El rinoceronte, símbolo de un nuevo centro cultural en Roma
ROMA.- Desde hace unos meses un rinoceronte de resina gris llama la atención frente al Arco de Jano, monumento de mármol del siglo IV dedicado al emperador Constantino, un lugar hasta hace poco abandonado. Se trata del símbolo de Rhinoceros, el nuevo espacio cultural que impulsa la Fundación Alda Fendi Experimentos en el corazón de la ciudad eterna, para revitalizarla.
En la denominada zona del Velabro, a los pies del Palatino, detrás de la famosa Bocca della Veritá y a metros del Tíber –donde la leyenda cuenta que se encontró la canasta con Rómulo y Remo-, la menor de las cuatro hermanas Fendi restauró tres viejos palazzi romanos para transformarlos en una nueva casa de la cultura y el arte.
Conocida mecenas -que ya desde 2011 con su fundación volvió a sacar a la luz tesoros olvidados, como la Basílica Ulpia-, Alda Fendi estrenó con el Palazzo Rhinoceros un original "hub cultural", donde arte, arquitectura, cultura e historia encuentran una síntesis más que original. Eligió ese nombre porque el rinoceronte era un símbolo de fuerza en la Roma Imperial.
En 3500 metros cuadrados repartidos en seis pisos y una terraza con una vista magnífica, restaurados y decorados por el famoso arquitecto francés Jean Nouvel (premio Pritzker en 2008), Rhinoceros ofrece a romanos y turistas una experiencia seguramente nueva. El acceso es gratuito porque, según Fendi, "el arte debe ser para todos".
Al margen de ser un espacio para muestras, instalaciones, performances o espectáculos teatrales o literarios, en el también llamado Palazzo Rhinoceros fueron estrenados 24 departamentos de lujo abiertos a artistas, pero también a quien quiera vivir inmerso en el arte y la belleza.
Nouvel, en efecto, transformó edificios que fueron galpones -construidos en el siglo XVII- y luego viviendas degradadas –que Fendi le compró a la comuna-, en espacios modernos, donde conviven materiales como el cemento, el hierro y el acero, con antiguas mayólicas, escaleras y pavimentos de piedra.
Aunque todo luce hipermoderno, las huellas del pasado siguen presentes en el lugar, enfatizadas a lo largo de todo el espacio, donde el arquitecto dejó a la vista, detrás de vidrios, como si se tratara de cuadros, las nuevas tuberías y cables eléctricos del complejo.
Más allá del edificio en sí, una verdadera joya arquitectónica, el primer regalo que hizo Rhinoceros fue traer por primera vez a Roma la escultura El adolescente, de Miguel Ángel. Se trata de una de las pocas obras del gran artista conservadas en el exterior, que viajó desde el célebre Hermitage de San Petersburgo. La fundación realizó con este prestigioso museo ruso un acuerdo trienal que prevé el préstamo de una obra por año, así como la puesta en marcha de becas de estudio e investigación.
El adolescente, escultura inconclusa realizada en 1530 en mármol de segunda mano, resplandece en el salón principal de la planta baja del palazzo, embellecido por una iluminación estilo candelabro realizada por el reconocido director de fotografía italiano Vittorio Storaro.
"Intenta recrear la luz de la época del artista. Y gustó tanto que desde el Hermitage nos dijeron que van a copiar esta novedad, algo que es un orgullo para nosotros", contó a LA NACION Alda Fendi, sin ocultar su entusiasmo.
Fue Storaro también quien ideó las luces que ahora, cuando atardece, iluminan al adyacente Arco de Jano y al moderno rinoceronte de resina, símbolo de este nuevo emprendimiento cultural.
Pero hay más. En el primer piso los visitantes pueden admirar, inmersos en la oscuridad, doce dibujos de proyectos arquitectónicos de monumentos realizados por Miguel Ángel en Roma y Florencia, comentados por Nouvel. Más arriba sorprende una videoinstalación de Raffaele Curi, actor y director artístico de la fundación, que muestra las experimentaciones artísticas realizadas desde su nacimiento, en 2011.
Si bien la fundación maneja la parte sin fines de lucro, expositiva y cultural, el Palazzo Rhinoceros hospeda también actividades empresariales, gestionadas aparte. Al margen de los 24 departamentos de lujo, hay otra atracción: en la terraza del último piso abrió una sede del célebre restaurante parisino, "Caviar Kaspia", desde donde se contemplan vistas impagables de Roma.
"Roma tiene que renacer y quien puede tiene que dar una mano", explica a LA NACION Alda Fendi. Con Rhinoceros cumplió un sueño que comparte con sus hijas Alessia y Giovanna, que trabajan en el sector artístico y de producción.
Con esta suerte de "pueblo de artistas para un nuevo modo de concebir el arte, donde no hay nada convencional", la mecenas asegura que quiso darle un sacudón a la ciudad, paralizada y en crisis. "Roma necesitaba de un espacio internacional que promoviera el arte y la experimentación, y Rhinoceros es mi granito de arena".
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