Una gigantesca telaraña para humanos crece en el High Line de Nueva York
Alojada en el centro cultural The Shed, es la pieza central de la muestra más importante del artista argentino Tomás Saraceno en Estados Unidos; se inaugurará el viernes próximo
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Parecen telarañas las tramas de finos hilos de acero que ya se extienden tirantes dentro del centro cultural The Shed, junto al High Line de Manhattan, en dos niveles ubicados a tres y doce metros sobre el piso. Una suerte de auditorio flotante, destinado a experimentar un “concierto silencioso” y descubrir la forma en que se comunican otras especies. Desde el viernes próximo, los visitantes podrán recostarse sobre la red suspendida, a oscuras, para percibir inquietantes vibraciones.
“No se escucha con el oído, se siente con todo el cuerpo. Es una invitación a recordar que algunos de nosotros –no digamos todos, porque hay un montón de comunidades y de culturas que nunca se han olvidado- tenemos que ser un poco más cautelosos y sensibilizarnos hacia la vida en este planeta”, dice a LA NACION desde Nueva York Tomás Saraceno, el artista tucumano radicado en Berlín que se encuentra montando la muestra más importante que haya realizado en Estados Unidos, sobre la instalación titulada Liberar el aire: cómo escuchar el universo en una telaraña.
Una década después de haber sorprendido en la terraza del Museo Metropolitano con una de sus Ciudades Nube redoblará la apuesta con Particular Matter(s), muestra que abarcará tres cuartas partes del edificio de 18.500 m2 inaugurado en 2019. Allí presentó el año pasado las arañas desarrolladas con realidad aumentada por la aplicación Acute Art, que llegarán el sábado próximo a Fundación Proa. Distintas formas de intentar transformar el miedo en amor, o la aracnofobia en aracnofilia.
Sólo la pieza central ocupará los 5100 m2 de The McCourt, la imponente estructura móvil diseñada por el estudio Diller Scofidio + Renfro. Si bien es similar a la obra que Saraceno montó en 2013 en el K21 de Düsseldorf, ahora suma vibraciones con la intención de ampliar el registro de percepción humano.
“Lo más lindo es poder sentir algunas de las vibraciones de los arácnidos que grabamos durante muchos años”, explica el artista nacido en 1973, formado como arquitecto en la UBA, que realizó trabajos interdisciplinarios con instituciones como el MIT, la NASA y la Sociedad Max Planck. “A las telas de araña les ponemos unos micrófonos que logran captar vibraciones muy bajas, que es la forma en que se comunican –agrega-. Tenemos un archivo muy grande de varias especies que tocan esas telas, a las que me gusta pensar como una especie de instrumento-extensión de sus cuerpos”.
Ese archivo se reproducirá sobre las redes de acero, gracias a aparatos que las harán vibran en frecuencias muy sutiles, a medida que la sala se oscurece para reproducir el alcance de visión habitual de las arañas tejedoras. “Lo mejor es siempre abrir bien las manos –señala Saraceno-. Tu cuerpo se transforma en un oído. Sintiendo algo, tal vez uno puede tomar conciencia de que el mundo es compartido por muchas especies, y que hay especies que tienen sentidos distintos”.
Liberar el aire se exhibirá hasta el 17 de abril junto a esculturas flotantes, instalaciones interactivas y proyectos colaborativos -como Aerocene, Arachnophilia y el Museo Aerosolar, ya presentados en las bienales de arte y arquitectura de Venecia-, que proponen formas de habitar el planeta no contaminantes y respetuosas de la diversidad. Con el fin de lograr una sociedad libre de emisiones de carbono impulsa el uso de “esculturas solares” como Aerocene Pacha, con la que logró 32 récords mundiales en las salinas de Jujuy en 2020; entre ellos, el vuelo más sustentable en la historia de la humanidad.
“En el corazón del trabajo de Saraceno se encuentra una nueva forma de habitar y experimentar el mundo, una que se centra en un futuro ecológico posterior a los combustibles fósiles -observa Emma Enderby, curadora en jefe de The Shed-. Tomás presenta la necesidad de reevaluar cómo percibimos y operamos en el mundo y qué esperar de él, lo que logra a través de colaboraciones interconectadas y no jerárquicas entre lo humano y lo no humano”.
Como Somié, el pueblo de Camerún donde los adivinadores aún consultan a las arañas a la manera de un oráculo -y que participa de la muestra a través del sitio web Nggàm dù-, Saraceno recuerda que “hay culturas que no diferencian entre el hombre y la naturaleza como muchas culturas occidentales que separan, que estructuran la forma de conocimiento a través de la ciencia, de la taxonomía de las cosas”.
Otro eje central de la muestra, al que se refiere el título Particular Matter(s), pone la lupa sobre “esas partículas muy chiquititas que flotan en el aire, que entran en nuestro sistema sanguíneo y que producen un grado de mortandad mucho más alto que el coronavirus”. Además de iluminarlas con proyectores, como hizo en su muestra del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en 2017, exhibirá el resultado de un trabajo realizado con la académica Harriet A. Washington. Titulado No todos respiramos el mismo aire, pone en evidencia los grados de polución -y su relación con las injusticias raciales- en distintas ciudades de Estados Unidos.
De esta manera, con una muestra consagratoria en una ciudad que llegó a desplazar a París como capital global del arte, Saraceno espera “poder traer un poco de esperanza al mundo, que está colapsando cada vez más rápido. Mostrar que podemos trabajar juntos, de formas distintas. Es necesario y urgente”.
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