Una literatura de cumpleaños
¿Cuándo fue que la literatura argentina actual se volvió blanda? ¿En qué momento empezó la fiesta de cumpleaños en que los autores brindan y se palmean por el mero hecho de publicar un libro? ¿Quién cursó las invitaciones para que los editores festejen, los agentes celebren, los periodistas escriban alabanzas irreflexivas y los escritores se paseen por ferias y festivales como si el mundo les debiera algo?
Quizá todo comenzó hace unos diez o quince años, cuando ser escritor se convirtió en una ocupación respetable y ser editor un oficio de moda. O desde que la mayoría (no todos: por suerte no todos) de los autores abandonaron el riesgo y empezaron a escribir de acuerdo a una agenda social y política por la que se dejaron narrar. O desde que creyeron que se podía escribir ficción sin antes tomarse el trabajo de leer. O cuando la mayoría (pero afortunadamente no todos) comenzaron a pensar en becas y en viajes más que en sus obras. O desde que, y esto es apenas el último avatar de una serie de disparates, se les ocurrió contratar a “lectores de sensibilidad” para evitar ofender a alguien con sus textos.
Quizá todo comenzó hace unos diez o quince años, cuando ser escritor se convirtió en una ocupación respetable y ser editor un oficio de moda
¿O fue cuando las editoriales se volvieron fábricas de productos legibles, dejaron de apostar por lo nuevo y se ciñeron a lo que vende? ¿O desde que los editores de carrera fueron reemplazados por agentes de prensa y marketing? ¿O desde que imprimir libros dejó de ser algo prohibitivo y florecieron muchas editoriales mal llamadas (aunque no todas, no todas) independientes? ¿O desde que comenzó a importar más el sexo o el género de un autor antes que la calidad de su obra? ¿O desde que los festivales literarios quedaron en manos de personas a las que no les interesa la literatura? ¿O desde que la crítica abandonó los medios y se replegó en ámbitos cada vez más cerrados? ¿O desde que buena parte del periodismo cultural se transformó en mera promoción cultural?
Todo esto le abrió paso a la literatura blanda. Literatura que no es la excepción, sino la norma. Ahora: ¿por qué se ha impuesto? ¿Tienen alguna responsabilidad los lectores? Son preguntas interesantes, pero más pertinentes para la sociología de la cultura que para la crítica literaria.
Una vez más, ¿qué es la literatura blanda? La invitada especial de este cumpleaños. La que llega vestida para la ocasión, sopla las velas y es la última que se va, cuando ya no queda nadie. La literatura comercial, por ejemplo. La literatura sin riesgo. La literatura que piensa en los lectores. La literatura que le da a los lectores lo que están esperando. Y además, se lo dan bien masticado. La literatura de sesgo narcisista. La literatura que aborda los asuntos que la época demanda. La literatura que no habla una lengua literaria sino informativa. La literatura que comunica. O la que denuncia. La que busca un efecto. La que se concibe imaginando su adaptación a una plataforma de contenidos digitales. La que está pensando, durante la escritura, en un futuro contrato de traducción.
¿Se publica hoy solo literatura blanda? Por fortuna no. ¿Se publica mayormente literatura blanda? Eso parece. ¿Y qué es lo opuesto a la literatura blanda? Los proyectos literarios resistentes, perdurables, sólidos: los escritores que buscan construir una obra personal y singular, antes que agradar o vender. Podrán escribir libros sólidos, a veces, y libros blandos, otras. Pero si lo único que realmente los desvela es la literatura, lograrán evitar las trampas de la literatura blanda. Quiénes hacen literatura blanda, me preguntan. Tengo ejemplos a mano. Muchos. ¿Pero no es acaso más necesario hacer una lista de diez, quince, veinte nombres que no la practiquen? En ellos se cifra el futuro de la literatura argentina. Ahora que lo pienso, tal vez este sea el comienzo de un ensayo titulado Contra la literatura blanda. Quizás haya llegado el momento de escribirlo.
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