Una extranjera en su patria
La correspondencia de Karen Blixen, conocida por el pseudónimo de Isak Dinesen, deja de lado la ficción para hablar de su nostalgia por África y de su aislamiento
Si la vida de Karen Blixen (Rungstedlund, 1885-1962) cupiera en el verso de un poema, ese verso tendría una única cesura. Y la cesura -antes que una pausa en la entonación, una falla geológica- escindiría esa vida en dos hemistiquios tan disímiles como sólo pueden serlo los hemisferios. Dicho de otro modo, para diferenciar las dos vidas de Blixen alcanza con leer el remitente de sus cartas. Así parece haberlo comprendido Frans Lasson, el editor de Cartas de África 1914-1931 y de Cartas desde Dinamarca. Correspondencia 1931-1962 . La primera colección coincide con la cara visible de la baronesa, la que podía intuirse a través de la lectura de sus Memorias de África , o de África mía , la adaptación al cine de la novela homónima; homónima en su idioma original, el inglés. La segunda colección, en cambio, ilumina el costado más secreto de la autora. Sus años en Dinamarca fueron los que le permitieron reinventarse, convertir a Karen Blixen en Isak Dinesen y lograr sobrevivir a la nostalgia de África Oriental a través de la creación de una obra literaria impar.
Blixen no hace literatura con sus cartas, algo que muchos escritores -por vanidad o simplemente por costumbre- no pueden soslayar. Tampoco intenta dar cátedra, sentar máximas acerca de su oficio o establecer decálogos del cuento. Entiende que sus relatos deben defenderse con sus propias armas: "¡Creo que sería lamentable que un escritor, mediante explicaciones externas a la historia, pudiera explicar ésta mejor que como puede hacerlo la historia misma!" Nunca se coloca como ejemplo, acaso porque siempre haya preferido considerarse "una aficionada", tal como le responde a su editor inglés tras el reclamo de una producción más sostenida: "No tengo ambición de escribir, pero sí, desde luego, ambición de escribir bien lo que escribo? ¡De cuántos artistas se puede decir que habría sido mejor si no hubieran escrito sus diez últimos libros!"
Las cartas de Blixen son las cartas de una leona -tal como la apodaban los kikuyus de su granja en Kenia, por su valor y su habilidad como cazadora- pero de una leona enjaulada. Desde su casa natal, lejos del marido promiscuo que la contagió de sífilis, del accidente aéreo que terminó con la vida de su adorado piloto inglés y del incendio del cafetal que la obligó a malvender su finca, Blixen le confiesa a un amigo noruego: "Mi corazón yace enterrado en Ngong Hills, y lo que hago no son sino gestos fantasmales". No obstante, la vitalista nietzscheana que hay en Blixen -la misma que tras la muerte de su madre le escribiría a su tía Lidda "soy uno que dice sí", parafraseando al filósofo alemán- se propone escribir un libro de cuentos y lo cumple en apenas dos años. Siete cuentos góticos se publica en Norteamérica con un éxito rotundo y un seudónimo masculino: Isak Dinesen.
Aislamiento, concentración y nada de sobrinos -lo que ofende un poco a su hermano- definen la rutina que Blixen se inflige en la vieja mansión paterna para poder crear y corregir sus magníficos cuentos. Y este rigor es el mismo que le reclama en una de sus cartas a su hermana que -poco antes y también con seudónimo- había publicado dos breves libros sin despertar interés en la prensa danesa: "Me hiciste enfadar un poco al hablarme de El asesino , volviendo varias veces sobre ese punto, que lo escribiste en catorce días, mientras colgabas cortinas con la otra mano, o sea, que tenías una postura hacia la novela un tanto frívola y despreocupada".
Las editoriales también son presa de sus exigencias. Los libros a la baronesa le interesan más allá de la entrega del manuscrito. Blixen no permanece ajena a la venta de los derechos en el exterior. Su comunicación con los editores es fluida. Sabe lo que quiere y no se inhibe a la hora de pedir que mantengan en secreto su seudónimo, reemplacen una foto de solapa o convoquen a un determinado traductor. La traducción de sus cuentos del inglés al danés es su bestia negra. Sobre "El viejo caballero" le escribe a su editor en Copenhague: "Es un completo despropósito, está mal comprendido, es una tergiversación, de modo que no sólo se ha perdido por completo la atmósfera del relato, también los personajes, e incluso los sucesos que se narran, están deformados y resultan incomprensibles".
La incomodidad con Dinamarca no se limita a la falta de talento de los traductores, incluye la insensibilidad de los lectores y la falta de humor del pueblo entero. En definitiva, Blixen se siente extranjera en la propia patria: "Vista como un instrumento musical, me siento desafinada e inhibida o paralizada en mi capacidad de expansión cuando estoy en Dinamarca, porque percibo desconfianza". Y este malestar provocado por la incomprensión de los suyos es la antítesis de lo que sentía entre los kikuyus: "Mis negros me comprendían tan bien como el abecedario".
Cartas desde Dinamarca cierra con la despedida al fiel sirviente Kamante Gatura, escrita dos meses antes de morir. Las indicaciones acerca de su sepultura ya se las había detallado, años atrás, a su amigo Gustav Mohr en la carta que abre esta colección. Karen Blixen, sin embargo, yace hoy en el jardín de la casa que la vio nacer y no en Ngong Hills junto a Denys Finch Hatton. Según una carta de Mohr citada por Blixen en Memorias de África , una pareja de leones vivía apostada sobre la tumba de su amado piloto inglés. Entre los muchos mitos que se tejen alrededor de la figura de la raquítica baronesa éste es uno al que vale la pena darle crédito, porque sólo una leona podría haberle usurpado el lugar a otra.
Cartas desde Dinamarca