Un poeta defensor de la carta
Fue durante su exilio puertorriqueño que el escritor español Pedro Salinas publicó, entre 1942 y 1946, una suerte de alegato en favor de la correspondencia epistolar como una alta expresión de reflexión e intimidad, amenazada como estaba la pobre carta -según su sospecha- de ser arrasada por el práctico y más veloz telegrama.
En "El defensor", un ensayo literario rescatado de una mesa de saldos del sello español Anaya, en la última Feria del Libro, Salinas alza la voz para inquirir al lector con seriedad, poesía y humor: "¿Son capaces ustedes de imaginar un mundo sin cartas? ¿Sin buenas almas que escriban cartas, sin otras almas que las lean y las disfruten, sin esas otras almas terceras que las lleven de aquéllas a éstas? ¿Es decir, un mundo sin remitentes, sin destinatarios y sin carteros? ¿Un universo en el que todo se dijera a secas, en fórmulas abreviadas, deprisa y corriendo, sin arte y sin gracia?"
Salinas murió en 1951, en Boston, sin conocer la revolución, maravillosa e insondable, de la autopista de la información y su manifestación más extendida: el correo electrónico. Ni el más reciente fenómeno social de los mensajes de texto mediante teléfonos celulares. Menudo disgusto se hubiera llevado el extraordinario poeta español al comprobar que, cada día, la comunicación se hace más rápida, más concisa, más sofisticada, pero se dicen menos cosas cuando de preocupaciones existenciales se trata. Porque la novedad de las nuevas tecnologías es la posibilidad de alcanzar al otro con palabras en tiempo real, aunque éstas en el fondo transmitan poca cosa.
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Desde aquella honda inquietud expuesta por el escritor que marchó al exilio en el verano de 1936, cuando la Guerra Civil asolaba España, a nuestros días, la epístola ha conseguido sobrevivir contra viento y marea. Por lo menos en la Argentina, donde el acceso domiciliario a Internet, y con ello al correo electrónico, no está al alcance de la mayoría. Sobre 130.700.000 cartas de envío certificado y expreso que se cursaron durante 1997, en y desde la Argentina, tanto por el correo oficial como por el privado, la cifra trepó a 205.000.000 en 2004.
El inesperado incremento en la comunicación epistolar registra datos abrumadores cuando se le suma el intercambio de correos electrónicos: 200 millones de e-mails reciben y envían los usuarios argentinos por día, según la Cámara Argentina de Bases de Datos y Servicios en Línea (Cabase). Y para completar el cuadro, cada día se envían por celulares 18 millones de mensajes de texto.
Salinas revela en su libro que la carta más antigua de la que se tiene noticia es una de amor escrita en Babilonia. Que la Iglesia facilitó el transporte epistolar en la Edad Media. Que fue la cultura francesa del siglo XVII la mejor dotada para las letras y las cartas. Pero le cupo a la Inglaterra del siglo XIX contribuir a la difusión del arte epistolar al inventar el sello de correos. Así proclama: "La carta es tan valioso invento como la rueda en la vida de la humanidad. Porque hay un tipo de trato, el de los ánimos y las voluntades, muy superior al comercio de las mercancías".Y si aún la legítima preocupación de Salinas no convenciera, vale recordar la advertencia de Ortega y Gasset en relación con el micrófono. Decía el filósofo español que cada vez que hay un elemento técnico delante, el hombre se convierte en un rehén.
Y como de una inquietud espiritual se pasa a otra, Salinas fue de la defensa de la carta a la de la lectura fértil y reposada, de los viejos analfabetos frente a los neoanalfabetos, que han renunciado a su capacidad de lectura por voluntad propia, y del lenguaje como prodigioso instrumento de expresión del ser y de convivencia con el prójimo.
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