Un sicario enamorado en la primera novela del editor Fernando Fagnani
El gerente general de Edhasa publicó “Residencia permanente” en un sello de la competencia; asegura que este no será un buen año para la industria editorial y que la inestabilidad económica de la Argentina reduce las expectativas
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Un sicario enamorado, Benítez, protagoniza Residencia permanente (Emecé), la primera novela del editor y crítico literario Fernando Fagnani (Buenos Aires, 1965), actual gerente general de Edhasa y autor de Mar del Plata. La ciudad más querida. Ambientada en una metrópoli centroamericana en la que se desata una violenta rebelión popular, que siembra de cadáveres las calles, la historia sigue los pasos del asesino a sueldo que tiene dos misiones: una “profesional” y otra personal. Una vez declarada la revuelta, la búsqueda de la mujer de la que se enamoró en Lima (donde cumplía una de sus funestas misiones) se vuelve más acuciante. Desde un hotel céntrico hasta la sede de la embajada argentina en ese país innominado, y de un bosque a un leprosario convertido en un campamento de gitanos, Benítez recorre impasiblemente un territorio hostil; ”No era mal lugar para matar”, reflexiona.
“No podría afirmar que lo decidí, más bien se impuso -dice Fagnani sobre la elección del ‘oficio’ del protagonista-. Hay algo sobre lo que no quería escribir: el miedo. Eso, en cierta manera, me obligaba a tener un personaje que prácticamente no conociera ese sentimiento. Un personaje sin interioridad, que se manejara con experiencia en un escenario violento, que supiera leer esos signos y supiera sobrevivir. Si Benítez tiene un punto débil, es el amor; para eso no está preparado. En ningún momento pensé en nuestro entorno sociopolítico, sino en el entorno violento de la novela. Por supuesto, estaba interesado en narrar la violencia, y diría, la violencia extrema, esa que domina todo. Terminó siendo el leitmotiv de la historia”.
A lo largo de la novela, el asesino a sueldo se mantiene alerta. “La atención que Benítez presta al entorno se justifica por quién es Benítez -dice el editor que acaba de debutar en la ficción-. Un sicario vive en estado de amenaza, cualquier escenario incluye el riesgo. Para él y para los otros. Su supervivencia depende en parte de la atención que presta, de la correcta interpretación de los signos del lugar. De la obsesión por tener todo controlado. Más aún cuando está en una ciudad que no es la suya; una ciudad que, aparte, se acaba de volver un caos”.
El proyecto de escritura nació a finales de 2019, antes de que se declarara la pandemia. “Y lo que surgió fue una imagen y un indicio: una persona que está en un hotel de una ciudad que no conoce, y de golpe en esa ciudad estalla una rebelión -cuenta el autor-. No había más trama que esa. Tenía el nombre del personaje, Benítez, y la nacionalidad, argentino; ignoraba a qué se dedicaba. El desarrollo, la historia que se cuenta, surgió en la escritura, sin plan previo”.
Fagnani terminó de escribir y corregir la novela en 2020. El título proviene de una respuesta que Benítez le da a Baidur, el jefe de la caravana de gitanos que le ofrece refugio y amistad. “No tengo lo que se dice una residencia permanente”, le aclara.
No cree que Residencia permanente sea una novela a contracorriente de la literatura argentina actual. “La literatura argentina de hoy, y de siempre, tiene muchas corrientes -señala-. Hay líneas que parecen dominantes, como la autoficción o el terror, pero eso tiene que ver con el favor de los lectores y no con una supuesta uniformidad de temáticas y estilos. Es una buena noticia que determinadas escritoras y escritores conecten con un público mayor que hace unos años. No se explica por la calidad, que la hay y en grado sumo. Sin embargo, no me atrevería a afirmar que esa calidad sea superior a la que había una o dos décadas atrás. Es de otro tipo y de esta época, con su propio rigor y su singularidad. Siempre es una misterio cuando esa conexión se da. No me parece relevante dilucidar las razones; con agradecer que suceda, alcanza”.
Su novela empalma con tradiciones de la literatura argentina, como la novela política y los policiales; también, con una clase de escritura “objetivista”, atenta a la descripción vívida de espacios, percepciones y giros de la conciencia de los personajes. “Tenía presente esas tradiciones mientras la escribía -dice Fagnani-. Al mismo tiempo, no quería que fuera absorbida por ellas. Quería que convivieran varios géneros y que la prosa no remitiera a un género determinado”.
Sobre la decisión de ambientar la historia en un país indeterminado de América Central, responde que si hubiera elegido alguno en particular y en un momento histórico en particular, se hubiera visto obligado, “casi por respeto, a filiar la trama a una Historia con mayúsculas, la de un país o una ciudad, y un determinado proceso histórico; ese referente tan preciso me hubiera quitado libertad, hubiera desviado la novela hacia lo documental”.
No obstante, reconoce que lo que pasa en esa ciudad de ficción también ocurre en muchas ciudades de América Latina. “De hecho, ha pasado hace poco en Lima y en Santiago de Chile. Las causas fueron propias de cada país. Razones económicas, políticas o identitarias; a veces, una mezcla de las tres. En la región la desigualdad social es tan abrumadora que no tiene nada de raro que haya ocurrido o que vuelva a ocurrir en un futuro cercano. Lo raro es que no ocurra más seguido”, sostiene.
Además de los personajes femeninos (que “salvan y también precipitan a Benítez”, según dice el autor), se destaca en la historia el grupo de gitanos que lo recibe y asiste en su búsqueda. “Al igual que los rebeldes que toman la ciudad, ellos están en los márgenes de la sociedad -señala Fagnani-. Claramente, son parte de la periferia. Lo han sido siempre y seguro lo seguirán siendo. Benítez, a su modo, también; aunque el suyo es un margen por adopción, no por tradición. Es lo siniestro del margen. Las solidaridades y las violencias de los márgenes tienen su propia lógica”.
-¿Cuánto influyen los debates sobre corrección política, cancelaciones y “nuevas sensibilidades” en el trabajo de un editor?
-En el caso de Edhasa esos debates no influyen. Nunca nos ha pasado publicar o no publicar un libro por corrección o incorrección política. Hemos decidido no publicar libros que no van con la línea del catálogo. La obra de una autora, de un autor, es también, y muchas veces involuntariamente, un mapa que alumbra la arqueología de una época, presente o pasada, con sus violencias, sus racismos y sus injusticias, más sus propios prejuicios. Por ejemplo, lo que acaban de hacer los editores de Agatha Christie, sacando palabras que pueden resultar ofensivas para un lector actual, es borrar la historia, la de Christie y la de su tiempo. Como operación de marketing, es chapucera; como intervención literaria es insultante para ella. Porque da por hecho que uno le puede cambiar palabras y no pasa nada. Es una decisión basada en la ignorancia: supone que la ideología se expresa en cuatro, cinco, diez palabras y no donde de verdad está: en cada página, en multitud de detalles. Si usamos esos parámetros para corregir todo el pasado y lo normativizamos con los valores de ahora, las conquistas del presente se volverían invisibles.
-¿Cuáles son las virtudes y los defectos del sector editorial en la Argentina?
-En el contexto de América Latina, la industria editorial argentina tiene más virtudes que defectos. Hay nuevas editoriales, hay mejores traducciones, hay más apuestas que años atrás, se siguen descubriendo autores nacionales o extranjeros. Y también se trabaja mejor para llegar a los lectores. Los defectos, o mejor dicho los problemas, no creo que sean adjudicables a los editores. En el libro, los mercados se dividen por idiomas. La histórica inestabilidad económica argentina no aporta mucho para que podamos competir en relativo pie de igualdad con España o con México. Diría que teniendo en cuenta el contexto económico es casi un milagro que se siga editando como se edita: cada vez mejor.
-¿Qué expectativas tienen en Edhasa para este año, que se perfila como peor que el anterior en términos de ventas y producción?
-La industria editorial no escapa a las generales de la ley; es decir, las expectativas para este año son bajas. Debería ser peor que el anterior, y ya lo está siendo. Es normal, no cabe esperar que pase otra cosa. Es un año para resistir y ser prudentes, muy prudentes. Será un año largo. Asumo que esto no se revertirá en diciembre de 2023, sino bien entrado 2024.
Así empieza “Residencia permanente”
Benítez estaba de espaldas, pegado a la pared, todo su cuerpo protegido. Las balas, si finalmente llegaban, no deberían impactar en él. Ladeado, miraba a lo lejos, en un ángulo casi cerrado, el que aseguraba que su cabeza no fuera un blanco para nadie. Eso bastaba. Miraba hacia el sur, donde estaba el aeropuerto. La ciudad se iba apagando. Una zona, otra zona, una más; cada vez menos islas de luz vacilante y sucia. Era un proceso lento, pero continuo, evidenciaba un avance todavía trabajoso.
Aunque las explosiones eran aisladas, Benítez no terminaba de creer en el silencio que las sucedía. Nunca era pleno, el eco y la expectativa de la siguiente lo poblaban. En lo que le parecieron pocos minutos, se sumó el sonido de los helicópteros militares que se alejaban como una ráfaga decreciente. Si había gritos o llantos, estaban sepultados bajo esa ordalía metálica.
Un denso regimiento de nubes bajas se movía hacia el mar, impulsadas por la suave brisa que había sorteado las sierras. Al amparo de esa tutela, la ciudad parecía un poco hundida y aplastada. Benítez estaba en un hotel, en un octavo piso, en un país que apenas conocía. Corrigió su impresión inicial y comprendió que las explosiones no eran aisladas sino crecientes; aquello olía a premeditación, más temprano que tarde estaría encerrado y bajo fuego. Se alejó reptando de la ventana y marcó el número de teléfono de su cliente en Buenos Aires.
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