Un semillero de talentos que se exportan
La porteña Bienal de Arte Joven impulsa artistas de todo el país; el tucumano Gabriel Chaile es un gran ejemplo
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Una y otra vez, le preguntaban: “¿Cuál es tu proyecto?” Y él se moría de vergüenza. “Tenía que decir que no entré, pero que igual me interesaba el curso”, dice ahora Gabriel Chaile, artista nacido en Tucumán en 1985, al recordar los inicios en la Bienal de Arte Joven de una carrera tan exitosa que el año próximo podría encontrarlo como invitado en la Bienal de Venecia.
Aunque no está confirmado de manera oficial, fuentes confiables aseguran que fue convocado para participar de la muestra central por Cecilia Alemani, curadora de la edición postergada por la pandemia hasta 2022. La misma que tiene a su cargo el programa de arte público del High Line de Manhattan y que ya lo incluyó en el circuito Rayuela, durante la semana porteña de Art Basel Cities Buenos Aires en 2018. Chaile instaló entonces en La Boca un horno de barro titulado Diego (Retrato de Diego Núñez), en memoria de una víctima del gatillo fácil, en el que cocinó para los vecinos del barrio.
“Gabriel Chaile extrae poesía de ladrillos y huevos”, se titula su presentación en el sitio web de Art Basel, en referencia a otras obras suyas que apelan a estas “formas potenciales de una cultura y una vida”
Con mate cocido para brindar en el corazón del mercado del arte sorprendía al año siguiente en Art Basel, la feria más importante del mundo, donde vendió en cuestión de horas las obras presentadas por la galería Barro. Eran ollas populares usadas en comedores –que recibieron a cambio otras nuevas, además de un diez por ciento de las ventas–, intervenidas por el artista de manera que cada una parecía tener su propio rostro. Entre los destacados coleccionistas que pagaron 15.000 euros por cada pieza se contó nada menos que la neoyorquina Estrellita Brodsky, una de las principales promotoras del arte latinoamericano en la escena global.
“Gabriel Chaile extrae poesía de ladrillos y huevos”, se titula su presentación en el sitio web de Art Basel, en referencia a otras obras suyas que apelan a estas “formas potenciales de una cultura y una vida”. Autodefinido como un “antropólogo visual”, utiliza elementos austeros y simbólicos para crear formas evocadoras de sus raíces indígenas, que ganaron también un lugar en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2017) y en encuentros legitimadores como la Semana del Arte de Berlín, Bienalsur y el Faena Festival de Miami (2019).
Fue en este último, mientras horneaba pan dentro de sus esculturas de barro para una edición titulada La última cena, donde conoció a Hans Ulrich Obrist. El director artístico de las prestigiosas Serpentine Galleries de Londres no solo lo convocó a exponer en Londres sino también a participar del proyecto 140 ideas de artistas para el planeta Tierra, libro que compila propuestas creativas para enfrentar la emergencia climática. Incluye a figuras clave del arte contemporáneo como Marina Abramovic, Yoko Ono, Olafur Eliasson y los argentinos Tomás Saraceno y Adrián Villar Rojas, que también llegaron a Venecia.
Alimentar el fuego
“Mi padre trabajaba en la construcción, y mi madre se encargaba de hacer pan para vender. Teníamos un horno de pan que había que alimentar todo el tiempo con leña, para cuidar la economía”, recordaba Chaile meses atrás, en una entrevista con Ulrich Obrist.
Formado en en la Universidad Nacional de Tucumán, en 2009 viajó a Buenos Aires para participar del Programa de artistas de la Universidad Torcuato Di Tella. Lo dirigía Inés Katzenstein, actual curadora de Arte Latinoamericano del MoMA de Nueva York.
Volvió a la capital en 2013, y se presentó en la Bienal de Arte Joven. Quedó preseleccionado, pero no entre los elegidos para desarrollar proyectos. “Entonces leí en las bases, en letra pequeña, que los artistas preseleccionados tenían el derecho de hacer todos los cursos de formación de la bienal. Me aferré a eso”, recuerda Chaile desde Portugal, donde además de participar de una residencia y de una muestra fundó la galería NVS. Una “cooperativa migrante” que incluye artistas que conoció en la bienal: Laura Ojeda Bär, Santiago Delfino y Matías Ercole.
“Entonces leí en las bases, en letra pequeña, que los artistas preseleccionados tenían el derecho de hacer todos los cursos de formación de la bienal. Me aferré a eso”, recuerda Chaile desde Portugal.
En la edición siguiente insistió, con el mismo proyecto. “Yo le tenía fe”, confiesa, fiel a una tradición familiar protestante que le enseñó a confiar en “lo milagroso”. Y se cumplió: fue seleccionado para dar forma a una instalación de clima místico, titulada No es esto lo que pensé cuando estaba en mi tierra.
Seguramente no habrá pensado que alguna vez llegaría a tener una agenda como la actual: al Solo Project con Barro en la feria Frieze, en octubre, seguirán participaciones en la Trienal del New Museum y en la sección principal de Art Basel Miami.
Mientras tanto, en Buenos Aires, el gobierno porteño acaba de cerrar la convocatoria federal para la próxima edición de la Bienal de Arte Joven, que se lanzará en diciembre con proyectos seleccionados en cinco disciplinas. El lema elegido esta vez fue “El hábito de crear mundos”. Como tan bien supo hacerlo Chaile.
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