Un pañuelo perfumado y un secreto: Manuel Puig revive en el bordado de una pieza de museo
La obra ganadora del Salón Nacional de Artes Visuales en la categoría textil entrelaza historias de abuelas que fueron amigas de infancia de Manuel Puig, en General Villegas
- 4 minutos de lectura'
“¿Pero Juan Carlos seguía con la viuda? No. Para su información: yo siempre me quedé con una espina, porque un día, poco antes de distanciarnos para siempre, lo pesqué a Juan Carlos en una mentira... Tenía un pañuelito escondido en el bolsillo del saco, bien metido en el fondo, de mujer, perfumado, y no pude alcanzar a leer la inicial, bordada con muchos adornos, pero segura segura que no era «E», y la viuda Di Cario se llamaba Elsa. Me dijo que era de una chica que conoció en Córdoba, que él era hombre y tenía que vivir, pero cuando yo se lo pedí para quedármelo... me lo arrebató. Quiere decir que era una de Vallejos ¿no lo cree?”, se lee en una de las cartas de Nélida en Boquitas pintadas, la novela de Manuel Puig publicada en 1969, donde “Coronel Vallejos” alude a “General Villegas”, la localidad donde nació el autor. Una letra bordada en un pañuelo desata una de las tantas intrigas en una de las grandes novelas de la literatura argentina.
Desde la semana pasada, el fantasma de Puig habita la obra ganadora del primer premio en la categoría textil de la 109ª edición del Salón Nacional de Artes Visuales, Origen flujo derrame amarillo sombra fuga estoica colapso, de Guillermina Baiguera, que -como el escritor- es oriunda de General Villegas. “La serie de ocho telas la rescaté de la casa de mi abuela Iris, que fue la misma casa en la que creció Manuel Puig, en General Villegas -cuenta Baiguera a LA NACION-. En mi infancia, en los cuentos, en los susurros, en los cuchicheos siempre estaba presente Manuel, ese otro niño que había vivido en esa casa. Tal vez fue por eso que cuando me vine a vivir a Buenos Aires me quise traer el mármol del umbral de la casa original de Manuel, que atesoro en mi taller”. La artista fue precavida: la casa natal del escritor se demolió en un fin de semana en la primavera de 2020. “En esa casa de la calle Rivadavia, en la que Puig vivió con su familia, mi abuela Iris me enseñó a coser a mano y a tejer. Con ella practicábamos juegos con las labores de aguja, con las lanas, con las tijeras, allí empecé a bordar”.
Después de la muerte de sus abuelos, en 2006, la casa de la calle Rivadavia se vendió. “Cuando llegué en uno de esos viajes, estaba en proceso de desarmado -recuerda-. Me sorprendió encontrar estas telas a medio hacer en el fondo de un armario: todas estaban cosidas en el borde, como preparadas para servilletas. Solo una de ellas estaba bordada con unas pequeñas flores en rojo y azul. Sin saber por qué ni para qué, tomé esas ocho protoservilletas y me las guardé. En ese mismo viaje mi otra abuela, Esther, me regaló unos hilos muy antiguos en degradé de colores. En un momento, no mucho tiempo después, decidí trabajar con esas piezas y esos hilos de mis abuelas”.
En vez de bordar esas telas, Baiguera aplicó sobre ellas una actitud más bien investigativa. “Esta obra, hecha sobre los bordados de una abuela con los hilos de la otra, es más un tratado que aniquila la idea misma del bordado. Porque en última instancia siempre estoy trabajando sobre lo mismo: cuando bordo y desbordo, y mis obras son las marcas que dejó el bordado ya sin el bordado, estoy bordando y desbordando la historia de mis abuelas, la historia de las mujeres bordadoras, entre cuchicheos a lo Puig”. En sentido figurado, se ha dicho que Puig “bordaba” en sus novelas hilos de diversa procedencia.
Origen flujo derrame amarillo sombra fuga estoica colapso se puede en el segundo piso de la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), en la sala dedicada a “contextos de producción”. Las ocho palabras del título “describen” -poéticamente y en orden- las ocho telas. No es la primera vez que la literatura halla refugio en la obra de la artista. “Siempre se cruzan textos y autores en el proceso de la obra”, dice.
Baiguera brinda talleres de bordado, en especial de seguimiento de proyectos. Sobre el significado de esa técnica, la artista confiesa que le cuesta encontrar las palabras justas. “Diría que, en el sentido más íntimo, es una forma de estar en el mundo, un estado, es una herramienta que me permite acceder a mundos íntimos a los que no había entrado antes, me permite acceder a esos mundos ocultos y luego poder desplegarlos hacia afuera, conectar, hacer red. Algo así como una antena”.