Un "mundo propio" en Fundación Proa
El 2020 iba a ser el gran año de las mujeres artistas en los museos de Buenos Aires. En sus comienzos, se anunciaban muestras dedicadas a ellas en el Museo Nacional de Bellas Artes, el Malba, la Fundación Proa, el Centro Cultural Kirchner, la Usina del Arte y el Museo de Arte Moderno. A poco más de un mes de que el año se acabe, mañana abre por fin una gran colectiva, Crear Mundos, en Proa, con obras de más de 50 artistas y una premisa: mostrar otra manera de percibir el mundo a través de una sensibilidad que por siglos estuvo relegada.
Recién la semana pasada se pudo visitar de nuevo la muestra que Malba le dedicó a Remedios Varó y la de Mildred Burton en el Moderno, temporarias eternas y solitarias, inauguradas antes de la pandemia. Y llegó a verse también por unas semanas antes de la muestra Women. Poder femenino en foco, una selección de más de 60 fotos del archivo de National Geographic en la Usina. Pero ahí las mujeres eran objeto de retratos y no autoras: lo mismo que en la gran parte de los acervos de los museos, las mujeres son modelos y no artistas. En marzo de 2018, cuando el colectivo Nosotras proponemos hizo la acción de iluminar solo la obra de artistas mujeres y dejar a oscuras el resto de las salas del primer piso del Bellas Artes, se puso en evidencia que sólo veinte obras quedaban en foco de las 270 exhibidas: un 7,4 por ciento. Por eso era muy esperada la muestra El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950), con curaduría de Georgina Gluzman. En marzo será la primera exposición temporaria que se vea en el Pabellón. La otra colectiva reivindicatoria, Políticas del deseo: para todes, tode, que en el CCK reúne obras de más de 250 artistas de todo el país cerró recién inaugurada y sigue sin poder visitarse.
La vuelta de Proa, entonces, con una muestra que había sido anunciada para marzo de este año, viene con hambre atrasada, luego de siete meses de cierres por cuarentena y la promesa postergada de revisitar depósitos con perspectiva de género. Crear Mundos reúne a 64 obras de artistas que a lo largo de veinticuatro años exhibieron su trabajo en exposiciones de esa institución, y se anuncia que en Proa21 habrá otro capítulo dedicado a las artistas más contemporáneas. "Es una visita al archivo de Proa, por donde pasaron más de 250 artistas mujeres. Algunas piezas son las que se vieron antes en sala, y en otros casos elegimos otras obras ", cuenta la investigadora María Laura Rosa, asesora académica de la muestra, que curan Cecilia Jaime y Manuela Otero. Por ejemplo, de Louise Bourgeois no volvió la gigantesca araña de hierro que fue sensación en la Vuelta de Rocha en 2011, sino que llegó de Nueva York una miniatura blanda y hermosa, Pregnant Woman (Mujer embarazada, 2003), que se exhibe como una joya, blindada en una vitrina. Otra pieza internacional es la esfera Globe, de Mona Hatoum, que es símbolo de la exposición.
La selección abarca desde la segunda mitad del siglo XX a la actualidad, diversidad de latitudes y de técnicas, como el video, la fotografía, la instalación y la performance. Se organiza en cuatro núcleos: materialidad, espacio, lenguaje y cuerpos. Parte de una premisa de la científica y filósofa Dona Haraway. "Plantea que a través de las feministas, el vínculo y las miradas de las mujeres con el mundo se pueden generar otros espacios de sociabilidad y otros futuros para vivir mejor", explica Rosa.
"Es una muestra de que no hay modo de justificar la menor presencia, hasta ahora, de obras de artistas mujeres en las colecciones de los museos. Para mí es muy emocionante participar de esta reunión", dijo Sinclair, presente en la preinaguración que reunió ayer a prensa y artistas. "Hay una deuda social. Esta es una oportunidad de equilibrarla y de propiciar diálogos", señaló la artista Alicia Herrero.
"En la primera sala se ven las desjerarquizaciones que propiciaron las artistas a través del arte textil, los cruces entre arte y diseño, y las artes populares", explica Rosa. Desde los zapatos icónicos de Dalila Puzzovio a los de Nicola Costantino de peletería humana, pasando por un vestido de Delia Cancela que rinde homenaje a sus pares y la joyería mapuche de Teresa Pereda. "Mucha emoción de volver a mostrar una pieza de esa serie de obras de los 90 que me abrió inesperadamente un camino internacional", dice Herrero, autora de Estimado U$S 5.000.000.- Vaso Quianlang, una vasija china aplanada en una lámina de aluminio que señala la distancia entre la labor solitaria de los artistas y el mercado del arte.
La cuestión del espacio se aborda desde los afectos, como en el caso de Ana Gallardo y sus dibujos de la Laguna de Zempoala. También, en el sentido de la tensión espacio doméstico-espacio público. Conviven un mueble recortado de Marcela Sinclair, planos urbano-poéticos de Gachi Hasper, un paisaje volumétrico de Marina de Caro (La isla de árboles turquesas) e imágenes de la intimidad de Cecilia Szalkowicz.
La sala dedicada al lenguaje abraza a referentes como Mirtha Dermisache, Sarah Grilo, Marta Minujín, Margarita Paksa y Liliana Porter, junto con piezas contemporáneas como la serie de globos de silencio de Alejandra Seeber, las fotos de Leticia Obeid que registran cómo los cuerpos dejan marcas en los libros y un mural de palabras encontradas de Julia Masvernat. "Es una obra efímera de 2009, que volví a hacer con otra materialidad", cuenta esta artista.
La última sala, en el segundo piso, tiene advertencias en su ingreso, porque se trata del cuerpo, que las mujeres bien saben poner para el arte. Recibe un enorme mural de cuerpos hegemónicos de Vanesa Beecroft, que desde otra pared cuestionan Ana Mendieta o Eleanor Antin. Autopercepciones de Flavia Da Rin o de Liliana Maresca. Poéticas en movimiento, como la videoperformance de Elena Dahn o la animación de Aili Chen.
"Es necesario seguir haciendo muestras de artistas mujeres porque sigue habiendo mucha desigualdad en el sistema del arte. Esta no es una muestra con artistas feministas sino de todos los colores. Hay que mostrar como nuestras artistas son fabulosas y muchas veces han estado orilladas. Es una decisión política muy buena que Proa haya revisado su propio archivo a través de esa mirada", dice la curadora.
El programa público es virtual y presencial, e incluye visitas guiadas con las artistas y las curadoras de la exhibición, clases, videos, audioguías en Spotify, proyecciones y un ciclo de danza coordinado por Andrea Servera, una instalación de sitio específico de la mano de Gabriela Golder y Mariela Yeregui. Las visitas son de jueves a domingo, con ingreso gratuito hasta el 30 de noviembre, con previa reserva de entradas por la página proa.org y protocolo sanitario. La pandemia sigue, pero el arte vuelve a rodar.
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