Una imagen distinta de la que tiene la sociedad
Por Inés Dussel Para LA NACION
El último censo docente, cuyos resultados completos se dieron a conocer ayer, muestra un buen mapa de la situación de los docentes argentinos. Evidencia un panorama levemente distinto del de 1994, cuando se tomó por primera vez. Los docentes hoy son más que antes; están mejor formados; vienen de familias con mayor nivel educativo y tienen más antigüedad en el oficio.
Podría argumentarse que tener más años de formación o de experiencia en el cargo docente no garantiza una mejor docencia, pero tampoco habría que subestimar el esfuerzo social y personal que significa haber extendido los años de escolaridad y de permanencia en el trabajo.
Lo que nos interesa destacar, sin embargo, es que la visión de un cuerpo docente más profesionalizado no se corresponde con la imagen que la sociedad argentina tiene de sus docentes, y tampoco es la que tienen sobre sí mismos los propios docentes, que vienen denunciando el deterioro de sus condiciones de trabajo. Es esta imagen la que habría que discutir, no para refutarla, pero sí para definir mejor qué sería necesario cambiar, y cómo hacerlo.
La docencia es un oficio muy complejo. Requiere conocimientos pedagógicos y de las disciplinas; sensibilidad y respeto a la opinión de otros; preocupación por lo que aprenden los alumnos; innumerables saberes administrativos y flexibilidad para moverse en la micropolítica de la escuela. Hoy hay muchas tareas asistenciales y de contención que se suman a este largo listado.
Algunos datos del censo permiten abordar algunos de estos problemas del trabajo docente. Por ejemplo, hoy muchos más docentes trabajan en más de un establecimiento, en porcentajes que van del 30% en el caso de los primeros niveles de la escuela primaria al 62% en la EGB 3 y al 57% en el nivel polimodal. El tener cargos en varias escuelas es producto de la necesidad de contar con más ingresos, tanto por la caída salarial como por el hecho de que el sueldo docente, de ser el segundo ingreso del hogar, pasó a ser el primero y a veces el único, ya que muchos son jefes o jefas de familia. Trabajar en más de una institución dificulta el hecho de establecer mejores vínculos con los alumnos, con los colegas y con las familias, y también vuelve más difícil el comprometer a los docentes en proyectos de toda la escuela.
La edad y la antigüedad de los docentes son otros datos que conviene analizar. Tenemos hoy docentes más grandes y con más años de experiencia en la docencia; un dato auspicioso, porque los maestros y profesores adquieren buena parte de su saber en el ejercicio diario de su docencia. Pero también puede ser un dato preocupante: ¿estamos haciendo lugar a la renovación de la docencia? ¿Por qué no promover más explícitamente la presencia de docentes jóvenes, con aires frescos y formación renovada, en las escuelas? Por otra parte, estos datos nos urgen a tomar decisiones políticas inmediatas, porque hay que planificar cómo se responde a la jubilación, de aquí a 10 años, del 20% de los docentes en ejercicio.
La información que provee el censo docente permite recordar que los cambios en el sistema educativo son de largo plazo y que hay que invertir hoy para que dentro de 20 años se produzcan algunos de los efectos que buscamos. No hay soluciones mágicas: se requiere un trabajo sistemático, continuo y articulado que destine recursos para que los docentes trabajen mejor y para que los chicos puedan aprender mejor.