Una nena, la muerte de su perro y una historia con poesía, en el primer libro infantil de Elvira Sastre
A los 28 años, después de cinco libros de poemas y una novela, Días sin ti, con la que ganó el premio Seix Barral de narrativa breve en 2019, la española Elvira Sastre (Segovia, 1992) publicó su primer título para chicos. A los perros buenos no les pasan cosas malas (Baobab) cuenta con el recurso de la poesía la relación entre una nena y su perro, que murió cuando tenía tres años. La autora y traductora escribió el poema para leerle a Tango durante el transcurso de la enfermedad. Le repetía la frase del título como si fuera un mantra.
Ilustrado por Ayesha L. Rubio, especialista en álbums infantiles,A los perros buenos no les pasan cosas malas está dirigido a los más chicos, pero resulta ideal para compartir también con los más grandes, en especial si están atravesando una experiencia similar. Tango fue el primer perro que tuvo la poeta y le cambió la vida, literalmente. No solo porque de cachorro "puso todo patas para arriba", como cuenta en el epílogo, sino porque a partir de la muerte de Tango adoptó otros perros y comenzó a colaborar con asociaciones protectoras de animales. "Tango fue el perro que me enseñó a querer a todos los perros", dice Sastre. Y fue, también, la primera vez que tuvo la muerte tan cerca. "Gracias a él le perdí el miedo. Me enseñó a resistir y a asumir, dos palabras que no han dejado de acompañarme" desde entonces.
Con 455 mil seguidores en Instagram y 185 mil en Twitter,Sastre utiliza las redes sociales como plataformas para difundir la poesía. Y, antes de la pandemia, solía encabezar lecturas de poemas en teatro colmados de jóvenes. En 2018 fue una de las invitadas más convocantes de la Feria del Libro de Buenos Aires. Y en 2019 fue ovacionada en el Congreso de la Lengua en Córdoba después de leer su poema "Somos mujeres", que termina así: "Nunca olviden que el universo y la luz salen de nuestras piernas, porque un mundo sin mujeres no es más que un mundo vacío y oscuro, y nosotras estamos aquí para despertarlos y encender la mecha".
–¿Crees que la poesía es el mejor camino para hablar sobre la muerte, el dolor y el miedo a los pequeños lectores?
–Sí, la poesía es el mejor género para hablar de cualquier tema relacionado con las emociones. Tiene la etiqueta de elitista o difícil y eso la aleja del público, tanto del general como del infantil. Pero es un error. Yo crecí con los poemas de Gloria Fuertes, entre otros, y eso ha sido clave para acercarme a la poesía de adulta. Creo que es una maravillosa herramienta para acercarse a los niños y explicarles cosas complicadas de manera que ellos lo entiendan. Los niños son mucho más inteligentes que los adultos porque están más limpios y son mucho más capaces de superar el horror de las cosas aunque no las comprendan del todo. Los castramos, intentando mantenerles en una burbuja protectora donde solo llega lo que nosotros elegimos, y lo que conseguimos con eso es hacer que crezcan en un mundo irreal. Creo que debemos exponerles y aprender de ellos.
–¿Cómo fue el proceso creativo del poema que escribiste para Tango? ¿Te ayudó a mitigar el dolor por su enfermedad?
–Lo escribí de una, como la mayoría de mis poemas. Fue una época muy difícil y escribir sobre ello mientras pasaba fue un auténtico desahogo. Para mí, las palabras tienen ese poder catalizador e inclusivo. Me ayudan a comprender y me abrazan al mismo tiempo, no me dejan sola. Da igual si lloro mientras lo hago: escribir siempre me hace sentir bien. Cuando Tango murió, me costó mucho más escribir sobre ello. Era hacerlo real. Tardé un poco más, pero cuando lo hice, el consuelo seguía ahí, intacto, esperándome.
–¿Cómo surgió la idea de publicarlo en un libro ilustrado para chicos?
–Tango había fallecido no hace mucho. Durante su enfermedad, yo le escribí numerosos poemas que le leía cuando le notaba asustado, y "A los perros buenos no les pasan cosas malas" fue uno de los primeros. Mi editora Irene conocía la historia. De hecho, fue una de las primeras personas a las que llamé para contárselo. Ella sabe lo que significa Tango para mí. Unos meses después, me llamó y me propuso la idea de publicarlo como libro infantil. Quería hacer una colección de libros que trataran temáticas un poco tabú para los niños, y la muerte de los animales es una de ellas. Le dije que sí sin dudar.
–El libro está dirigido a lectores pequeños por el estilo de las ilustraciones, que son bien infantiles. ¿Pero lo escribiste para ellos o para tu público que suelen ser jóvenes?
–Nunca me han gustado las clasificaciones de edad para los libros. De pequeña, mi padre me dejaba su carnet adulto de la biblioteca porque yo me había leído casi todos los libros de la sección infantil y necesitaba más. Creo que los libros no tienen edad, igual que no tienen género: ni los infantiles son solo para niños ni los adultos solo para adultos. Creo que este álbum tiene multitud de lecturas.
–En las ilustraciones, la protagonista aparece como una niña. ¿Qué edad tenías cuando ocurrió la historia real que inspiró el poema?
–Pasó hace casi tres años; yo tenía veinticinco. Al final, contaba con las herramientas suficientes como para poder comprender, más o menos, la muerte por enfermedad. Pero un niño o una niña no cuenta con ello, y eso es algo angustioso. Deberíamos trabajar más las emociones desde que somos pequeños. Queramos o no, no nos vamos a librar de ellas.
–¿Estás trabajando en nuevos libros o proyectos literarios? ¿Pudiste escribir en estos meses de cuarentena por la pandemia?
–Unos días antes de decretarse el estado de alarma en España, recibí en casa los primeros ejemplares de mi nuevo poemario. Todavía no tenía fecha de salida, pero nos íbamos de gira a Colombia y Ecuador y me quería llevar algunos. Por suerte, no estaba en librerías y hemos podido posponer la publicación hasta que la situación mejore. Hay mucho trabajo ahí y no quiero sacarlo hasta que pueda ofrecer recitales, lecturas y firmas sin peligro para nadie. Respecto a lo demás, sigo escribiendo porque nunca dejo de escribir. Sobre la pandemia, utilicé mi espacio en el diario El País para desahogarme, pero más allá de eso no he escrito. Necesito la vida y el movimiento para hacerlo y encerrada en casa no lo encontraba. Además, creo que debe pasar un tiempo prudencial para poder encontrar las palabras que pongan sentido a todo este caos. Para mí, no es el momento.
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