Una historia de puños y trabajo
Los choques entre culturas, los sueños de ascenso social y las tensiones propias de una comunidad marcada a fuego por las desigualdades son algunos de los temas centrales en la obra de esta escritora norteamericana, firme candidata al premio Nobel desde hace más de una década y figura ineludible en la escena literaria de su país. En este reportaje habla de su obra, de su pasión por el boxeo, que considera una metáfora de la vida, y de su última novela, Blond , en la que narra en primera persona la infancia, la adolescencia y la adultez de Marilyn Monroe.
"SER más prolífico que Joyce Carol Oates" es una frase hecha en los circuitos literarios de los Estados Unidos y significa un imposible. Los más de sesenta libros publicados, traducidos a cuarenta idiomas incluido el español (Ediciones B y Tusquets), conforman solamente una parte de la obra de esta escritora, que tiene además muchos títulos inéditos. Sin embargo, la figura sumamente delgada, de aspecto frágil, el rostro pequeño, enmarcado por pelo oscuro ondulado, los grandes anteojos que le cubren hasta la mitad de las mejillas y el hablar pausado disimulan la energía de esta mujer que trabaja incesantemente.
Novelista, autora de cuentos, ensayos, reseñas y artículos, Oates es una de las figuras más importantes de la literatura norteamericana actual. Su nombre aparece regularmente entre los candidatos al Premio Nobel desde hace más de una década y ha sido galardonada con el National Book Award, entre otros prestigiosos premios literarios.
Una mujer-pluma
Sentada detrás del escritorio de su silencioso despacho de la Universidad de Princeton, Oates comenta que la escritura de su último libro, Blond (Rubia), una recosntrucción de la vida de Marilyn Monroe de 1200 páginas, le ha llevado mucho tiempo: un año. Para la mayoría de los escritores, ese lapso es insuficiente para culminar una novela tan extensa. "Mucha gente no escribe todos los días", asegura, "dicen que les lleva cinco años escribir una novela pero la verdad es que pasan semanas sin escribir. Yo, en cambio, trabajo doce horas diarias y pienso en lo que estoy haciendo cada minuto del día."
Blond se publicará en abril del 2000. "Es una novela narrada en primera persona "explica Oates". La actriz, después de su muerte, contempla las distintas etapas de su vida: la infancia, la adolescencia, la adultez. El tema de la relación con su madre es muy importante. Marilyn fue huérfana y deseó que millones de personas la quisieran. Sin el amor de su propia madre, nada de lo que logró le resultó suficiente. Creo que la falta de aquel amor significó una herida incurable para ella. Uno puede intentar sobreponerse a ese tipo de dolores a través del psicoanálisis, del autoconocimiento o del trabajo, pero ella no pudo hacerlo."
El trabajo incesante parece casi un mandato genético en la existencia de la escritora. "Vengo aquí a la universidad y enseño, freno por unas cinco horas la escritura. Para mí, dar clases es maravilloso, quiero mucho a mis alumnos. También doy conferencias en distintas partes del país. Como suelo ir sola, trabajo bastante en los aviones. Puedo hacerlo en cualquier sitio: escribo capítulos enteros en un avión o sentada en el asiento trasero de un auto. Cuando trabajo en una novela, lo hago en forma continua. Para mí, escribir una novela es como respirar. Soy como una pianista que está siempre practicando: por más que no toque, repasa alguna escala. Reviso incansablemente lo que escribo. No puedo escribir en un procesador de textos directamente, no querría estar mirando una pantalla todo el día. Lo hago a mano y luego paso a máquina los originales. Al terminar una novela, ya no trabajo tanto. Hago otras cosas que me resultan muy fáciles, como escribir ensayos o artículos para la revista del New York Times. "
Raíces
Los orígenes de Oates tienen mucho que ver con su marcada inclinación por los temas sociales. Oriunda de Lockport, una localidad al norte del estado de Nueva York, Joyce Carol Oates (1938) es hija de un irlandés y de una húngara y, según ella misma añade, tiene también sangre judía alemana por el lado paterno. Miembro de una familia de granjeros pobres, pertenecientes a lo que se denomina en Estados Unidos white trash (basura blanca), debió costear sus estudios universitarios recurriendo a becas, empleos ocasionales y la magra ayuda que podía ofrecerle su padre.
"Ninguno de mis padres pudo terminar el colegio secundario, crecieron durante la depresión. Mi padre, luego, se convirtió en obrero de una fábrica. En nuestro país, en los años cuarenta, los obreros comenzaron a pertenecer a gremios. A pesar de que los ingresos nunca fueron demasiado altos, mi padre comenzó a ganar mucho más dinero. Me parece que los trabajadores, unidos a través de sindicatos, logran pertenecer a la sociedad. Se necesita una clase trabajadora fuerte, porque así, la clase popular, con el tiempo, se convierte en clase media. Los hijos, entonces, llegan a ser maestros o se dedican a la ciencia o a escribir. Pero si esa clase trabajadora organizada no existe, si hay mucha gente realmente pobre, que no llega a mantener a sus familias y, del otro lado del espectro social, un grupo extremadamente rico, a largo plazo se podría producir una situación política muy difícil."
Las clases sociales, el amor y el odio son temas que obsesionan a esta autora tanto desde el punto de visto teórico como en la ficción. "Cuando la gente trabajaba muy duro, ya sea en el campo o en zonas urbanas, no tenía tiempo de cultivar lo que denominamos amor romántico. Una vez que la situación económica mejoró, comenzaron a aparecer distintos tipos de lujos. Las mujeres, por ejemplo, empezaron a adornarse. No tenían libertad política, por supuesto, ni ninguna otra, pero tenían diamantes, plumas y todo eso. Un hombre emperifollaba a su esposa como si fuera una extensión de su propia persona. Así es como la mujer se convirtió en un objeto de deseo masculino, en un objeto de consumo."
En varias de sus obras de ficción, Oates ha indagado en los problemas de la movilidad social. Una de sus primeras novelas,Un jardín de delicias terrenales, que cosechó un rápido éxito comercial y fue unánimemente elogiada por la crítica, relata la historia de Clara, una joven que a los quince años decide abandonar el hogar de jornaleros de sus padres e inicia la búsqueda del ascenso social, objetivo que consigue sin importarle lo que deja atrás. Legs, la heroína de la novela Foxfire , luego de formar parte de una banda de chicas delincuentes, se redime exiliándose en la Cuba comunista. "Me interesan las clases sociales y sus enfrentamientos. Escribo sobre choques de cultura" -señala Oates-.
Entre las cuerdas
La violencia es otro de los temas que siempre han interesado a la escritora. Sus personajes masculinos suelen ser hombres primitivos, violentos, a veces desesperados ante la imposibilidad de proveer económicamente a sus familias. Ese interés se refleja también de un modo curioso en la predilección que Oates siente por una actividad tradicionalmente muy poco femenina: el boxeo.
Resulta difícil imaginar qué lleva a una persona sensible como Oates a interesarse en un deporte tan violento e, inclusive, a disfrutarlo como espectadora. "Bueno, lo que pasa es que me identifico con los boxeadores", dice resuelta. "Además, no veo demasiada diferencia entre el intenso sacrificio de un boxeador y el intenso sufrimiento de cierto tipo de artistas. Piense en un violinista que practica su instrumento seis horas diarias, día tras día, y luego toca en público. Esa rutina no difiere demasiado de la de un boxeador, salvo por el hecho de que una es una actividad con la que nos podemos relacionar estética y emocionalmente y la otra, una forma de exhibición que afecta nuestros instintos más primitivos. Alguna gente sostiene que el boxeo es un arte, pero yo no estoy de acuerdo: es algo más bien físico. Lo artístico no entra en consideración en un ring . Para mí, el arte y el boxeo son actividades contiguas más que diferentes. Yo admiro el boxeo más que la pelea. Boxeo y pelea no siempre son lo mismo. Un boxeador es un peleador muy entrenado y, por lo general, debe ejercitar cierta crueldad, pero dentro de límites muy marcados."
Oates ha dedicado al estudio teórico de este deporte muchas horas de su vida y ha escrito varias páginas sobre él, en especial, un maravilloso ensayo titulado Del boxeo . Allí plantea que, aunque le resulta imposible pensar en el boxeo como símbolo de algo que lo trasciende, acepta la proposición según la cual el boxeo es una metáfora de la vida. "Cuando escribo acerca del boxeo, tiendo a mirarlo desde el punto de vista de una historiadora: estudio las etnias y minorías de mi país (irlandeses, italianos, negros, hispanos) y la relación que esos grupos tuvieron con aquel deporte. No veo el ring como el escenario para un gran despliegue de masculinidad sino casi como un cementerio de brutales fracasos y de dolor. Para los boxeadores, se trata de su trabajo, un tipo de trabajo manual."
La familiaridad de la narradora con el tema es sorprendente. "Mi padre tenía varios amigos boxeadores. Uno de ellos fue un peso mediano que terminó suicidándose. Así que yo conocía un poquito de ese mundo. En general, el público sólo presta atención a los campeones. En los Estados Unidos, nos concentramos en los ganadores. Hace tiempo que no asisto a una pelea en vivo, las miro por televisión. Pero, cuando Mike Tyson peleaba, solía ir a verlo. Era amiga de él y de su representante."
Permanece un instante en silencio y luego prosigue animada: "Ahora, las mujeres están practicando boxeo. Es un nuevo fenómeno, hay mujeres boxeadoras y atletas. Las mujeres se están adiestrando en deportes que han sido históricamente masculinos, es una nueva era. Estas mujeres pertenecen, generalmente, a la clase trabajadora, no son carenciadas. Una típica boxeadora podría ser una joven mujer policía o una obrera, alguna que otra es estudiante universitaria. No hay dinero en el boxeo femenino, por eso, las únicas mujeres que pueden practicarlo son aquellas que tienen un trabajo. Pero si esta situación se modificara y empezara a haber dinero, como sucede con el boxeo masculino, veríamos un flujo de mujeres extremadamente pobres, chicas de catorce, quince o dieciséis años que desplazarían a las de clase media, porque éstas no podrían competir, no podrían igualarlas. Eso fue lo que sucedió en el boxeo masculino. Solía ser un deporte de caballeros y, cuando entraron chicos realmente pobres, como Jack Dempsey, que llegaban con el odio de clase y la necesidad de ganar dinero, los de clase media quedaron eliminados. La mayoría de la gente solamente se interesa en el boxeo en sí, no piensa que los boxeadores representan una cultura, una raza, una clase. Las personalidades de quienes se dedican a este deporte suelen ser muy apasionadas, muy profundas y pensativas."
La pasión por las palabras
Las bibliotecas del despacho de Oates en la Universidad de Princeton rebasan de ediciones en distintos idiomas de los libros que ha escrito. La escritora los muestra con orgullo, dice que las portadas son obras de arte. En esa oficina, no recibe llamados por teléfono ni faxes ni correo electrónico. Necesita concentración constante. Durante décadas, ni siquiera concedió entrevistas, argumentando que estaba, sencillamente, muy ocupada. La enorme cantidad de público que asiste a sus conferencias no es comparable a la de ninguno de sus colegas contemporáneos, salvo, quizá, al público de John Updike. Sus libros forman parte de los programas de literatura en la mayoría de los colegios secundarios de los Estados Unidos.
Desde 1978, Joyce Carol Oates tiene en Princeton una cátedra de honor. Se desempeña como docente de creative writing (taller literario). "Estos cursos están dirigidos a estudiantes que escriben desde hace tiempo, los profesores funcionamos como editores. Algunos de ellos, con quienes trabajo en forma individual una hora por semana, son los que hacen las llamadas tesis de honor. Fui tutora, por ejemplo, de una tesis honorífica de unas cuatrocientas páginas, cuyo autor es un novelista serio. En los talleres, generalmente, hay diez alumnos. Criticamos la prosa, el estilo, la escritura y lo hacemos con sumo cuidado. También dedicamos un tiempo al estudio de lo que denomino clásicos de la literatura, como Faulkner, James o Hemingway."
Durante veinte años, Oates dictó también cursos de literatura: "Cuando uno se vuelve más grande, si tiene suerte, puede llegar a adueñarse más de su tiempo. Yo solamente dicto clases en la universidad dos veces por semana, lo cual resulta ideal. La mayoría de mis amigos que enseñan lo hacen así, dos o tres veces por semana, algunos inclusive menos. E. L. Doctorow, por ejemplo, dicta clases un semestre por año."
En la actualidad, la escritora reside, junto con su marido, en una casa situada a cinco kilómetros de la universidad, cerca de un área rural. Lectora apasionada (aunque uno podría preguntarse cuándo encuentra tiempo para la lectura), comenta entusiasmada que le han encargado la preparación de una antología: "Se titulará Best American Essays of the Twentieth Century (Los mejores ensayos estadounidenses del siglo XX). Edmund White, Russell Banks, Joan Didion son algunos de los autores que incluiré en el libro. También escribo muchas reseñas bibliográficas para New York Review of Books y London Review of Books ".
La vida de Joyce Carol Oates son las palabras e indudablemente se siente orgullosa de que así sea. Ama trabajar y no le parece estar haciendo ningún esfuerzo ni estar perdiéndose nada. Hace una década, la crítica se preguntaba: ¿cómo lo hace? Hoy, la pregunta es por qué lo hace. Oates responde que no cesa de escribir, simplemente, porque es eso lo que más le gusta hacer.
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