Un lugar en el arte
Cuando Edward Steichen hizo esta toma de un lago a la luz de la luna, en 1904, no podía imaginar que un siglo después esa obra se subastaría en una cifra récord. Pero seguramente uno de sus sueños más persistentes era lograr para la fotografía un lugar propio entre las bellas artes, objetivo que, a la luz del precio alcanzado, ha conseguido ampliamente.
A principios del siglo XX, aquellos que se dedicaban seriamente a la fotografía trataban de emular la técnica y la estética de la pintura, "hermana mayor" de la fotografía, que era considerada una mera técnica de reproducción.
Por esta razón, la fotografía de Steichen tiene un aspecto brumoso y está coloreada a mano. Trataba de alcanzar las texturas tan en boga del posimpresionismo europeo. Paradójicamente, se desechaba una de las mayores virtudes de la técnica fotográfica: la asombrosa capacidad de describir fielmente una porción de la realidad, y para ello se recurría a los más complicados experimentos con diferentes emulsiones, soportes de papel, e incluso se utilizaban lentes que desenfocaban la imagen. Esta tendencia se tituló pictorialismo.
Steichen fue, además, un gran impulsor del arte moderno en los Estados Unidos. Junto a su amigo y asociado Alfred Stieglitz creó la primera galería de arte dedicada a la fotografía y a las nuevas tendencias de la época. Por las paredes del 291 (así era su nombre) desfilaron máscaras africanas, el cubismo de Picasso y de Juan Gris, esculturas de Brancusi y, fundamentalmente, el joven Paul Strand, el primer fotógrafo moderno que con su técnica directa y sin artificios inauguró, en 1915, la tendencia opuesta a la de sus maestros y mentores.
Pero esta venta en el siglo XXI no tiene tanto que ver con aquella ingenuidad de los primeros años de la fotografía, sino con una realidad mucho más contundente: la fotografía de autor ha comenzado a pisar fuerte en las grandes galerías, y en Buenos Aires ya se empiezan a ver muestras íntegramente dedicadas a la fotografía.
El fenómeno no es fácil de explicar: la fotografía es una técnica masiva y la posibilidad de hacer copias idénticas de un mismo original es infinita. Esta cualidad se transforma en desventaja a la hora de poner precio a las obras. Ultimamente, los fotógrafos que venden sus trabajos se comprometen a realizar un número limitado de copias y luego destruyen el negativo. Pero en la fotografía digital no existe el negativo; luego, todas las copias son originales.
El mejor argumento de venta de una fotografía, antigua o contemporánea, radica en su diferencia con la pintura. Una foto es el registro de algo que "ha sucedido" más allá de la visión subjetiva del autor. En un mundo inundado de imágenes, cada vez es más difícil recordar cómo éramos, y parece que eso tiene un precio alto.
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