Una mente brillante
Primera exposición antológica de Amalia Pica, argentina residente en Europa que transforma de manera plástica postulados sobre la educación, la comunicación y el lenguaje
Ideado en los difíciles años 2000, al Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) de Neuquén le llevó cuatro años alcanzar sede propia. La espera valió la pena: la fortaleza implantada en la estepa neuquina, creada por el arquitecto Mario Roberto Álvarez, cambió para siempre el paisaje del Parque Central. A su lado, ahora, un cenotafio por los caídos en Malvinas, y detrás, el Museo de la Ciudad Paraje Confluencia conforman un circuito cultural –y emocional, si agregamos la catedral en que vivió el obispo Jaime de Nevares– imperdible. De 2000 a 2004, Oscar Smoljan cosechó apoyos públicos y privados para seguir adelante con el proyecto. Entre ellos sobresale el de Torcuato Di Tella, único secretario de Cultura de la Nación que visitó el museo antes y después de que contara con instalaciones propias. Ni José Nun ni Jorge Coscia viajaron a Neuquén para participar de alguna de las muestras, entre las que se cuentan Rembrandt en Neuquén, la Suite Vollard de Pablo Picasso, y exposiciones antológicas de Margarita Paksa (antes que en el Mamba), León Ferrari, Emilia Gutiérrez o Juan Melé (que donó sesenta y cuatro obras a la colección del museo). Hoy, cuando la sede del MNBA de Neuquén cumple diez años, la institución cuenta con pleno apoyo popular: hay visitas guiadas para escuelas, clases de tango, ciclos de cine y de conciertos, conferencias.
Con entrada libre y gratuita, un postulado potente dinamiza la actividad: federalizar el patrimonio artístico nacional. EL MNBA de Neuquén es, pese a su nombre, un proyecto municipal con apoyo de privados (no por nada Neuquén es una de las provincias con mayor PBI por habitante, gracias a la industria petrolera) y, sobre todo, de artistas (los murales donados por Tomasello, Sinclair y Lozza dan prueba de ello). De la nación ha recibido por convenio, firmado en época de Néstor Kirchner, parte de la colección del MNBA de Buenos Aires. Ésta, la más importante del interior, aparece como un relato histórico que va del Renacimiento a los impresionistas, y del siglo XIX local a las vanguardias de la década de 1950, y se luce en las salas patagónicas.
A fines de 2013 el MNBA inauguró la primera muestra antológica de Amalia Pica, meses antes de que la artista presente una obra en arteBA y de que la Tate Modern le dedique una exposición. Smoljan convocó a Pica en la Bienal de Venecia, donde ella había exhibido Diagramas de Venn , obra que también se exhibe en Neuquén. Como en otros trabajos, el relato de la historia –la teoría matemática de conjuntos había sido prohibida por la dictadura militar de 1976–, el de la educación y el del arte confluyen en una pieza que subvierte el cliché de la "subversión". Hoy, los niños y adolescentes se fotografían ante las proyecciones de colores primarios sobre las paredes de la sala. Pica vive desde 2003 en Ámsterdam, luego de haber residido en Londres, donde, dice, la llevó el amor. Desde el norte asimila acontecimientos, eslóganes y procesos, no necesariamente actuales aunque sí vinculados con el presente.
Sus intervenciones poéticas de estatuas de próceres sudamericanos –Simón Bolívar en Montevideo y San Martín en una intersección del centro neuquino– fueron registradas en fotos y videos, a los que ella subtituló con fragmentos del Emilio de J. J. Rousseau. Bella metáfora sobre el valor igualador de la educación en sociedades desiguales, la performance en la que Pica, vestida con delantal blanco de maestra, pinta con tiza y agua la efigie ecuestre también funciona como emblema de su obra. El video Sobre la educación muestra a la artista encaramada a una grúa, pincel en mano, cubriendo amorosamente la superficie del corcel.
Como casi todos los artistas que exponen en el MNBA, ella también donó una obra al museo. Buscando voz, quizá la más tierna y humorística del conjunto (que no es decir poco), vuelve sobre el tema de la (in)comunicación, ese ideal imposible que el arte intenta volver realidad. Especie de estudio de grabación esperpéntico –donde los pies de micrófono pueden ser percheros o bases de sueros de hospital, y los micrófonos, envases de talco o budineras–, la obra retoma la serie de Catacresis (es decir, metáforas "congeladas", como la expresión "cuello de botella", traducidas por Pica en astutos ejercicios visuales).
Una obra similar a Conmutador –panel con "teléfonos" hechos con latas de arvejas, choclos y ensalada de frutas, casi todos productos de la región del Comahue– se verá en la próxima edición de arteBA, lo que dará una idea de la magnitud de la plasticidad del pensamiento visual de la artista. Los dos paneles de madera agujereados, que luego fueron pintados de blanco, actúan a la vez como esos planos abstractos tajeados, rotos o intervenidos por artistas de generaciones anteriores. En Retorno –un mural hecho con fotocopias que reproduce a escala gigante un retrato de Pica (de espaldas) con un megáfono en la mano en la zona de las bardas neuquinas– concluye una serie de obras sobre el desierto y la comunicación, el paisaje natal y la soledad. Gran exposición de una artista a descubrir, en una institución que parece llevar ventaja pese a las dificultades y que ofrece a los habitantes de la región patagónica un anticipo del arte por venir. Afortunados ellos.
adn Pica
Nació en la ciudad de Neuquén en 1978, pero su familia es de Cipoletti. Artista disputada por dos provincias, estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes en Buenos Aires y en 2003 entró en la Real Academia de Bellas de Artes en Ámsterdam. En 2011, obtuvo el premio de la Fundación Paul Hamlyn para Artistas y en 2013 fue nominada al premio Futura Generación de la Fundación Pinchuk. Este año, la prestigiosa Tate Modern le dedicará una muestra individual.
lanacionar