Una bienal de dos mundos
No recuerdo antecedentes de una experiencia como la encarada por Adriana Rosenberg y Victoria Noorthoorn para reeditar en Buenos Aires la exitosa 11a Bienal de Lyon, que consagró internacionalmente a la curadora argentina formada en Nueva York. Una situación geográfica curiosa repite el paisaje expositivo, porque ambos espacios están en las márgenes de un río. En Lyon, la bienal se articuló en torno a una antigua fábrica de azúcar, La Sucrerie, ubicada en las orillas del Saona, mientras en Buenos Aires la sede de Proa tiene vista al Riachuelo y al puente transbordador Nicolás Avellaneda. Mi recorrida por la bienal de Lyon fue en compañía del cálido sol de otoño y de Aldo Paredes, joven artista ecuatoriano y guía inspirado. Allá como acá ha sido un acierto hilvanar el recorrido con la poesía concreta de Augusto de Campos y dejar en libertad la maraña de ideas-hilos-trampas de Cildo Meireles para hacer de su Bruja la obra medular de la muestra.
El polaco Robert Kusmirowski repitió el método con otro recurso, porque el espectador debe asomarse y espiar como un voyeur lo que sucede en el interior de una habitación donde "descansan" viejas maquinarias en desuso. Se extraña El Puxador , de Laura Lima, una de las obras más mediáticas de la bienal francesa, que mereció elogios por su "tropicalidad", esa renovación estética que mucho tuvo que ver con la incorporación en el listado de 78 artistas a latinoamericanos que están en el "corazón" de la curadora y la acompañaron en sus experiencias profesionales en las bienales de Pontevedra y el Mercosur.
Una línea para decir que Eduardo Basualdo (Buenos Aires, 1977) tiene una cuerda creativa sin fronteras. El año pasado en Lyon montó un lago artificial que respiraba, bautizado El silencio de las sirenas. Era un cráter acuático tocado por una luz lunar que desaparecía delante de nuestros ojos. Activar dispositivos mágicos o de presunta crueldad es un registro en el que vibra Basualdo. Para esta muestra eligió una bolsa de residuos que tiene en su interior algo que se mueve, ¿un gato, una liebre?, y que pugna por salir. En realidad, es un motor activado eléctricamente. Con Aire de Lyon , Victoria Noorthoorn montó una muestra bajo el mismo concepto rector de los versos de Yeats. En eso pensó Thierry Raspail, fundador de la bienal francesa, cuando visitó Proa antes del multitudinario opening .