Una “motosierra” que avanza contra “el zócalo de la mitología nacional”: José de San Martín
Emilio Ocampo, del partido de Javier Milei, y los propósitos efectistas de una polémica sobre la dimensión simbólica del Libertador
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La polémica reflotada por Emilio Ocampo sobre el papel de José de San Martín en la independencia sudamericana incita más de un comentario: el más obvio consiste en el habitual uso público del Gran Capitán pero que en esta oportunidad, no aspira a reivindicar, corregir o agregar alguna novedad, sino que tiene propósitos efectistas o disruptivos a sabiendas de la importancia de las dimensiones simbólicas en el debate o conversación pública en plena campaña electoral. El candidato de La Libertad Avanza a conducir el Banco Central hasta su eliminación alza su voz a favor de cambios radicales (la motosierra) que se atreven incluso a trastocar el zócalo de la mitología nacional. Funda sus argumentos en trabajos de archivos, sin develar nada nuevo sobre las clásicas versiones revisionistas que le objetaron sus vínculos con agentes o sus amigos británicos (como escribió Ricardo Piccirilli hace medio siglo). Algo que no debería sorprender demasiado en función de la enorme transformación operada en el aquel mundo entre la caída de Napoleón, la restauración de Fernando VII en el trono, el colapso del imperio español, la inestabilidad de las patrias independientes y el impacto fatal de las guerras en las economías y sociedades locales.
Sin embargo, el argumento utilizado por Ocampo no solo pone en duda la iniciativa, muñeca política y calculo militar de San Martín en aquella aciaga coyuntura. Sino que opera también en el plano de la reivindicación familiar en tanto es descendiente del gran rival del San Martín posterior a 1814, Carlos de Alvear, su antiguo hermano de la logia de Cádiz y de Londres, que apadrinó su matrimonio con Remedios de Escalada, pero que el reflujo de la revolución en el mundo, y que sobrevivió en estos rincones, los ubicó en constelaciones políticas irreconciliables entre los que propendían avanzar en el camino de la independencia, y quienes como Alvear aspiraban a posponerla en función del adverso panorama internacional: el éxito en la formación del ejército de los Andes, y el triunfo de Chacabuco, sumaron brillo al ya identificado como Libertador del sur, desplazando a Alvear y sus allegados a posiciones absolutamente marginales que orillaron más de una vez en la conspiración.
De allí su fastidio no solo con el Padre de la Patria sino sobre todo con Bartolomé Mitre: el autor como bien subraya de una historia monumental que ubicó a San Martín en la estela de los grandes revolucionarios sudamericanos, y de quien rescató su papel en la guerra, su tozuda preferencia monárquica, y el enigma de su renuncia al protectorado peruano, de la mano de las versiones aportadas por su fiel confidente, Tomás Guido. Pero que Ocampo atribuya a Mitre la construcción de un héroe “ficticio” tampoco es novedoso en tanto, desde Renan, ninguna representación del pasado nacional escapa al proceso selectivo de recuerdos y olvidos fungidos en la trama narrativa y monumental del país, y más allá de sus fronteras. Algo semejante arguyó José Hernández en 1879: “Saber olvidar es también tener memoria”.
Lo cierto es que se trata de un proceso de larguísima duración que mantuvo casi intacto la desigual valoración de ambos personajes en la historia nacional. El mismo se tradujo en dos intervenciones públicas capitales en el siglo XX: el homenaje a Alvear en la Recoleta durante la presidencia de uno de sus descendientes, y el remplazo de la denominación de Avenida Alvear por Avenida Libertador, en 1950, Año del Centenario de la muerte de San Martín, bajo el primer gobierno de Perón. En el medio, llama la atención el olvido de un dato curiosísimo en la arenga antisanmartiniana de Ocampo: se trata de la versión aportada por la memoria de una anciana del linaje patricio disconforme con el maltrato recibido a su antepasado, quien adujo en su diario que San Martín no era tal, sino un vástago no reconocido de D. Diego de Alvear. Una conexión que, en caso de ser verificada, pondría en jaque más de un argumento vertido por Ocampo.
Beatriz Bragoni es historiadora del Conicet y la Universidad Nacional de Cuyo. Es autora de San Martín. Una biografía política del Libertador.