Una historia furtiva
Se publica por primera vez en castellano Los orígenes de la ley negra , un clásico del historiador inglés E. P. Thompson
Los orígenes de la ley negra
Con ánimo deliberadamente polémico, el historiador inglés Edward Palmer Thompson (1924-1993) anuncia en el prefacio de Los orígenes de la Ley Negra que se ha zambullido en el tema sin tener conocimientos previos del contexto histórico que rodeaba el fenómeno que iba a analizar. Sin embargo, esta obra publicada originalmente en 1975 y recién ahora traducida al castellano, se convirtió en un hito de la historiografía referida a la relación entre la sociedad, el crimen y el derecho en el siglo XVIII británico.
Cuando lo encaró, el tema de los cazadores furtivos de ciervos en los bosques de Windsor y otros cercanos, conocidos como Blacks (de allí el nombre de Black Act o Ley Negra) porque se pintaban la cara con hollín y se disfrazaban para cometer sus tropelías, era un asunto virgen. Y, para colmo, descubrió que no había documentación disponible, lo cual lo llevó a un minucioso trabajo de examen de fuentes sobre la vida campesina en las regiones donde los reyes y los señores tenían sus cotos de caza, tarea que lo condujo a analizar la estructura del poder en la época. Y a convertir su libro en un panorama del pensamiento legal de los Whigs, que en ese período gobernaban Gran Bretaña.
Antecesores de lo que en el siglo XIX sería el Partido Liberal, los whigs del siglo XVIII eran los representantes políticos del poder aristocrático. Thompson va desentrañando a lo largo de una historia de décadas cómo la caza furtiva de ciervos, que oficialmente pertenecían a la Corona, además de otras infracciones como el uso ilegal de madera y otras riquezas de los bosques, además de la pesca ilegal, provocó que los gobernantes endurecieran cada vez más los castigos.
Con detalladas descripciones de la administración de los bosques, que incluyen un ilustrativo cuadro de la organización de los controles en el bosque de Windsor, el historiador sigue numerosos casos que incluyeron persecuciones y castigos para los intrusos. Asimismo, discute y polemiza sobre la romantización de las actividades criminales con algunos autores que parecían ver a los Blacks como una suerte de herederos de Robin Hood.
A través de un enorme aparato de fuentes de la época, Thompson detalla cuidadosamente cómo la necesidad de crear una ley que pusiera orden en las cacerías furtivas en los bosques reales culminó en un proceso paradójico. Por un lado, la consolidación de una visión generalizada de la ley y sus valores universales, que ya se venía diseñando en Inglaterra desde el siglo XVI. Y por el otro, el modo en que la ley puede ser puesta "al servicio de los intereses de la clase dominante".
La obra, que transcribe íntegramente la Ley Negra y está acompañada por numerosas notas y grabados de la época, interesará especialmente a estudiantes de derecho y de historia. No sólo por el complejo tema que analiza sino también porque constituye un interesante ejemplo de la historiografía batalladora de los años setenta. Thompson no deja de lado en ningún momento la discusión con sus contemporáneos sobre cuestiones de ese período: la legalidad formal versus los condicionamientos ideológicos de la rebeldía.