Una Margaret Thatcher aporteñada, que se percibe varón, protagoniza esta irreverente parodia a las novelas de espionaje
“Thatcher”, la segunda novela de Carolina Cobelo, tiene un elenco que incluye además a Ronald Reagan y su esposa Nancy, a Jodie Foster como agente de la CIA y a Mijail Gorbachov entre otros
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Parodia de las novelas de espionaje, sátira de la política internacional de los años 1980 e historia de un explosivo triángulo amoroso, la segunda novela de Carolina Cobelo (Buenos Aires, 1982) tiene un elenco protagónico que no solo incluye a una Margaret Thatcher arrabalera y que se autopercibe varón sino también a Ronald Reagan y su esposa Nancy, a Jodie Foster como agente de la CIA, a Mijail Gorbachov, Deng Xiaoping y Jerry Parr, el agente secreto que le salvó la vida a Reagan en marzo de 1981. Uno de ellos trabaja como agente encubierto de la KGB, lee semen y anos y quiere instaurar un paraíso socialista en medio de Estados Unidos. Cobelo escribió Thatcher (Metalúcida) entre 2018 y 2020.
En la novela, el personaje de la británica Margaret Thatcher no es como el que conocemos por la prensa y la historia. “Era la única forma en que Thatcher podía existir en mi ficción: con su pelo aurático, racista, machista y profundamente enamorada de Reagan -dice Cobelo a LA NACION-. Margaret Thatcher fue una figura que tuvo una incidencia lamentable, no solo para el mundo, sino también para nuestra historia”. Para Cobelo, su “venganza personal” fue hacerle vivir a Thatcher un amor no correspondido y darle la forma de ser argentino “más burda: machista, racista y malhablada”.
“Uno de los desafíos que se me planteó mientras escribía esta novela era poder hacer que estos personajes, tan impregnados en el imaginario histórico, fueran orgánicos dentro de la ficción -agrega la autora-. Es decir que el referente real no los aplastara. Todos tenemos una imagen de Thatcher o de Reagan. ¿Cómo podía hacer para que las figuras históricas no me arrastraran a los personajes e interrumpieran el proceso de la ficción?”
Para eso, Cobelo investigó, leyó biografías y notas periodísticas, vio videos y eligió peculiaridades de cada uno de los personajes. “Las puse a funcionar en la novela como rasgos absolutos -cuenta-. Por ejemplo, Thatcher, conocida entre otras cosas por su antifeminismo, habla en un español porteño machista, y está profundamente enamorada de Reagan. Reagan se transforma en un poeta senil que comienza a perder su noción del mundo. Jodie Foster, que en la novela es agente de la CIA, en la vida real tuvo una conexión con Reagan: un fanático de ella quiso matar al expresidente para volverse lo suficientemente famoso y, así, poder conquistar a Foster”. Una de las consignas de la autora fue darle un significado diferente a la historia del derrumbe del comunismo en la Unión Soviética y el ascenso del neoliberalismo en Occidente, “algo así como mostrar lo ‘oculto’, como si la historia pudiera ser leída en clave criptográfica, como si se tratara en realidad de un código secreto”.
Respecto del título, no fue fácil elegirlo. “Tuvimos largas charlas con mi editora, Sandra Buenaventura, porque la novela no tenía su título natural, como sucede a veces con otras novelas. Pasamos por varios títulos, y decidimos que fuera Thatcher. Tal vez porque es el ‘más argentino’ de todos los personajes”. En su ficción, la Dama de Hierro bebe whisky, es escatológica y cuenta con la asistencia de su secretaria, Veleta Parkinson. Para la voz de Reagan, en cambio, la autora usó versos de los Poemas de Sidney West, de Juan Gelman.
La novela fue publicada en un momento en que el liberalismo recupero fuerzas en el mundo. “De alguna manera, la novela narra ese momento en que el neoliberalismo alcanza una victoria casi global -dice Cobelo-. Tal vez, ahora lo que pareciera estar sucediendo es una crisis del neoliberalismo. Y sobre todo, la dificultad de imaginar un mundo otro posible. La caída de la URSS tuvo ese impacto: cayó no solamente la URSS sino también la posibilidad de otro mundo en el imaginario colectivo. A partir de la llegada del neoliberalismo, y por supuesto estoy hablando de Occidente, ya no hubo otros mundos posibles para habitar”.
Cobelo -que estudió letras, antropología, chino y (como Nancy Reagan en Thatcher) control mental- cree que la nueva ola neoconservadora tiene mucho de reacción. “A las cuestiones del medio ambiente, al feminismo, a los derechos laborales, derechos humanos. Si se analiza la historia político-cultural de Occidente de los años 80 se encuentra esta misma narrativa reaccionaria”. Y agrega que la “nueva derecha” está ligada a la performance. “No quiero decir que toda la política no sea performática, siempre lo fue. Pero la nueva derecha, pensemos en Donald Trump, por tomar un referente lejano, no solo es performática sino que, además, no oculta la condición teatral: muestra los disfraces, las pelucas y los guiones como parte de su discurso. Y sus seguidores, consciente o inconscientemente, han leído muy bien esta cuestión. ¿Te acordás de “Jamiroquai” invadiendo el Capitolio? Uno de los personajes que inaugura esta cuestión performática, la performance de la performance, ha sido Reagan. Era actor, sus discursos políticos eran guiones de película, actuaciones de taquilla. La novela dialoga con esto. Por lo menos para mí, es una forma de pensar dónde la nueva ola neoconservadora funda su estética, porque el contenido ya lo conocemos todos”.
La autora, que en 2018 publicó La insurgencia cochina (Brandon), es pareja de la escritora Gabriela Cabezón Cámara. Thatcher está dedicada a ella y “a la manada infinita”. Varios amigos escritores leyeron el manuscrito antes de que llegara a su casa editorial. “Pasó por Leandro Ávalos Blacha, por María Moreno, por Ana Laura Pérez, por Gabi Cabezón Cámara -dice-. Con María trabajé mucho el eje del espionaje. Con Leandro, la estructura. Con Ana Laura, la trama, los personajes. Con Gabi trabajé mucho desde las imágenes. Fue una novela que tuvo muchas idas y vueltas en la escritura. Muchos procesos de hacer y rehacer”. La contratapa tiene un texto del escritor Roque Larraquy.
La novela transcurre en gran parte en Estados Unidos, país que la autora visitó varias veces. “Mi padre se casó con una norteamericana y se fue a vivir a Estados Unidos -cuenta-. Desde los diez años viajé con mi hermana todos los años para verlo, hasta que falleció en un accidente de tránsito. Siempre íbamos a visitar reservas indígenas y a caminar por las montañas para ‘sentir’ el desierto y meditar. Yo solo quería quedarme a leer cómics o alquilar una peli. Pero pude conocer un Estados Unidos muy lejano de las imágenes que yo traía de las películas. Escuchaba a los coyotes en las noches y veía a los correcaminos cruzar la calle”.
¿Es Cobelo lectora de novelas de espionaje? “Recién me puse a leerlas para escribir Thatcher. Sí fui lectora de malas traducciones, eso seguro. Y eso está muy presente en la novela. Para mí el género, en literatura, además de la cuestión formal, es una expectativa de lectura. Un lugar desde donde leer”. Excepto en el caso de Thatcher, que habla en un español rioplatense, en la novela se usa un español neutro de traducción. “Me han dicho que mis dos novelas tienen algo en común con Copi -señala-. Curiosamente, leí a Copi muy periféricamente. Lo adeudo con todo mi ser. Mis lecturas son muy diversas y obsesivas. Paso del manga al ensayo, o a Alberto Laiseca, o al terror. Me gusta muchísimo la literatura latinoamericana contemporánea”.
Actualmente, trabaja en su tercera novela, sobre una niña china a la que su nainai (abuelita) le regala una ouija para que aprenda el castellano. “La niña comienza a usar la ouija y se le pega el espíritu de Perón. Un Perón desmemoriado, un fantasma perdido. Allí comienzan una aventura y caen en el mundo de los fantasmas y demonios donde gobierna el Brujo López Rega y deben enfrentar muchas adversidades”. Nuevamente, espectros históricos habitarán una ficción de Cobelo.
Así es Thatcher en Thatcher
Veleta Parkinson entró en la oficina de Thatcher en la 10 de Downing Street. No tocó la puerta. “Por el amor de dios, Veleta”, dijo Maggie subiéndose la cremallera. “Señor, tiene un mensaje del señor Collins”. Veleta le entregó un papel doblado en ocho que sacó de sus calzoncillos. Maggie lo tomó, lo olió y lo abrió: “Mrs. Thatcher. Reunión. Verga. Verga. Crayón”, lo que significaba una sola cosa: reunión. Thatcher no conocía la verdadera identidad del señor Collins. Solo sabía que era un informante de la KGB que colaboraba con el MI6 desde hacía diez años. Debía salir urgente. “Veleta, el coche”. Veleta salió y pidió el Jaguar XJ8 a prueba de balas. Thatcher se lavó la cara, se puso el abrigo de cocodrilo y salió.
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