Un secretario prometedor
HAMLET, DON JUAN Y EL PSICOANALISIS Por Otto Rank (Letra Viva)-108 páginas-($ 13)
LA Sociedad Psicológica de los Miércoles, ese grupo escogido que se reunía en casa de Freud con el fin de aprender, ejercer y difundir el psicoanálisis, decidió en 1906 contratar a un secretario para que tomara notas de cada reunión. Así ingresó Otto Rank (1884-1939), un mecánico profesional de inteligencia prodigiosa que había leído con entusiasmo los escritos freudianos. Tan sólo a un mes de haber tomado actas desde su sillón periférico, el joven Rank presentó fragmentos de una monografía acerca del motivo del incesto en la literatura. Freud, que había quedado muy impresionado, y que no disimulaba sus desencuentros con los "históricos", le escribiría años más tarde a Karl Abraham: "Ninguno de mis vieneses llegará a nada, con la excepción del pequeño Rank".
"El Ôteatro´ en Hamlet" (1915) y "La figura de Don Juan" (1922) se publicaron en Imago , revista fundada en 1912 por el propio Rank y por Hans Sachs -dos analistas no médicos- y consagrada al psicoanálisis aplicado. El primero de los ensayos examina la función del "teatro dentro del teatro" en la obra de Shakespeare, "como el punto de clímax y viraje en el desarrollo dramático y psíquico del personaje", sostiene el autor, siguiendo de cerca la lectura freudiana de Hamlet de La Interpretación de los Sueños . En "La figura de Don Juan", una verdadera encrucijada entre literatura, mitología y psicoanálisis, el acento recae en el problema de la culpa y el castigo. Rank, convencido de que las andanzas del "frívolo rompecorazones" no hacen a la esencia del asunto, se ocupa de la relación entre Don Juan y Leporello -el señor y su servidor-, y sugiere una "identidad" entre ellos, poniendo así a prueba una de sus tesis, la de "El Doble", aquel estudio memorable que explora el "otro yo" y que recorre fragmentos de las obras de Poe, Maupassant, Wilde y Dostoievski. El personaje de Leporello constituye, según el autor, una pieza necesaria en la representación artística del héroe, en la medida en que encarna su crítica, sus miedos y sus escrúpulos, "el ideal del yo de Don Juan", señala.
Puede ser un ejercicio irresistible criticar estos escritos después de más de setenta años y con otras categorías y argumentos que los disponibles entonces por la joven ciencia. Si el lector resiste esa tentación, sin lugar a dudas valorará estos dos ensayos -sobre todo el segundo- de Otto Rosenfeld, "el otro" nombre de Otto Rank.