Un policial mediático
Si es verdad que la literatura percibe un estado del imaginario social, la novela de Márkaris es una máquina de leer ejemplar. Sólo quienes tienen memoria pueden leer el pasado en clave presente y evitar una repetición ominosa
El accionista mayoritario
Por Petros Márkaris
Tusquets/Trad.: Joaquín Gestí y Montserrat Franquesa/370 páginas/$ 59
El escritor griego Petros Márkaris es el creador de Kostas Jaritos, uno de los detectives más populares del género policial en Europa. Hombre ya maduro y nostálgico del pasado, Jaritos circula en un viejo Mirafiori, critica la institución policial a la que pertenece, disfruta de la buena mesa y no sabe hacerse ni un café, pues para eso está su mujer.
En El accionista mayoritario , cuarto libro de la serie protagonizada por él, Jaritos tiene que lidiar con dos casos simultáneos: el secuestro de un crucero griego, entre cuyos pasajeros se encuentran su propia hija y su futuro yerno, y una serie de asesinatos de modelos publicitarios. Con el secuestro del barco, ingresa el tema del terrorismo; con los asesinatos, el poder de los medios. El texto, que puede clasificarse como "literatura post 11 de septiembre", se organiza a partir de una trama doble. En un mundo donde todavía sobrevuela el pánico generado por la explosión de las Torres Gemelas y los atentados de Madrid y Londres, el secuestro obliga a esbozar una rápida genealogía de la violencia terrorista. Un equipo de expertos –Jaritos incluido– especula acerca del origen de los secuestradores y sus móviles. Sin embargo, nadie se atribuye la autoría, se desconoce la nacionalidad de los terroristas y sus exigencias: Al-Qaeda, árabes, palestinos, chechenos, todo es posible. Mientras se desarrollan las negociaciones para liberar a los rehenes, Jaritos investiga los crímenes de los modelos publicitarios y perfecciona su hipótesis del asesino serial. O de los dos asesinos, porque la voz y el lenguaje obsoleto que el sujeto utiliza en sus amenazas telefónicas no coinciden con la descripción del joven y musculoso homicida.
Política, medios, publicidad, economía: cada una de estas esferas domina alternativamente la ficción, tal como sucede en el mundo actual. El relato progresa a través de los medios –el propio Jaritos se entera de las novedades por la televisión y los diarios–, inteligente recurso que interesa por varios motivos. Además de asumir el estatuto de narrador, el medio que domina la escena instala uno de los temas cruciales: la insoportable presencia de la publicidad, que interrumpe a cada rato los contenidos, y dura más tiempo que los segmentos del programa.
Pero indudablemente la narración encuentra su espacio más interesante en la esfera histórica, tejida con virtuosismo entre el caso del asesino autodenominado "el accionista mayoritario" y los efectos que el secuestro del barco tiene en la hija de Jaritos. La violencia diaria que ha debido soportar reactualiza en la joven una duda antigua: ¿su padre también utiliza la violencia sistemática? La pregunta lleva al inspector a repasar su pasado y visitar a un antiguo y secreto amigo, Lambros Zisis, un ex comunista a quien conoció en un centro de tortura. La información que maneja Zisis por su experiencia política y su capacidad de supervivencia servirá para que padre e hija se reconcilien, y también para resolver el caso de los homicidios, con un inesperado doble final. Si es verdad que la literatura percibe un estado del imaginario social, la novela de Márkaris es una máquina de leer ejemplar. Sólo quienes tienen memoria pueden leer el pasado en clave presente y evitar una repetición ominosa.
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