Una mujer de fin de siglo
NOVELISTA, ensayista y poeta (doce libros publicados), María Rosa Lojo muestra feliz, entre las manos, su último libro, Una mujer de fin de siglo , donde novela la vida de Eduarda Mansilla de García, sobrina de Rosas y hermana de Lucio V. Como siempre que se refiere al destino, tantas veces injusto, de las mujeres en el siglo pasado, en éste y en todos los tiempos, María Rosa se deja llevar por apasionados razonamientos:
-He elegido a esta protagonista porque es alguien que lucha en un contexto cerrado por realizar una vocación. Y si bien las cosas han cambiado mucho desde su época (ella murió en 1892 a los 58 años), aún hay ámbitos que siguen siendo exclusivos del varón. En ese tiempo, la inteligencia de la mujer era algo bastante incómodo, de mal gusto y, en el mejor de los casos, el convencional adorno de una dama. Si amenazaba convertirse en un destino, ser escritora por ejemplo, causaba gran alarma. Es el caso de Eduarda Mansilla, que tenía una vida fácil, buena posición social y económica y estaba casada con un diplomático. Pero después de haber criado seis hijos, supo que le quedaba todavía mucho por hacer. Luego de 18 años de ausencia, volvió a la Argentina para que la conocieran como escritora, para reeditar sus libros, aquí ignorados, y publicar otros. La decisión de dejar a los hijos desgarró su vida. Lo curioso fue que al morir, después de tanto sacrificio, ordenó que no se reeditaran sus libros.
-Pero, algunos se conocen, como Pablo o la vida de las pampas .
-Sí, creo que es su mejor novela. Quedaron cuentos (tiene el mérito de ser la primera que escribió cuentos para niños), relatos, tres novelas, piezas de teatro, pero hay mucha obra perdida. Supongo que la prohibición de reeditarla fue la consecuencia de haber pagado un precio demasiado alto por sostener su vocación. Fue criticada y calumniada. Su familia se fracturó. Pero Lucio, el hermano, la apoyó, porque fueron dos transgresores.
-¿Cómo está estructurada tu novela?
-En tres partes: la primera transcurre en 1860 con Eduarda en los Estados Unidos, en el comienzo de la Guerra de Secesión, y en una América muy distinta de la nuestra. La experiencia quedó en su libro Recuerdos de viaje .Yo invento una feminista que juega un papel importante. En la segunda parte, 1880, Eduarda está en Buenos Aires en un momento conflictivo y doloroso y la acompaña otro personaje de ficción, una secretaria francesa que puede ser su hija. En 1900, la última parte, ya Eduarda ha muerto, y el narrador es su hijo Daniel. El escribió sus memorias, Visto, oído y recordado , donde la recuerda mucho, silenciando ciertas cosas y resaltando sus valores intelectuales. Allí se plantea un tema importante para mí: la Argentina como periferia del mundo.
-María Rosa, admirás mucho a Eduarda, ¿no?
-Sí, fue corajuda, valerosa, se jugó por lo que quería; y esa actitud me inspira gran respeto.
-¿Te jugarías de la misma manera?
-Creo que sí. La voluntad nos hace vivir si se sigue adelante con alegría.
La inocencia del mundo
Héctor Panizza fue un compositor notable y un excelente director de orquesta argentino solicitado por los teatros de ópera más prestigiosos: la Scala, el Metropolitan, el Covent Garden... Al empezar este siglo el gobierno le encargó la partitura de una ópera patriótica. Panizza cumplió el encargo: la ópera fue Aurora y se estrenó en la primera temporada del Colón (1908). El fragmento memorable de Aurora es "La canción de la bandera" cantada por el protagonista, a cuya voz se une luego el coro.
En estos días se repuso Aurora en el Colón y el tenor Darío Volonté entonó la inolvidable: "Alta en el cielo un águila guerrera / audaz se eleva en vuelo triunfal..." La voz vibrante, poderosa y apasionada tuvo la virtud de exaltar a todo el teatro, como si una corriente eléctrica lo recorriera del paraíso a la platea, y en el fervor de los versos finales: "Es la bandera de la patria mía / del sol nacida que me ha dado Dios", la emoción colectiva se vivió como una suerte de compartida felicidad y el público se levantó en una verdadera ovación. Entonces, de pronto, fue como recuperar la infancia, cuando en el patio del colegio, en las fiestas patrias, la cantábamos sintiendo la vigencia de las grandes palabras: patria, honor, sacrificio, bondad, honradez. Cuando todavía creíamos, confiados, en la inocencia del mundo.