, tuvo una idea: crear una novela que pareciera su antecedente para poder por fin hacer con la literatura la diferencia monetaria que siempre se le había negado. No contó con la astucia ajena. Al disponerse a publicarla, descubrió que el productor le había encargado una "novela oficial" a otro escriba. Man of Nazareth, el libro de Burgess, fue un fracaso, pero al menos dio inicio a su trilogía bíblica.
El problema de Arthur Miller, el dramaturgo norteamericano, fue otro. Al escribir el guión de The Misfits para John Huston (y para Marilyn Monroe, su mujer) tomó la precaución de elaborar además una guía novelada para que, más allá de la trama, el director y los actores comprendieran el espíritu, "los matices del lugar y los personajes donde se desarrolla la acción". Vidas rebeldes -que acaba de editarse con el título que tuvo el film en España y no en la Argentina, Los inadaptados, bastante más ajustado al original- es un objeto literario no identificado. Una novela que no es una novela y una película escrita que no se parece en nada a un guión. Seguramente Miller aspiraba en sus fantasías de escritor a forzar el curso de la filmación y el resultado final. La colisión con el temperamental Huston, un director excesivo y de estampa aventurera, resultó inexorable.
El libro, en sus tensiones, funciona como un ralenti de esa película nimbada por la mala fortuna. Fue el último film de Clark Gable y de Marilyn Monroe, y la última gran actuación de Montgomery Clift. Gable murió tres días después de la finalización del rodaje, tras haber insistido en realizar él mismo, sin dobles, la extensa toma en que se domaba un potro salvaje. Marilyn, poco más de un año después. Un brevísimo bosquejo argumental diría que Roslyn (Monroe), que había ido a la ciudad de Reno a firmar un divorcio express, termina saliendo a capturar caballos cimarrones en los amplios paisajes de Nevada junto con Gay (Gable) y Perce (Clift), vaqueros de rodeo. El drama de The Misfits tenía correlato en la realidad. Quizá por eso a Arthur Miller le importaba que lo crepuscular de su historia no se limitara a la anécdota. El matrimonio con Marilyn se derrumbaba y Miller le escribía diálogos que parecen una despedida. Después de confesarle que es un honor ir al lado de semejante belleza, Gay le pregunta : "¿Por qué estás tan triste ? Creo que eres la chica más triste que he conocido en mi vida". Más que Roslyn parece contestar la actriz de carne y hueso : "Y tú el primer hombre que me dice eso. Normalmente me toman por una persona muy alegre". "Porque das alegría a los hombres, eso es todo", sugiere el vaquero. Vidas rebeldes, en todo caso, demuestra que en el cine las obras pueden ser, gracias a sus múltiples fricciones, de verdad bifrontes.