Una fiesta cromática
Como parte de la celebración por sus diez años, Malba presentó una retrospectiva del artista venezolano Carlos Cruz-Diez, que recorre su larga carrera dedicada a la experimentación con el color
Carlos Cruz-Diez es un hombre de baja estatura, increíblemente ágil para sus 88 años. Acompaña con comentarios lúcidos y cargados de humor la visita guiada por la curadora Mari Carmen Ramírez en la apertura de la muestra de Malba, que celebra los primeros diez años de vida del museo fundado por Eduardo Costantini. La retrospectiva, prueba cabal de las investigaciones realizadas por el venezolano en torno del color, sublime obsesión, ha traído a Buenos Aires un corpus de más de cien obras de procedencias públicas y privadas, como la Tate, de Londres; el Pompidou, de París; la Daros, de Zurich; la colección de Patricia Phelps de Cisneros, centrada en la abstracción latinoamericana y el Museo de Houston y la Fundación Cruz Diez.
Un acontecimiento ha sido también el desembarco porteño del maestro acompañado por toda su familia. Su nieto Gabriel, mano derecha y colaborador imprescindible de su tarea actual, que sigue siendo fecunda y abrumadora. Sus hijos Jorge, Carlos y Adriana, y hasta su bisnieta se han instalado en esta ciudad para ser testigos, arte y parte, como integrantes de la Fundación Cruz-Diez, de un proyecto continental que sella las relaciones, en el presente y de cara al futuro, entre Malba y el Museo de Houston con el impulso de Mari Carmen Ramírez.
Los Cruz-Diez se mueven en clan; como un gremio en el sentido renacentista del término, todos hacen todo para todos. Tienen un taller en París, otro en Caracas y, más recientemente, han inaugurado un espacio en Panamá, donde ponen en marcha producciones de artistas con sueños grandes y escasos recursos.
Las salas de Malba, pintadas de blanco impoluto, se pliegan al acontecimiento del color que representa la obra del maestro venezolano, nacido en Caracas en 1923, formado en la escuela de artes plásticas de su país, que hizo las primeras armas en publicidad como diseñador gráfico de la Creole Petroleum Corporation y director creativo de McCann-Erickson. Fue ilustrador del diario El Nacional antes de marcharse a Barcelona, su primer destino europeo y punto de encuentro con Jesús Soto y el grupo de artistas abstractos vinculados a la galería de Denise René, fundamental en el desarrollo de su carrera y en la decisión de anclar, pocos años más tarde, definitivamente en París.
La obsesión de Cruz-Diez en los trabajos gráficos y de diseño fue siempre la misma: experimentar las cualidades cinéticas del color, como un organismo vivo y en constante transformación. El premio a sus investigaciones llegará en 1959 con las primeras Fisicromías, obras bidimensionales con finas "aletas" de cartón que provocan modulaciones cromáticas, según el movimiento del espectador.
Para comenzar por el principio, en el primer núcleo de la muestra, se descubre al Cruz-Diez temprano. Son pinturas figurativas deudoras de los impresionistas, hasta en la paleta trabajada con sordina en Naturaleza muerta y Paisaje de San Bernardino. En El papagayo verde irrumpe el color local y un pintoresquismo folk. Por suerte para la historia del arte, el artista no se detiene ahí y avanza en la composición de figuras facetadas en las que el color y el movimiento cobran nuevo protagonismo, como en Los albañiles, de 1955.
Complemento fundamental de esta ejemplar retrospectiva es el formidable catálogo, donde Mari Carmen Ramírez y Héctor Olea siguen paso a paso la evolución de las investigaciones de Cruz-Diez y enriquecen la cronología con el testimonio del artista, desde sus hallazgos formales en las primeras modulaciones ópticas hasta Doble animación. Punto de inflexión es la pintura Amarillo aditivo (Colección Cisneros). Ese cuadrado negro con dos rayas superpuestas es un preludio del color en movimiento de las Fisicromías.
Vale la pena detenerse en el contexto. Es un momento liminar del arte latinoamericano, los artistas inscriptos en la abstracción toman distancia del mandato folk, cuyo mejor ícono ha sido Frida Kahlo, para internarse en un nuevo territorio. De Caracas a Buenos Aires crece un proyecto industrialista, asociado a la idea de progreso en países que se sueñan a sí mismos con un destino integrado al concierto de las naciones hegemónicas, sin repetir un libreto heredado, de fuerte impronta colonial. En Venezuela, el auge petrolero anticipa un tiempo de prosperidad económica y de modernización, que es funcional a la explosión del arte abstracto, geométrico y cinético. Como Jesús Soto, Le Parc, Tomasello, Iommi, Maldonado, Lygia Clark, Oiticica y Kosice, Cruz-Diez milita en este movimiento transformador y libertario desde un posición personalísima y con recursos propios. Su "atajo" está resumido en "La construcción de un lenguaje", texto incluido en el catálogo del Centro Georges Pompidou, cuando se exhibió la recordada muestra itinerante (Sevilla, París, Colonia) organizada por Waldo Rasmussen, curador del MoMA, con motivo de la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Ese momento marca un antes y un después.
Escribe Cruz-Diez: "Cuando salí de la Escuela de Bellas Artes pensaba que la misión del artista latinoamericano era crear una gran crónica de ese mundo desconocido y mágico que nos rodeaba, con el riesgo de hacer una pintura sin trascendencia [...], en 1954 tuve éxito al estructurar una plataforma conceptual que me ha permitido hasta hoy realizar mi trabajo basado en una comprensión no tradicional del color". La solución fue fraccionar la forma transformando el plano coloreado en una sucesión de paralelas verticales, que modulan el "acontecimiento cromático".
El color en cambio constante exhibe así su naturaleza estable e inestable, mutaciones graduables determinadas por la mirada y el desplazamiento del espectador. El placer visual se prolonga en múltiples sportes, pinturas, serigrafías, ambientes cromáticos y maquetas de la intervenciones urbanas que consagran definitivamente su dimensión universal.
Ficha. Carlos Cruz-Diez: el color en el espacio y en el tiempo, en Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), hasta el 5 de marzo.
Adn Cruz-Diez
Caracas, 1923
Vive y trabaja en París desde 1960. Formado en diseño gráfico, centró su interés en el rol del color en la obra cinética, la línea y la percepción del espectador. Desarrolló su prolífica carrera entre Caracas y París, previo paso por Barcelona. En 1997 se inauguró en Caracas un museo de la estampa y diseño que lleva su nombre, y en 2005 se creó la Cruz-Diez Foundation en Houston, Estados Unidos
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