Una narradora atípica
UN NARRADORA ATIPICA Por Inés Fernández Moreno-(Alfaguara)-314 páginas-($ 19)
¿Cómo influye la crisis de estos años en la literatura argentina? Hombres como médanos, el último libro de cuentos de Inés Fernández Moreno, que incluye también una generosa selección de otras dos colecciones de relatos: La vida en la cornisa (1993) y Un amor de agua (1997), refleja muy reconocibles vivencias de "argentinos en el borde", y permite aventurar una respuesta. Cualquiera sea nuestro futuro, nunca podremos ser los mismos y, sobre todo, ya no podremos contar nuestras historias de la misma manera. La supervivencia, parece sugerir el libro, no depende de la mera reconstrucción, sino de reinventarnos y de reinventar nuestro lenguaje.
El modo atípico en que Fernández Moreno aborda sus temas deriva de las tradiciones literarias en que se inscribe, tradiciones que en las últimas décadas se dieron por desaparecidas, o se consideraron anacrónicas simplemente porque disentían con el paradigma hegemónico del posmodernismo. Al igual que en el Julio Cortázar de Bestiario --sutil pero frecuentemente homenajeado en este libro--, o en sus antecesores Poe o Saki, en Fernández Moreno hay una preocupación por "el cuento como artefacto", como maquinaria cuya eficiencia se mide por la tensión sin fisuras del entramado narrativo, por la capacidad de atraer al lector y llevarlo hasta un clímax sorpresivo, un propósito que casi todos sus relatos consiguen, de manera a menudo virtuosa.
Pero como muchas escritoras de las décadas del 60 y del 70 (Doris Lessing, también citada, Liliana Heker y, sorprendentemente, la mejor Marta Lynch), Fernández Moreno rechaza lo fantástico y lo histórico para abocarse casi siempre a un ámbito muy cercano; la mayoría de sus personajes son mujeres de clase media ilustrada y sus vivencias --vinculadas con conflictos familiares o afectivos-- no son nada "extraordinarias", es cierto, pero tampoco son mínimas, en tanto la narradora y los personajes se esfuerzan por analizarlas a la luz de grandes teorías, y por convertirlas en puertas de acceso a una cosmovisión cada vez más enriquecida. De esas dos tradiciones provienen también las mayores virtudes de su prosa: el rigor intelectual, la ductilidad para plegarse al habla y los sentimientos de los personajes y, sobre todo, la precisión con que representa la acción, siempre elemento medular, nunca pretexto para el análisis o la efusión lírica.
Por supuesto, ambas preocupaciones de Fernández Moreno han coexistido siempre en tensión, una tensión que se ha vuelto, en estos últimos años en que la realidad política reclama tan exclusivamente nuestra atención, una guerra que hace de cada cuento de Hombres como médanos un verdadero campo de batalla. Así, si en los dos primeros libros había varios textos "perfectos", como escritos para la antología --por ejemplo,"Nana" (1993), que utiliza el alambicado lenguaje de cierta literatura infantil para abordar la enfermedad o la muerte, o "Un amor de agua" (1997), que analiza el quiebre de una relación extramatrimonial a partir de su primer signo mínimo--, estos últimos cuentos, que en modo alguno pueden considerarse "perfectos", ganan en vigor y connotaciones por el enfoque implacable de la tragedia.
Cada uno de los cuentos verifica la cercanía aterradora de un final distinto: en "Advertencia" una mujer de cincuenta años enfrenta la visión de la senilidad, en "Extinción" un hombre pierde la ilusión de cultura que poseyó su clase social, en "El robo de los recuerdos" una anciana es despojada de su propia identidad histórica, en "Antigüedades" la identidad que lucha por conservarse es la de una familia que quizás no existió sino en la imaginación. El único pero muy frecuente problema de los textos reside en que todas las historias parecen poco propicias para un tratamiento, digamos, clásico, como si los personajes exigieran una nueva forma que no simplifique o esquematice su tragedia --en "Extinción" la brevedad impide el análisis necesario, en "Carta de amor", el tono es de una blandura inmerecida--; y sobre todo, una estructura nueva que no fuerce la trama con el recurso del final necesariamente paroxístico o sorpresivo, porque implica, además, la imposición arbitraria de un sentido.
Libro de transición, Hombres como médanos refleja logros y falencias de este momento de transición argentina, confirmando la seriedad de una autora para quien la escritura no es una mera carrera de honores, sino un modo de comprender, modificar y alertarnos sobre nuestra propia, castigada existencia.