Una mujer que cree en la amistad
Por Susana Reinoso
Recibió el Premio Nadal 2009 con ese humor agudo que caracteriza su vida y su obra. Hay que decirlo, Maruja Torres cultiva el humor de los sobrevivientes. La escritora catalana. corresponsal de guerra y columnista del diario español El País se hizo acreedora del galardón que otorga el sello Destino, de Grupo Planeta. No es de los premios que más dote reparte, pero goza de un prestigio que estuvo en sus orígenes, cuando se entregaba en un acto recoleto y fue inaugurado en 1945 por Carmen Laforet, con Nada, una novela hermosamente escrita. La autora ganó esta 65° edición con una obra que transcurre aquí y en el otro mundo. Se titula Esperadme en el cielo, y en sus páginas Maruja y sus fallecidos amigos Manuel Vázquez Montalbán y Terenci Moix son protagonistas. La autora dijo estar conectada con ambos gracias "al espiritismo laico" que comenzó a practicar cuando murieron, "invocándolos en en mis sueños y mi imaginación". Al recibir el premio agradeció al jurado por "premiar una comedia", con ese estilo tan suyo con el que dice las verdades más crudas.
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La novela ganadora es un tributo a la amistad. Maruja Torres, Vázquez Montalbán y Moix comparten el origen: los tres nacieron en el Barrio Chino, de Barcelona, cuando todavía no era el Raval atiborrado de turistas que apenas dejan aire para respirar. Había que atrevérsele al vecindario cuando era "el Chino". Era tan pobre que el futuro se presentaba como pura promesa y posibilidad. Obtuvo en 2000 el Premio Planeta, de España, dotado con US$ 650.000, con su novela Mientras vivimos. Dice el editor, periodista y escritor canario Juan Cruz en su blog de El País, de Madrid, que Maruja es –junto con Vázquez Montalbán y Moix– "parte de una generación que profesó la amistad y la literatura al mismo tiempo. En un momento determinado ese viejo sentimiento empezó a cuartearse, porque la vida fue más rápido".
Cuatro años estuvo Esperadme en el cielo aguardando el momento del alumbramiento. En ese tiempo, Maruja Torres –una enamorada irredenta de Beirut, la ciudad donde encontró su lugar en el mundo– decidió radicarse allí. Fue en la castigada capital libanesa donde llegó a la conclusión descarnada de que "llevaba una vida aburrida, conformista y triste. La buena noticia es que no me había muerto". Respeta periodista, valiente y sin pelos en la lengua, lo demostró en su autobiografía Mujer en guerra, en la que deshilvanó sin pudor sus experiencias en varias guerras. Aquellas, en las que se mata sin piedad a los inocentes. Y las propias, en las que se muere la inocencia.
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