“Un referente”: el mundo del arte recuerda a Antonio Seguí
Artistas, galeristas y críticos de arte que conocieron a este creador coinciden en que dejó obra y recuerdos inolvidables
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Apenas se conoció la noticia de la muerte de Antonio Seguí, el mundo del arte se hizo eco del dolor por la pérdida. LA NACION habló con artistas, galeristas y críticos que conocieron a este creador que dejó obra y recuerdos inolvidables.
Golpeado por la noticia, desde su casa en Unquillo, Carlos Alonso recuerda: “Fuimos amigos desde la juventud. Lo conocí en los sesenta cuando yo vivía en una pensión en París y él tuvo la generosidad de facilitarme parte de su taller para trabajar”. En ese espacio, Alonso se encontró con otros artistas que tuvieron “la misma suerte”: “Por su taller pasaron Macció, Noé, Lea Lublin, y muchos otros pintores europeos”.
En esa época Alonso comenzó a coleccionar grabados de Seguí: “Siempre me interesó su libertad, creatividad y sus lazos con temas latinoamericanos, muy afines a mi obra. Tengo 30 grabados suyos de distintas épocas y una pintura suya de La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, ambos hicimos distintas versiones de la obra de Rembrandt sin saber que el otro la estaba haciendo”, recuerda Alonso de su gran amigo, con quien expuso varias veces en la galería Lirolay.
“Cuando tuve un problema en la mano derecha y empecé a dibujar con la mano izquierda, le pedí que viniera al taller a charlar. Mientras estábamos ahí, le dije que le iba a hacer un retrato con la mano izquierda. Hice el dibujo y él me dijo: Vos dibujás mejor con la izquierda que con la derecha, recuerda risueño Alonso de ese retrato que aún conserva.
“Hace unos días hablé con él. Viajamos juntos, nos reímos, hicimos todo lo que pueden hacer dos grandes amigos. Fue un gran artista, un hombre digno, era nuestro amigo”, concluye muy afligido Alonso.
Desde su casa-taller en Cachan, en las afueras de París, Julio Le Parc, maestro de la luz y el movimiento, recuerda que estuvo junto a su amigo sobre el fin del año pasado. Se conocieron a comienzos de los sesenta cuando Seguí hizo pie en París para participar en la Bienal de Jóvenes.
“Lo quería mucho como persona y como compañero. Nos teníamos mucho respeto, consideración y cariño. Nos divertíamos juntos”, recuerda Le Parc. Y añade: “Respeto mucho su obra y sus múltiples variaciones y series de los años sesenta y setenta. Me asombraba que siempre eran diferentes a las anteriores y de distinta naturaleza. Siempre admiré su imaginación y sus resoluciones pictóricas”.
Para Edgardo Giménez, Seguí fue un estímulo clave y un gran promotor de su obra: “Era espectacular, un tipo muy genial, muy generoso: opinaba de buena fe. Él fue muy importante para mí porque estaba encantado con las cosas que yo hacía”. Tal fue la admiración mutua que Giménez tuvo el honor – y la satisfacción imborrable— de que Seguí lo eligiera para hacer el afiche de su muestra Metamorfosis de doña Felicitas Naonn, en la galería Lirolay.
La artista Delia Cancela señala: “Es un momento muy triste: se va uno de nuestros pares, un referente”. Y Marta Minujín cuenta: “Nos conocimos en 1962 y nos hicimos muy amigos, yo lo adoraba. Venía todos los veranos. Era un gran artista y una gran persona. Muy generoso. Siempre estaba alojando a todos los argentinos. Era amigo de todos, hacía unos asados tremendos. Hizo las primeras obras informalistas, cuando era muy joven”.
Muy joven, apenas llegó a París, el escultor Pablo Reinoso conoció a Seguí. También le abrió las puertas de su taller, cuando el escultor necesitaba cortar unas piedras. Como Minujín, Reinoso recuerda los asados –tenía la parrilla adentro del taller— con que Seguí agasajaba a sus invitados.
Cuando Seguí venía a Buenos Aires, incluso esta última vez, paraba en el departamento que Reinoso conserva acá. “Mi relación con él fue creciendo con el tiempo. En los últimos diez años nos vimos con mucha frecuencia. Era una persona muy cálida y un gran narrador: en una cena con 15 personas siempre brillaba por lo pícaro y divertido. Su acento cordobés cuando hablaba español era muy bello”, dice Reinoso, quien recuerda que Seguí anhelaba intensamente hacer una gran exposición en Argentina.
“Produjo muchísimas obras: perdimos un grande, con un estilo muy personal y un modo singular de vivir su lejanía con la Argentina: estaba atento a todas las noticias, hasta veíamos partidos de futbol juntos, y él no era muy amante del fútbol”.
La artista argentina Marie Oresanz conoció a Seguí a fines de los años cincuenta, cuando estudió en el taller del maestro en Buenos Aires. Cuando llegó a París, vivió con Seguí y Graciela Martínez, su esposa en ese momento, en el primer departamento que tuvieron en París, en Rue de la Roquette. Como a ellas no les gustaba cocinar, Seguí se ocupaba de preparar sofisticados platos.
“Hasta hoy Antonio siempre estuvo vinculado a mi vida y a mi familia, hablábamos todos los días”. Para Oresanz el aprendizaje con Seguí fue clave: “Queda un gran vacío sin Antonio: él fue único, generoso, abierto hacia los otros”. Destaca que Seguí era un lector asiduo de textos sobre política e historia, en francés como en español.
“Su pintura era él: veías un cuadro de él y decías es Antonio. Y eso es muy importante. Hay muchos artistas, pero pocos creadores: él lo era. Decía que nunca hay que olvidarse de dónde venís”.
Andrés Waissman trabajó a fines de los setenta en el taller de Seguí: “Por su taller pasaron también Mildred Burton con su hijo, Pat Andrea y muchos otros conocidos y desconocidos. Fuimos muy cercanos. Lo ayudé a mudarse a La Bastille, a pintar el piso y a colgar sus obras precolombinas”. Cuando en una oportunidad fueron a hacer las compras, Waissman quedó impactado: “Nos encontramos con Francis Bacon, que era conocido de Antonio. Se abrazaron y me lo presentó”.
El gestor cultural Julio Suaya, quien produjo la gran retrospectiva de Seguí en el MNBA en 1991 y lo acompañó hasta último momento en el hospital Alemán, hizo hincapié en el humor incomparable del artista, su lazo indestructible con Argentina a pesar de vivir en París, y su generosidad: “Compartió su taller, sus técnicas y sus obras. Cuando exhibió en el Museo Nacional de grabado donó 10 trabajos. También lo hizo en muchísimas otras instituciones”.
Rodrigo Alonso, crítico de arte y curador de Arte en juego, en Proa, donde se exhibe una pieza suya, suma: “Dio vida al Museo de Arte Contemporáneo de Chateau Carreras de Córdoba con una donación de obras muy importantes. También donó una colección completa de sus grabados políticos de los setenta al Mamba”.
Marina Pellegrini, directora de la galería Vasari, expresó: “Qué tristeza: vamos a extrañar su humor cordobés y sus entrañables obras. Me conmueve su obra informalista. Como con todos los grandes, queda su obra: de algún modo es inmortal”. Mariana Povarché, directora de la galería Rubbers que representó a Seguí durante 40 años, rememoró el vínculo que unió a la familia del artista con la suya. “Desde el inicio de su carrera Antonio fue gran amigo de mi padre: recuerdo con mucho con cariño sus charlas, el amor por el arte, el humor cordobés de ambos. Seguí escribió una página imborrable en el arte argentino”.
Ticio Escobar, crítico de arte y director del Museo del Barro de Paraguay, considera: “La potente y filosa figuración de Seguí le permite sortear los lugares comunes de las categorías establecidas y hace de él un gran artista abierto al mundo desde la enigmática alquimia de las formas. Su humor y su sesgo crítico animan su obra, que ha mantenido siempre la capacidad de desconcertar y de hacerlo desde el talento y la fuerza creativa.”
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