Una adquisición insólita y estratégica
Damien Hirst le compró parte de su propia obra temprana a Charles Saatchi, uno de los mayores coleccionistas británicos que había sido su mecenas
LONDRES.- Charles Saatchi acaba de vender su colección de obras del artista británico Damien Hirst... al autor y su marchand, Jay Jopling, dueño de las dos galerías londinenses White Cube. El magnate publicitario, uno de los mayores coleccionistas de arte contemporáneo de Gran Bretaña, se contó entre los primeros mecenas de Hirst y, a lo largo del tiempo, fue comprando muchas de sus obras más importantes. El rumor de las negociaciones venía circulando en el ambiente artístico desde hace meses. Según las estimaciones de los marchands especializados que estaban al tanto de la transacción, Hirst y Jopling habrían pagado 15 millones de dólares por una docena de obras que marcaron una tendencia.
Al poseer su producción temprana y decisiva, Hirst podrá controlar su propio mercado. Con el tiempo, quizá decida retener algunas obras o colocar determinadas pinturas o esculturas en colecciones prominentes o en museos. Si las vendiese en bloque (como ha hecho Saatchi con la obra de otros artistas de su colección), su cotización caería a pico. Hirst las creó a fines de los 80 y comienzos de los 90; hoy costarían 20 veces más. En una subasta realizada poco después de su creación, uno de sus primeros cuadros punteados rondó los 20.000 dólares; hoy pagan por esas obras más de 400.000 dólares.
Ganador del Premio Turner 1995, hoy, a los 38 años, Hirst se cuenta entre los "jóvenes artistas británicos" que cobraron fama internacional gracias a la incansable promoción de Saatchi. Hirst busca provocar y perturbar. Entre sus piezas más famosas figuran reses vacunas en descomposición, en actitud de copular, ovejas y tiburones conservados en formol y una cabeza de vaca agusanada. También ha presentado vitrinas con centenares de frascos y cajas de medicamentos o con esqueletos de animales, y pinturas coloridas compuestas por puntos y remolinos.
Las obras adquiridas por Hirst y Jopling abarcarían desde un cuadro punteado hasta botiquines e incluyen Este chanchito fue al mercado, este chanchito se quedó en casa (1996): un cerdo partido por la mitad, a lo largo, y sumergido en formol. Piggy, como suelen llamarla, enfureció a una entidad protectora de animales cuando una galería londinense la expuso por primera vez, el mismo año de su creación.
Los expertos en arte no recuerdan otro caso en que un artista haya "rescatado" su propia obra. Salvo Jasper Johns y Ellsworth Kelly, pocos han tenido suficiente dinero, o confianza en su arte, para retener su producción. Los artistas jóvenes tienden a no pensar en el futuro. Complacidos por la existencia de una demanda para sus obras, confiados en su inagotable capacidad creadora, las venden apenas terminadas.
Desde hace años, las prácticas de Saatchi fascinan y horrorizan a los coleccionistas y marchands de arte contemporáneo. Con sus escapadas frenéticas, en que compra en bloque la obra de un artista para luego venderla de la misma manera impulsiva, envía los precios a una montaña rusa vertiginosa. En la década del 80, compró numerosas obras del italiano Sandro Chia; poco después, las vendió. Su cotización aún no se ha recuperado totalmente de la rodada. En todos estos años, ha vendido partes considerables de su colección en Sotheby´s y Christie´s, tanto en Nueva York como en Londres.
Publicitario brillante, ha sabido promover a los artistas que colecciona. En 1997, la muestra Sensación: Jóvenes artistas británicos de la colección Saatchi atrajo multitudes a la Real Academia de Arte, en Londres. Viajó luego a la Hamburger Bahnhof, una estación ferroviaria de Berlín, y al Museo de Arte de Brooklyn. Indignado por una pintura de la Virgen en la que Chris Ofili había utilizado estiércol de elefante, Rudolph W. Giuliani, por entonces alcalde de Nueva York, tildó la exposición de "basura morbosa" y amenazó suprimir los subsidios municipales al museo.
Hace años que Saatchi expone públicamente su colección. La primera vez lo hizo en una galería de Boundary Road, en el barrio londinense de St. John´s Wood. Este año, abrió un nuevo espacio de 3.720 metros cuadrados en County Hall (la antigua sede del Ayuntamiento), sobre la orilla sur del Támesis, cerca del Ojo de Londres y a 20 minutos de caminata de Tate Modern. Desde su inauguración, se exponen allí muchas obras de Hirst. El artista no ha ocultado su disgusto por la instalación. La rencilla salió a luz cuando la revista Time Out citó este comentario de Saatchi: "En el mundo del arte, muchos, incluidos los artistas, creen que sólo pueden ser vistos en espacios de prístina blancura".
En un informe reciente, el londinense The Times dijo que Saatchi había vendido unas cuarenta y cinco obras de Hirst. La Saatchi Gallery respondió con la siguiente declaración: "A veces, los periodistas quieren escribir el artículo que ellos desean [...]. Hemos vendido a White Cube 12 Hirst que le habíamos comprado. Para no confundir a quienes visiten la Saatchi Gallery en County Hall, queremos dejar en claro que todavía verán el tiburón, la oveja, los puntos, las mariposas, los peces, las moscas e Himno, la figura anatómica de 6 metros de altura".
Cuando se supo que Saatchi pensaba vender sus Hirst, el artista y su marchand no fueron los únicos interesados en comprarlos. Según dijeron quienes estaban al tanto de las negociaciones, la Fundación Eli Broad de Los Angeles pujó seriamente. Las conversaciones habrían fracasado porque Broad no estaba dispuesto a comprar el lote completo: quería elegir los mejores. Aun así, en noviembre, la Fundación Broad manifestó su apoyo a Hirst en una subasta neoyorquina de Phillips, de Pury & Luxembourg: pagó 1,1 millones de dólares por una vitrina llena de esqueletos de animales. Fue un precio récord para el artista.
© The New York Times y LA NACION
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)
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